LA AÑORANZA

LA AÑORANZA

No pudo ser sino después de su nueva aparición (en mis adentros quizás no tan intuida, a la vez que simplemente demasiado esperada), cuando posible fue que ese montón de imágenes improvisadas, constituyentes de un episodio que ahora mismo y de manera rigurosa me resulta imposible en el tiempo precisar; terminaron por recibir un nombre claro que dignificase su condición, generalmente asociada a la de recuerdos accidentales y difusos, respecto a los cuales el olvido siempre tendría grandes posibilidades para vencer: pues hasta la terquedad y cierta insistencia indebida que ella me señalo más de una vez, partían en desventaja frente a ese gigante invisible del mundo y de la historia, que todavía hoy y respecto a más de una cosa, su trabajo sin duda alguna muy eficiente viene a ser, aunque la constancia de ello, a propios y extraños fácilmente pueda llegar a doler.

El episodio que en estas líneas a ti y a los demás me atrevo a contar, desde el primer momento un poco me intimido. Quizás por ello estuvo recluido discretamente en la azotea de mí ser, confinado y sin nombre, seguramente a la espera de su más que presumible reivindicación. En el mismo aun hoy puedo recordar, sobre todo como estaban representadas con tal claridad, las formas imprevisibles de su mirada y la profundidad original de sus ojos: cuando a estos las alegrías no han de acompañar, para el pesar no solo mío sino de la entera humanidad, al punto que no tuve problemas por un tiempo en dudar, de la posibilidad verosímil de aquel acercamiento: sucedido en un lugar donde el verdor circundante no era adornado por las flores diversas y olorosas; a las afueras de una suntuosa casona, donde una fiesta avanzaba pese a la caída de la noche; y donde también aprovechaba yo para eludir a Fernando y Rogelio; con el objetivo subrepticio aunque a la vez inocultable, de correr tras una presencia cercana a la vez que distante; mientras que una mirada especial solicitaba con amabilidad piadosa, algunas cuotas de prudencia, que incapaz al parecer era de otorgar quien escribe, en aquella hegemónica oscuridad, tan solo iluminada por una decena de estrellas, que casi fungían de escoltas de una luna menguante, que parecía no tener mayor intención para fácilmente dejarse ver, como las anunciadas y esperadas obras de arte, antes de la sesión artística que celebres las habrá de hacer.

Hoy cuando el peso de la realidad concreta se impone finalmente, para que los deseos edulcorados con el viento libre de los anhelos improbables, terminen por estrellarse contundentemente con el mundo tal cual como es (aunque no como debería ser), es cuando encuentro el nombre propicio para aquella visión involuntaria que alegro una noche ya distante, a la vez que interrogo no pocos días siguientes, incluyendo también unos cuantos más recientes del inmediato ayer, que pese a pataleos y protestas no volverán plenamente a regalarnos enteramente su anterior amanecer. Como imagino que se sospechara, el autor del título que merece ese espacio entre ficcional y real que mi cabeza pudo reproducir, no puede ser alguien a quien la angustia y las contradicciones en los últimos días le ganan la partida. Por ello creo dejar claro que solo a ella, le ha podido venir bien aquella ocurrencia, para titular aquellos hechos de alguna forma más cercanos que distantes, donde una visión puede tener la intensidad de un recuerdo, y el deseo sincero puede tener el poder de asemejarse a una realidad cuyo advenimiento quizás, no esté tan claro que pueda próximamente ante tantas circunstancias y contradicciones, el poder finalmente sobrevenir. A fin de cuentas: tenía que ser ella y en horas de nuestra última despedida, quien acuñara un par de palabras que también pueden verse como concepto: donde perfectamente podría describirse cierta intensidad imperecedera, condenada a caminar junto a una esperanza de posibilidad extraña: saturada de nobles sinceridades, poblada de bienquerencias y buenas voluntades, pero atravesada generalmente por no pocos imposibles, que han de dar dimensión humana palpable, a lo que de otra forma parecería una oportunidad nada desdeñable, para asaltar el universo entero: el cual a día de hoy pese a no pocos avances, sigue siendo inabarcable para nosotros, los que todavía no somos cosa distinta a la de simples presencias temporales, en una tierra donde todos también tenemos la condición común de moradores mortales.

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