Ilustración 1: La Ciudad Esmeralda, con árboles frondosos y flores de colores brillantes, bajo un cielo azul radiante.

La mágica Ciudad Esmeralda, donde los árboles eran tan verdes como esmeraldas pulidas y las flores perfumaban el aire con dulces aromas, vivía un príncipe llamado Pilio. Era un joven alto y fuerte, con ojos verdes que brillaban, reflejando la bondad de su corazón. Sin embargo, había algo que lo hacía sentir triste e inseguro,  su gran abdomen, como un pez fuera del agua. Prefería esconderse en su habitación, observando la vida pasar a través de la ventana.

Ilustración 2: Pilio asomado a la ventana de su castillo, con una expresión melancólica mientras mira el jardín.

Desde su ventana, Pilio podía ver un hermoso lago que rodeaba su castillo y un jardín lleno de flores de todos los colores, como un arcoíris en la tierra. Pero un día, mientras miraba por la ventana, vio algo que iluminó su corazón: una hermosa damisela llamada Luz.  era una niña de cabellos dorados que danzaban al viento, con una risa tan alegre que resonaba como música en el aire. Luz jugaba entre las flores, llenando el jardín de risa y alegría,  su presencia hacía, que todo a su alrededor brillara aún más.

Ilustración 3: Luz jugando entre las flores, con mariposas revoloteando a su alrededor.

Cautivado por su belleza y alegría, Pilio decidió preguntar a uno de sus empleados sobre ella. “Esa es mi hija, Luz”, respondió Lino, el jardinero, con una sonrisa orgullosa. “Es la luz de mis ojos. Su madre falleció cuando ella nació, y juntos disfrutamos de la belleza de este lugar”.

Día tras día, Pilio observaba a Luz desde su ventana, hasta que un buen día, decidió salir de su habitación y acercarse al lago. Cuando Luz lo vio, se asustó, pensando que iba a ser regañada por estar en el jardín del palacio. Pero Pilio, con una sonrisa amable y un brillo en sus ojos, le dijo: “No te asustes, soy Pilio, el príncipe. Cuéntame, ¿qué te hace reír tanto?”

Ilustración 4: Pilio y Luz en la orilla del lago, con una atmósfera de amistad y alegría.

Luz, un poco nerviosa pero encantada, respondió: “Disculpe, no quise molestar. Solo disfruto de la belleza del lago, el aroma de las flores y la caricia del viento. Todo esto me hace muy feliz”.
“Tu risa me ha llenado de vida”, dijo Pilio, sintiendo que algo especial estaba floreciendo en su corazón, como un brote que se abre al sol. Luz, con su espíritu libre y su risa contagiosa, lo invitó a nadar, pero él, abrumado por la timidez, corrió de vuelta a su habitación.

A pesar de su huida, la amistad entre Pilio y Luz creció día a día. Se encontraban en el lago a la misma hora, compartiendo risas y secretos. Un día, Luz le preguntó por qué siempre estaba en su habitación. Pilio, con tristeza, le confesó su vergüenza por su barriga.
“Pilio, no debes sentirte así”, le dijo Luz con dulzura, sus ojos brillando con sinceridad. “La verdadera belleza está en tu corazón y en tus acciones. Aceptarte tal como eres es el primer paso para ser feliz”.

Ilustración 5: Luz abrazando a Pilio, con un fondo de flores que parecen sonreír.

Las palabras de Luz resonaron en el corazón de Pilio como un canto de esperanza. Con un abrazo tierno, le agradeció por abrirle los ojos. “A partir de hoy, seré diferente”, prometió con determinación.

Y así fue. Pilio comenzó a salir de su encierro, haciendo ejercicio y disfrutando de la vida al lado de Luz. Con el tiempo, su amistad se transformó en amor. Pasaron los años, y cuando Luz cumplió la mayoría de edad, Pilio, con el corazón lleno de alegría, le pidió que se casara con él.

Ilustración 6: Pilio de rodillas, con un anillo en la mano, mientras Luz sonríe radiante.

Bailaron bajo las estrellas, rodeados de flores y risas, y vivieron felices en la Ciudad Esmeralda, donde el amor y la aceptación florecieron como las flores en su jardín.

Y así, el príncipe Pilio aprendió que la verdadera belleza no se mide por la apariencia, sino por la luz que llevamos dentro, y que la amistad y el amor pueden iluminar incluso los corazones más tristes.

Ilustración final: Pilio y Luz, tomados de la mano, caminando juntos por el jardín, con un arcoíris en el cielo.

**Fin**

*Autora: Naiz Francia Jiménez D’Arthenay*

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