30 DE ABRIL DE 1972, CURPI CAYÓ MUERTO FRENTE A MIS INCRÉDULOS OJOS.

30 DE ABRIL DE 1972, CURPI CAYÓ MUERTO FRENTE A MIS INCRÉDULOS OJOS.

¡Con estas cosas no se juega Javier! Me gritó severamente el señor Coupdroi, más rojo que un camarón (de hecho, así era como le decíamos ¡El camarón!), en mi desesperación grité más duro aún .- ¡Claro que no! ¿Con quién diablos cree usted que está hablando? Deje usted de perder el tiempo, me reservé las ganas de decirle “como idiota”, y vaya a verlo a la esquina, en el puesto de periódicos, ante el enorme póster de la bien dotada y suculenta rubia encuerada que estaba contemplando ardientemente. De hecho casi tengo la seguridad de que estaba haciéndose lo que los chavos llamábamos «sus chaquetas mentales», es decir, masturbándose con la imaginación, que dicho sea de paso, suele ser, en algunos casos, más poderosa que la realidad. Muchos budistas envidiarían semejante ejercicio de imaginación y concentración para algunas de sus meditaciones.

Él nunca dio la impresión de ser un niño enfermo ni con problemas pese a usar dos muletas metálicas de las que te llegan hasta el codo y cojear un poco, creo que con el pie derecho. De hecho, al más puro estilo de un viejecito de un anuncio de tele que tira al piso dos muletas idénticas para ponerse a bailar alegremente y con singular entusiasmo, Curpi tiraba las suyas y lo mismo se enfrascaba en una buena pelea a puñetazo limpio, que se ponía a jugar bascket bol desbordando una impresionante pasión en ello. Es por eso que no podía yo dar crédito a lo que veía, él yacía muerto frente a mi, con sus inseparables anteojos redondos puestos, sus dos muletas, la mochila colgada a la espalda y una cara de susto que por poco me mata a mi también. Era, como hoy, un caluroso, muy alegre y musical 30 de abril pero del año de mil novecientos setenta y dos, una fuerte tormenta y granizo amenazaron en vano pues no se soltaron sino hasta el día siguiente. Así que el ambiente de fiesta no se vió interrumpido por eso. Había en esa secundaria de ex­_hermanos lasallistas tres grandes reglas de oro: En primerísimo lugar estaba estrictamente prohibido llevar y ver revistas pornográficas, en segundo llevar cigarros y fumar y en tercero, pero muy muy atrás, faltar al respeto a los profesores, personal de intendencia y compañeros, en el último caso, se exigía abstenerse, a toda costa, y en todo momento y circunstancia, de soltar malas palabrotas (groserías), albures o señas obscenas como la clásica de dejar el dedo cordial, ó mayor, extendido con todos los demás encogidos o el de medio cerrar todos los dedos de la mano levantando un poco más el meñique al tiempo que se muestra al otro la parte de la palma que queda libre. (Creo recordar que significaba algo así como: «¡mocos güey!» (cualquier cosa que eso quiera decir).

Una cuarta restricción, muy severa, con la cuál nos espantaban un día sí, y al otro también, era el no poder aceptar por motivo alguno, ejemplares del Periódico Madera que distribuía gratuitamente la Liga Comunista Veintitrés de Septiembre, que se sabía era auspiciada, promovida y operada a prudente distancia clandestina por el régimen de quien fuera el dictador Fidel Castro Ruz encabezada por el fatalmente famoso y muy temido guerrillero urbano y suburbano Lucio Cabañas cuyos fanáticos seguidores no paran de cometer cuanto crimen, desmán y tropelía pueden principalmente en Ayotzinapa, Guerrero, La Escuela de Agronomía de Chapingo y en la Ciuadad de México. La actividad propagandística y de distribución del «Madera» estaba a todo lo que daba a las afueras de la Universidad del Valle de México que estaba enfrente de nuestra escuela, en la calle de Sadi Carnot, colonia San Rafael de la Ciudad de México. También había distribuidores de ese panfleto y de drogas en la preparatoria contigua. Hoy esos ejemplares son altamente cotizados entre investigadores e historiadores pero en aquellos ayeres muchas personas pasaron muchos años encerrados, la mayoría sin juicio o expediente alguno por tan solo portar uno de estos. Es por eso que muy a pesar de mi naciente curiosidad política, sociológica y periodística, nunca me atreví a aceptar un ejemplar.

Yo siempre traía una cajetilla de cigarros, faritos, tigris o delicados (eran los más baratos) en mi pesado portafolios negro y las autoridades de la escuela lo sabían, la única condición es que nadie me los fuera a ver ni por accidente, no los fumara yo y mucho menos convidara a mis compañeros. La razón para tal excepción era muy comprensible, de regreso a mi casa tenía que pasar yo frente a una inmunda vecindad de quinto patio en cuya entrada solía encontrarse una bola de borrachos y droga adictos, “me hice su cuate”, invitándoles un cigarrillo, que me proporcionaba mi papá, y de vez en cuando, en días festivos principalmente, una cerveza. El resultado natural era que no solo no se metían conmigo sino que cuidaban escrupulosa y celosamente que nadie más osara a hacerlo, lo mismo que con todos mis hermanos y hermanas.

Ahora por sórdido y absurdo que pudiera parecerme, tenía a ese flacucho irascible y muy presuntuoso por haber sido una chucha cuerera para las matemáticas y la física. De pelo rizado, anteojos y muletas, muerto ante mis ojos y todo por una broma, una estúpida broma de un pobre imbécil que no sabía que su víctima padecía de serios problemas del corazón, especialmente de la aurícula izquierda.

“ Ego te absolvo pecattis vestrix in nomine patris, et filli, et stpiritus sancti». Amén. Medio me la había aprendido durante mis años de acólito con los jesuitas en la primaria y de inmediato pegué carrera con rumbo a la escuela pese a que eso de correr nunca se me ha dado mucho que digamos mas para casos de extrema urgencia como ese, en el que Curpi, el más rápido de nosotros para tirar puñetazos a la hora de comernos un buen pollito de recreo por un quítame de ahí esas pajas, cayó muerto repentinamente frente a mis incrédulos ojos, todo se vale. Cuando menos eso fue lo que me enseñaron los jesuas durante mi primaria en el Instituto Patria. Créanlo, o no, esta historia es cien por ciento real, tan solo cambié nombres para proteger familias. FIN.

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