Leer antes de usar

Leer antes de usar

Yago Díaz

10/07/2018

Yacía dentro de una caja cerrada que se enfriaba veloz, aporreando con los brazos encogidos la pequeña ventanilla a la altura de su cabeza(si hubiera leído el manual con más detalle sabría que era inútil, podía resistir terremotos u otras catástrofes con su blindaje). El aire gélido circulaba con sigilo a su alrededor, vistiendo su piel de pelos erizados. La resignación fue sustituyendo al pánico, mientras dejaba de percibir el tacto en sus entumecidas manos, recordó su última visita al hospital, una revisión rutinaria a cargo de la empresa:

Le hicieron una multianalítica combinada con metarresonancia, y luego el diagnóstico: Glioblastoma multiforme de grado IV, uno de los pocos tipos de cáncer para los que no se había descubierto cura. Se podía imprimir cualquier órgano del cuerpo, menos el cerebro. Significaba de tres meses a un año de vida, en el mejor de los casos, con pérdida de capacidades psicomotrices, sensoriales y cognitivas, todo aderezado con tratamientos agresivos y una interminable lista de medicamentos paliativos. Firmó todos los papeles que le presentaron sin a penas mirarlos, también el de desconexión del soporte vital, llegado el caso.

La empresa le concedió una baja indefinida y no escatimó en gastos: instalaron en su domicilio un sistema de climatización terapéutica avanzada, los sensores incorporados detectaban sus cambios de presión arterial, hiperventilación, taquicardias u otros síntomas; adecuaban el ambiente en temperatura y humedad precisas, también administraba calmantes por vía aérea.

Pasó varios días sin salir de casa en modo piloto automático. El tumor ya se había hecho cargo de su espíritu, mucho antes que de su cuerpo; se convirtió en un inerte anhelo de vida. En aquel idiosínterin, sonó el teléfono.”Malditos teleoperadores, no hacen más que joder”-pensó con absurdo desahogo-. Descolgó la llamada, con enfado y prisalgia:

—¿Qué quiere?

—Buenos días, el motivo de mi llamada es una oferta que no podrá rechazar.

—Tengo cuanto necesito, no me moleste más.

—¿Seguro?

—No me haga perder el tiempo —le espetó.

—Eso es justo lo que le ofrezco, tiemplanza. —La respesta chanflotó unos instantes a través del vibracio telefónico durante un eternilencio.

—¿Tiemplanza?

—Sí, es la esperanza de disponer de más tiempo. Según nuestros datos, está usted cruzando el umbral de su esperanza de vida, y nosotros queremos ayudarle.”¿Cómo rayos saben que me muero?”

—¿Y qué piden a cambio?

—Lo mejor es que no tiene que preocuparse por eso, no nos tendrá que pagar nada hasta que disponga de toda la tiemplanza que necesite.

—Le advierto que si esto es una broma usted sí que pagará las consecuencias.

—No es mi intención, tan sólo permítame unos minutos y se lo explicaré todo.

Luego de un chiflévere discurso, acordaron la visita al domicilio del personal de la compañía para entregarle el producto.

Se trataba de una cápsula criogénica autónoma muy voluminosa que tuvieron que introducir con ayuda de una grúa por el balcón, causando un gran barruntropicio.

—¿Y cómo se supone que debo saber cuando es el momento idóneo para congelarme?

—Cualquier momento antes de su fallecimiento es idóneo, la ley ya permite que las personas suspendan sus funciones vitales en el momento que ellas quieran, para beneficiarse de los futuros avances médicos. Sólo usted puede utilizar la cápsula, que tiene seguridad biométrica, además de las claves facilitadas. Tiene que leer el manual antes de usar el aparato, no se preocupe, está diseñado para gente mayor y es muy fácil de entender. —Aquella frase le sentó como un cuchillo en la espalda.

—Márchense de aquí antes de que me arrepienta de haberles dejado entrar.

—En cuanto nos firme los documentos de entrega. —Le mostró un cristaluz con la información del pedido, la fecha y hora de la entrega, que firmó con el dedo, dejando un garabato luminoso que remotamente recordaba a su firma en papel.”Esto lo podría haber hecho cualquiera”. El operario pareció pensar lo mismo, ya que también le realizó un escáner ocular y una autenticación por voz, que de inmediato transfirió a la cápsula para que pudiese ser activada.

—El equipo de Orion Life Extension Foundation agradece su colaboración y le desea una próspera tiemplanza.

El manual, en efecto, no era difícil de entender e indicaba que luego de la autenticación se debería de introducir en la cápsula en un plazo de una hora, el resto del proceso sería automático. Tardó poco tiempo en tomar la decisión, sabía que su estado empeoraba por momentos y no tenía ningún asunto pendiente que resolver. Dejó un videomensaje de despedida en el escritorio y se tumbó en el acolchado receptáculo. Se escuchó un leve chasquicheo y la puerta comenzó a cerrarse.

En el momento en que la puerta se bloqueó, la cápsula transmitió una señal al centro operativo de Orion Life Extension Foundation y varios técnicos acudieron al domicilo, entrando con la copia de la llave facilitada por si surgía alguna avería.

Desde el interior de la cápsula inataráxica, ya sin fuerzas pero todavía consciente, escuchaba distorsionada la conversación:

—Es inhumano que no se administre sedante antes de la trasfurnación corporal.

—No olvides que no estamos tratando con un ser humano, sólo es una máquina dentro de un cuerpo clonado, una vez que ha cumplido su ciclo productivo es necesaria la restauración celular, el borrado y volcado de memoria, lo que es incompatible con cualquier substancia que interfiera en el quimerensueño.

—¿No recordará nada?

—Ni siquiera se acordará de su sexo, el nuevo puesto requiere una modificación.

—Ojalá algún día no sean necesarios estos procedimientos. —Miró a los ojos a través de la ventanilla, que se habían quedado inmóviles y almajutos por el frío extremo.

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Se despertó con sueñoledad y débil, pero alegre a la vez. El día anterior había abracariciado a todo el mundo en la celebración por su flamante contrato de CEO en la empresa que tenía mayor proyección internacional de los últimos años, Orion Life Extension Foundation.

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