Entre estas sábanas que son capaces de protegerte de todo, me entero que no duermes cuando es la quinta o sexta vez que te das vuelta. Me entero que no duermes, porque aunque tu boca no emite palabra alguna, tu cuerpo se queja de ese insomnio pesado que te arrebata minutos sagrados de descanso.

Tu cuerpo se mueve en línea horizontal, de izquierda a derecha, de arriba a abajo. Tu cuerpo se mueve moviendo el colchón y moviendo mi cuerpo dormido al lado de tu cuerpo.

Entre mi sueño, a medio despertar, no pude contar cuántas veces me arrebataste la sábana. Pero es que en realidad no importa la sábana. No importa si mi pie derecho quedó destapado o si en la séptima u octava vuelta la sábana cae al suelo y debemos prender el ventilador para no ser presa fácil de los mosquitos.

Y es que nunca entendiste que en realidad no importa la sábana. Y para ir más abajo no importa la cama; si en los primeros días dormíamos en un colchón prestado sobre el suelo. Tampoco importa el juego de living o las frases pintadas en la pared. Ni siquiera el orden o el desorden o la mugre que nos llega hasta el cuello. No importan mis libros, ni los utensilios de cocina, y sobre todo no importa la sábana.

Es la décima vez que te das vuelta buscando la posición correcta para dormir. Yo abro los ojos y llevo mi mano sobre tu frente. Con mis dedos, trato de borrar todos esos pensamientos que no te dejan descansar. Muevo los dedos haciendo círculos y ahora mis dedos son los que ayudan a sacar tus ideas arremolinadas de esa pequeña cabeza. De esa cabeza que hace todo más grande o todo muy insignificante según conveniencia. Te acaricio la frente para después jugar con tu pelo, y al compás del torbellino entre: mis dedos, tu cabello y ese incendio de ideas, te cuento la historia que leí antes de irme a dormir.

Te cuento una historia para apagar el incendio que te calcina por las noches. Que calcina tu deseo de entender el motivo de mi historia. Y el motivo de despertar, a media noche, para rascarte la cabeza; aunque hayamos discutido sobre las sábanas… o debajo de ellas. Te cuento una historia porque muchas veces es más fácil desviar el pensamiento citando a un personaje cualquiera, de un lugar cualquiera, para comprender que no somos los únicos a los cuales les pasan cosas. Para entender que existen otros y que los pensamientos que no te dejan dormir, al lado de esos otros, o debajo de las sábanas, son insignificantes.

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