Rebaños de personas

Rebaños de personas

Larairo Lara

21/05/2018

Mi abuelo decía que las personas eran como los rebaños, rebaños de cabras y rebaños de ovejas.

Las ovejas, se perdían y morían sin su pastor. Seguían al pastor, dócilmente, incluso al matadero. Otra cosa, decía, eran las cabras. Las cabras no necesitaban al pastor para encontrar el monte. Sabían donde estaba y lo alcanzaban solas. Allí las encontró muchas veces y trabajo le costó devolverlas al redil.

Las personas, me decía, son como los rebaños, hay personas-cabra y personas- oveja. «Tú qué quieres ser, hija?». Yo sonreía, porque el abuelo ya estaba mayor y se repetía, y me alejaba saltando de piedra en piedra.

Mi abuelo no era filósofo, ni intelectual. Era pastor. La pobreza y el hambre de la posguerra le obligó a cambiar la compañía de los niños del colegio por la de las cabras cuando apenas sabía leer. Aprendió a leer con novelas coleccionables de Estefanía LaFuente; geografía e historia, con los autodefinidos; y lógica y matemática, con los juegos de cartas. No. No era un filósofo, pero nunca he podido olvidar esa máxima de la lógica y todavía me sorprendo, de cuando en cuando, repondiéndole al viento: «yo, cabra».

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