Brujerías y otras yerbas

Hay paisajes que tienen magia, su belleza natural, deslumbra recreando la mente y el espíritu. Cada región de cualquier país, tiene sus propias características, con sus creencias y tradiciones, que forman en conjunto, el folklore.

Así se riegan por pueblos y caseríos, los cuentos de camino que a veces son producto de la imaginación, de lo que corre de boca en boca, de generación en generación, o suelen ser producto de la propia realidad.

Los páramos andinos subyugan entre bosques tupidos de pinos y frailejones, entre otras variedades, intercalando con la neblina, el frio agradable, los riachuelos cantarines, que nacen y se bifurcan con el paso del tiempo y los movimientos terrestres.


En el Salado Alto, a orilla de carretera, entre muchas casas, destaca la de Manuel Enrique por sus bellos jardines, una fuente gigante.

Cerca vivían unas vecinas que decían que eran brujas y muchos visitantes afirmaban que veían duendes.

En el cuarto de Manuel, se oía una bulla como el ruido que produce el papel celofán cuando lo manipulamos. Al frente de la ventana de esa habitación quedaba un corredor con dos mecedoras que se movían y chocaban contra la misma. Manuel pensaba que era la brisa o los gatos callejeros.


Una noche se acostó y al rato sintió que tenía un peso encima de su cuerpo que se movía y jadeaba. Del susto y con la fuerza que tiene, trataba de quitarse ese peso, pero no lo lograba.

Intentó gritar para que oyera su madre y no le salía la voz.

Era inútil todo el esfuerzo que hacía… ya sentía que lo estaban ahogando cuando por fin, pudo darle un tremendo manotazo y se sintió liberado de la presión asfixiante.

Un golpe seco se escuchó en el piso y luego una estela de humo se escapó por la rendija del techo… ¡¡¡tremendo susto!!!

Desde ese día, Manuel fue, noche a noche, víctima de pesadillas que atormentaron su vida; la falta de descanso influyó en su quehacer diario, al punto tal que se convirtió en un hombre huraño, de carácter agresivo. En el trabajo, sus amigos se alejaron, no era persona que agradaba su compañía, muy por el contrario, rehusaban acercarse.

Inclusive Palmira, con la cual había comenzado una cierta cercanía especial, se alejó de él, y en la última semana, rechazó una invitación para encontrarse a tomar una copa después de las horas de la oficina.

Los sueños macabros continuaron, sus noches se convirtieron en un verdadero suplicio. Su madre fue con su preocupación a consultar al Dr. Joseph, médico de la familia. Luego de escucharla decidió hacer una visita a la casa, y allí tratar de conversar con Manuel.

En un primer momento, al enterarse de la visita inesperada, anunciada por su madre, rehusó recibirlo, no obstante le merecía un gran respeto y sentía admiración por el facultativo, que con sus años de experiencia se supo hacer querer por todos sus pacientes y amigos.

El avezado doctor, escuchó por boca de la madre, la negación…ignoró la respuesta, y sin ninguna clase de temor, irrumpió en la sala principal donde se encontraba Manuel.

-Muy buenas, Manuelito, ¿estás ocupado?, quisiera conversar contigo…

Manuel se sobresaltó al ver al médico, no esperaba tal intromisión, dudó en un primer instante…sus facciones mostraron sorpresa…balbuceó unas palabras…levantó su diestra en señal de amenaza dirigida al doctor y con voz fuerte exclamó: ¡¡¡Fuera de aquí!!!

El Dr. no le hizo caso, sabía que no era el mismo desde que le salió la bruja. Ese cuento lo sabía el pueblo entero.

Como dice el adagio: pueblo chiquito infierno grande… así que con su psicología lo dominó y éste cambio de actitud aceptando la conversación, en la que el galeno muy inteligentemente le sacó todo lo que deseaba saber para poder tratarlo a nivel psicológico, emocional y físico.


En el fondo, el Dr. se dio cuenta que necesitaba también ayuda de un sacerdote, vidente o parapsicóloga, porque no era normal lo que sucedía y menos por tanto tiempo, que hasta estaba minando la salud, ánimo y deseos de vivir.


Esa noche le salió nuevamente la bruja, era una constante persecución y acoso. Ya no llegó con actitud agresiva, por el contrario, se apareció como un bombón, hermosa y radiante y Manuel no podía creer lo que estaba viendo.

Las insinuantes curvas lo atraían pero se acordó de lo que dicen: que si una bruja hace el amor con un elegido, este se muere… así que abrió la puerta del closet y sacó un frasco con agua bendita que ya tenía preparado por si las moscas.

Rápidamente la roció con ella y la bruja se volvió humo, mientras rasgaba la noche con sus fuertes alaridos… sólo se percibía un olor a pólvora.


Desde ese día Manuel, no obstante las reincidentes visitas de la nueva diva, quien, con su afán de entregarse de pleno, noche a noche hacía hasta lo imposible para convencerlo de aceptar dejarse llevar y emprender un sugestivo juego en el cual entrelazarían sus cuerpos y mentes con el fin de lograr un éxtasis que los transportaría a un mundo mejor…luchaba con todas sus fuerzas para no caer, una vez más, en las garras ahora disfrazadas de sexuales manos que le sugerían vivencias paradisíacas que desbordarían en una alocada lujuria.

Pasaron las noches, volvieron los días….

El avezado Dr. Joseph, reconoció, pues los hechos no le permitían encubrir sus pensamientos, que el caso de Manuel, era un estado extremo de auto-convencimiento, influenciado por quizás agentes internos que lo doblegaban al punto tal que le impedían actuar con libre raciocinio. Teniendo en cuenta las creencias religiosas de la familia, optó por vislumbrar la posibilidad de recurrir al párroco del pueblo, pues cabría la posibilidad de que su paciente estaría poseído por un alma diabólica, y la arriesgada solución sería llevar a cabo el llamado exorcismo.

La madre de Manuel recibió asombrada la proposición del médico, no entendía, mejor dicho, no aceptaba la idea de la gravedad del estado de su hijo, y en un momento de alteración, que más tarde lamentaría, se negó rotundamente a ello. Recordaba la película del exorcista y no deseaba que su hijo pasara por cosas parecidas a esas escenas diabólicas. Así que el médico respetó su decisión aunque no estaba de acuerdo y el sacerdote fue solamente a bendecir la casa para alejar las influencias negativas.

Una vecina, conversando con ella, mientras tomaban café, le empezó abrir los ojos a la madre de Manuel, y le dijo que pensara en las brujas, Eloína, Felícita y Ofelia, que vivían cerca de su casa y se la pasaban atendiendo clientela que venía de diferentes lugares, y que a ella le constaba que Felícita, a pesar de ser casada, estaba enamorada de Manuel… así que, ni lerda ni perezosa, encaminó sus pasos rumbo a la casa embrujada, como la llamaba todo el pueblo.

A todo esto, Manuel, desesperado por su estado, que lo atormentaba en sus momentos de lucidez, que cada día que transcurría eran menos, tomó una decisión, no estaba seguro pero comprendió que no tenía otra alternativa.

Fue a la casa del Dr. Joseph. Después de unas breves palabras le refirió la resolución que había tomado. El médico, aun sabiendo que aquello no sería aceptado por la madre de Manuel, no perdió más tiempo. Consideró que estaban en una carrera contra el tiempo. Le informó a su paciente, que viajarían a una comarca vecina, donde residía un viejo colega que era experto en el exorcismo y con seguridad no se opondría a brindar su ayuda.

Ese invierno fue duro, muchas cosechas fracasaron, los agricultores lamentaban y compartían sus penas con sus pares.

La vida continuaba su rutinario quehacer, salvo en la oficina donde trabajó Manuel, que había sido reemplazado por un joven bien apuesto, llegado de la capital que en forma rápida logró, sin esfuerzo alguno, conquistar a la mayoría de sus compañeras del trabajo.

Pasaron los años. Una gran cantidad de gente, no solo local sino también de los pueblos lindantes se habían congregado en el cementerio para despedir los restos de la que fuera en vida la madre del famoso mago e ilusionista Manuel Enrique, personaje conocido y de reputación mundial quien quedó atrapado en su propio arte.

Minutos después de terminada la ceremonia, Manuel espero a que se retiraran todos los que llegaron a despedir a su querida madre. Sin dudarlo, caminó unos pasos hasta encontrar la tumba del que fuera su médico, amigo y salvador, el sin igual Dr. Joseph. Se inclinó, y casi murmurando lo saludó y reiteró su sincero agradecimiento por la ayuda recibida y por haber mantenido en secreto el proceso de transformación que había logrado. Si, hoy era otra persona, aunque con el mismo nombre de aquel Manuel que un día partió hacia el mundo de las tinieblas.

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Autores

Trina Mercedes Leé Montillas de Hidalgo (Venezuela)

Beto Brom (Israel)

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*Registrado/Safecreative N°1805287207604

*Imagen de la Web c/texto anexado

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