Voy a hablar de mí misma, sólo por instinto,…instinto de supervivencia. Ven, asómate al palco y haz gala de una de tus sonrisas. Acompáñame a subir estos peldaños hacia el escenario de la vida, la tuya, la mía. Atento porque, ahora las miradas estarán puestas en mí y en ti. No te dejes impresionar, ni llevar por el murmullo de la gente, ni por esas pisadas de puntillas de última hora. Puede que la voz no salga y se quiebre la garganta, pero tranquilo, que es solo al principio. El ego supera todas las escalas de la realidad; en el escenario perderás la conciencia. La existencia, el ser o no ser, te hará abandonar la identidad por momentos. Te presento a «Ello», sí, él es el personaje, el que te va a cambiar la vida. Tu ego mediará ahora entre tu mundo interior y la realidad de quién te ve a través de tu personaje. «Ello» un día alimentó el ego de su autor cuando lo creó pero, libre de esa cuna, el personaje creció después en muchos artistas. «Ello» arborece en ti en un día y en otro, en meses y en años. Con el paso del tiempo el personaje cambia, y tú con él. «Ello» juega con la moral y las reglas sociales, te hace experimentar alegría, te castiga e incluso te hace sentir culpable. Gracias a él eres capaz de crear mundos. Te sientes divina, ensimismada….Talía, la musa de la comedia, Melpómene, la musa de la tragedia, y Calíope, la musa de la elocuencia, todas ellas te harán expresar tu relación con los “Otros” personajes y te darán a entender con tu personaje toda la vida que tienes dentro, te harán expresar la tristeza, la ira (esa la que te hace hervir la sangre, la que abrasa las entrañas) te sacarán lo que te conmueve y lo que te hace feliz. Habrá momentos en que el ego está tan pendiente de intereses propios que se olvida de los del personaje, entonces la escena se esfumará y quedará vacía, porque tu personaje sí tiene vida propia, y puede abandonarte, porque eres tú quien ahora no eres nadie, no estás realizado para coexistir en este escenario de la vida. En este instante un solo foco te va a iluminar, y cuidado, puedes caerte al foso porque has llegado al filo, donde ya no hay luz, y aquí tienes que encontrar el límite entre tu pasión y el orgullo de tu ego. No esperes el elogio, tal vez como mucho venga una sonrisa fingida. Ahora vuelve tras la pata del escenario, lee el libreto de tu vida y puede que cuando vuelvas a salir hayas recuperado a Ello, y tu «yo» salga desde su interior, abandonando tu ego.

Melania

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