La arena crecía en mi frente, unas letras se apilaban de tal forma que me mostraban un verso de belleza inexplicable, el verso se desintegraba y se transformaba en una casa con castillos cafés, un tapanco y ninguna puerta, mi cabello se integraba a la construcción, mi cabeza cercenada bailaba alrededor de ese café arenoso, podía respirar con tanta calma. Sólo un terror inexplicable abriría mis ojos, unas rocas enormes apiladas afuera de mi puerta.
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