Blaze! Capítulo 29

Capítulo 29 – Viaje Alucinante.

Bueno, yo… –dijo Albert, girando ambos ojos en distintos sentidos, desvaneciéndose frente a Blaze, quien alcanzó a cogerlo antes de que precipitara al piso, arrugándose como un resorte.

¡Albert! –gritó Blaze, sosteniendo al lánguido muchacho, sintiendo como su energía mágica descendía lenta y gradualmente–. No te mueras en mis brazos, Albert…

La maga apoyó al muchacho en el desolado paraje en que se encontraban, usando su espada como mástil y su capa como una pequeña tienda, cubriendo del sol al desmayado oráculo.

¡Regeneration! –exclamó la mujer con apuro, imponiendo sus manos sobre el inconsciente joven–. No despierta, igual que ayer, al menos no siguió la disminución de su energía, ¿qué le pasa?, ¿por qué no despierta?

Albert se encontraba estable, pero su señora no podía asegurar que despertase y no sufriera nuevamente una recaída. Blaze se sentó a su lado, controlando sus signos vitales, pensando en que podía hacer para arreglarlo, evitando tomar una determinación que le parecía completamente desagradable.

No sé qué le pasa, puedo estar reanimándolo hasta quedarme sin energía demoniaca y después ¿qué?, ¿lo veré morir sin más? Aunque me cueste aceptarlo, estoy acorralada contra una pared, no sé qué hacer… –pensó la muchacha, observando el tranquilo respirar de Albert, esperando que siguiera así–. No me queda otra, tendré que pedirle ayuda o Albert morirá, es su única opción de sobrevida, tendré que tragarme mi orgullo y aceptar sus palabras.

Blaze se acomodó en el piso, adoptando una posición de meditación, controlando su respiración e imaginando encontrarse en una alta cima, arrojándose al vacío para encontrar su muerte en las afiladas rocas de un profundo desfiladero, estrellándose sin dolor alguno en el fondo. Su mente se acalló completamente, viendo un muro de color gris frente a ella por unos segundos, parpadeando al instante, viéndose luego flotando por sobre su cuerpo, unida a este por un delgado y brillante hilo.

Debo apresurarme –dijo la maga, flotando y desapareciendo de la escena, dejando a Albert y su cuerpo en la improvisada tienda de campaña.

El cuerpo astral de Blaze se aceleró a través del aire, pasando por entre centenares de personas, árboles, paredes, animales, sobrepasándolos a todos, dirigiéndose a la casa de su maestro Echleón, llegando a la vivienda en cosa de segundos, gritando el nombre del quizá bicentenario hombre.

¡Echleón, Echleón! ¿Dónde estás? –preguntó la joven, revisando todas las habitaciones de la casa, sin hallar al anciano mago–. No creo que esté…

Blaze salió al patio de la vivienda, encontrando al saco de huesos de su maestro bajo la sombra de un árbol frutal, tendido en una silla, con los pies sobresaliendo de su sotana negra, imagen que espantó a la joven.

Te escuché, ¿tienes algo para mí? –consultó el cadavérico hombre sin inmutarse por la presencia astral de su alumna, con su siempre inmóvil boca–. El calor del sol llega directamente a mis huesos.

Así veo –comentó Blaze, alejando la vista de los huesudos pies del mago–. Necesito tu ayuda, urgente, no hay tiempo para explicaciones.

Echleón se desdobló sin esfuerzo alguno, moviendo y estirando las extremidades de su cuerpo astral, pero hablando con su quijada fija, como si tuviera la boca sellada.

Hace años que no hacía esto, es lo más cercano a mover realmente mi cuerpo –dijo Echleón, terminando de elongar sus piernas.

Rápido, ¡vamos! –inquirió Blaze, agarrando de la mano a su maestro, transportándose de vuelta al sitio donde dejó a Albert.

La joven reingresó en su cuerpo, abriendo los ojos, viendo a su maestro flotar a su lado.

¿Y quién es este? –preguntó Echleón, observando al muchacho inconsciente–. Es claro que es un oráculo…

Viejo maldito, lo hizo de nuevo, ¿cómo puede saberlo con sólo mirar? –pensó Blaze, recordando otras ocasiones en que hizo similares acotaciones–. Él es Albert, mi escudero.

Tu escudero –respondió Echleón sin ánimo, sacudiendo imperceptiblemente su cabeza a modo de carcajada–. ¿Qué le ha pasado? Veo que lo has reparado al menos dos veces este último tiempo.

Ahí va de nuevo –dijo Blaze en su mente–. Por eso te traje aquí, no sé lo que le pasa, ya son dos veces que cae inconsciente sin despertar y…

Echleón descendió al piso, volviéndose más vívido, como si se encontrara realmente presente, acercando sus manos a Albert, examinándolo de cuerpo entero, moviéndolo de su sitio de reposo, sorprendiendo a Blaze.

¿Cómo lo moviste?, ¿por qué tu cuerpo astral se ve tan tangible? –preguntó la maga, intentando tocar a su maestro, impactando con su mano una de sus esqueléticas piernas–. ¡¿Qué?! ¿Estás aquí?, ¿cómo viajaste…?

¿Qué? Esto es una proyección física, mi cuerpo sigue allá, en casa –espetó Echleón, sin explicar su técnica–. ¿Revisaste sus heridas antes de curarlas?

No, sólo lo curé y… –dijo la maga, siendo interrumpida por su maestro.

Mira, en su cabeza, hay un remanente de energía demoníaca. Siempre que se usa un hechizo como el Regeneration quedan trazas de las lesiones reparadas, examínalo –ordenó el maestro.

Blaze se puso por sobre Albert, apoyando la cabeza del joven en sus muslos, toqueteándola con los ojos cerrados para percibir la energía remanente que mencionaba Echleón.

A ver… Esto parecen ser heridas superficiales, raspaduras… ¡Aquí! Esto es una herida profunda –observó la muchacha–. Pero el hueso está reparado, en su lugar…

¿Acaso no lo entiendes? Bueno, si no se te ocurrió revisar antes de curarlo, habrías notado que algo se enterró en su cráneo, quedando atrapado dentro de su cabeza luego de que el hueso se reparó –explicó Echleón, desconcertando a su alumna.

¿Qué… qué puedo hacer? –preguntó Blaze, entendiendo la complejidad de la situación, avergonzada por su impericia.

La verdad es que tienes pocas opciones. Abrir su cráneo y retirar lo que esté causando el problema, pero puede que lo mates antes de poder lograr reparar el daño hecho. También puedes dejarlo morir en paz o matarlo para no alargar su sufrimiento –enumeró Echleón desapasionadamente.

¡No puedo dejarlo morir! Utilizaré el Degeneration para destruir lo que esté causando el problema mientras voy reparando el daño causado con el Regeneration, ya lo hice una vez y funcionó –mencionó la alumna, recordando la curación de Ephraim junior.

Es posible que lo salves, pero ¿puedes asegurar que no destruirás su mente? Estás hablando de destruir y reparar su cabeza al mismo tiempo. Sinceramente, no te lo recomiendo –opinó el anciano, desalentando a la pensativa maga.

¡Rayos! Si hubiera estado usando su casco cuando Datiel estaba retirando el trozo de Divine Scarlet Heart, nada de esto estaría pasando –se lamentó Blaze, golpeando el piso con ambos puños, levantando polvo.

¿Lo encontraste? No puede ser, ¿dónde lo tienes? –preguntó Echleón, volviendo a su apariencia fantasmagórica, dejando también de ser tangible–. No, claro que no, no lo tienes.

Así es. Lo alcancé a tocar con la punta de mis dedos y desapareció. Pero no te preocupes, tenemos algunas pistas para seguir, te contaré si me ayudas a salvarlo –respondió Blaze, intentando engatusar a su maestro para que le dijera alguna forma de mantener a Albert con vida.

Por más que quiera un trozo del Divine Scarlet Heart, no se me ocurre nada más, lo siento –dijo el maestro con lánguida voz.

Blaze se quedó en silencio, pensativa, mirando a su escudero, sintiendo como volvía a disminuir su energía mágica, cerrando los ojos para concentrarse en una solución.

¿Y si… y si entro astralmente en su cuerpo? –preguntó la joven.

Sólo lo poseerías, pero lo veo bastante improbable, no eres un demonio, no tienes esa capacidad invasora. Además, su alma no permitiría tu entrada, si estuviera muerto podrías entrar sin ningún problema –respondió el maestro, desestimando la idea.

No, no me refiero a entrar como si quisiera poseerlo, sino que entrar en su cuerpo, por sus órganos –acotó Blaze.

No se puede, un cuerpo astral no puede superponerse a otro, te rechazaría –negó Echleón.

¿Y entrar dentro de su cuerpo astral? –preguntó la maga.

Eso sería posible, pero bastante improbable. Para lograr eso, tu cuerpo astral debería encogerse hasta el tamaño de los conductos presentes en su cuerpo sutil. Sin embargo, puedes romper tu propia matriz etérica, destruir la unión de tu mente, de tu alma, el precioso cordón de plata. Es muy peligroso –mencionó Echleón, desaprobando el planteamiento–. Morirás antes que él.

Aun así, lo haré, al menos lo intentaré –contradijo Blaze, cerrando los ojos para concentrarse y lograr desdoblarse.

¡No lo hagas, Blaze! –gritó el anciano, desapareciendo del lugar, cansado por haber utilizado su magia a tan larga distancia, regresando a la silla dispuesta bajo la sombra del árbol.

Echleón rezongó en su asiento, volviendo a sentir su entumecido cuerpo físico.

Estúpida chiquilla, arriesgar todo de ese modo –dijo Echleón, molesto por la impulsividad de su discípula–. Pase lo que pase, no me queda más que esperar.

Ahora, a descubrir donde está mi límite –susurró Blaze, concentrándose para salir nuevamente de su cuerpo.

El cuerpo astral de la maga quedó flotando sobre Albert, quien yacía echado en el piso, respirando sonoramente, casi roncando, sin saber que su vida peligraba con cada minuto que pasaba.

¿Y qué hago ahora? No conozco técnica alguna o hechizo que me ayude a alterar mi cuerpo astral –dijo Blaze, flotando con sus translúcidas piernas cruzadas–. Intentaré meterme a la fuerza, Echleón no puede tener la razón siempre…

Blaze presionó fuertemente su frente contra la cabeza de Albert, intentando introducirse a presión, siendo rechazada por el cuerpo astral oculto en el cuerpo del malogrado muchacho.

¡Maldición! Como lo odio, siempre tiene la razón, viejo de mierda –blasfemó la joven, agarrándose la cabeza con las manos–. La presión astral es muy fuerte, es prácticamente como si le hubiera dado un cabezazo… Presión astral, presión, ¡ya sé con qué encogerme! ¡Ethereal Fortress!

Blaze quedó rodeada por una esfera energética utilizada normalmente como defensa ante ataques externos, volviendo a preguntarse qué hacer.

Entonces… debería encoger la Ethereal Fortress conmigo dentro, fortaleciendo a su vez el campo protector para que no colapse por la presión interna… probaré con un pequeño incremento de poder… –dijo Blaze, tanteando la situación, sintiendo como era apretada por su propio hechizo–. Eso no se sintió tan mal, sólo debo encoger hasta llegar al tamaño de un conducto del cuerpo sutil…

La fortaleza etérea se contrajo gradualmente, presionando el cuerpo astral de Blaze contra las ovaladas paredes, produciendo un leve tintineo que se acrecentó a medida que el espacio se reducía, volviéndose una ensordecedora estridencia al disminuir visiblemente el tamaño. El cuerpo de la maga se acomodó al área interior del campo protector, haciéndose más pequeño, flotando holgadamente dentro del diminuto ovalo, concentrándose una cálida luz azulada en el medio de su torso, rodando sobre sí misma, siendo esta el origen de la estruendosa estridencia.

Increíblemente, no dolió nada –dijo Blaze, mirando a través de la esfera defensora y luego a su abdomen–. Esto es nuevo. Bueno, a buscar una entrada.

Blaze flotó cerca de la cabeza de su escudero, examinando la zona en búsqueda de energía astral que le indicara la presencia de una entrada a su cuerpo etéreo, posándose sobre la piel de su mejilla izquierda.

Todo se ve enorme. Esto sería más fácil si estuviera desdoblado, pero así no podría entrar a su cuerpo físico, no sé de qué me quejo –rezongó la joven, levantando su mano derecha para ponerla sobre sus ojos, sintiendo una fortísima descarga eléctrica en su codo–. ¡Ouch! ¿Qué fue eso?

La descarga sentida hizo que el campo de fuerza se ensanchara, creciendo también su cuerpo astral, debiendo aplicar nuevamente presión para encogerse.

Debo apresurarme, no podré mantener este tamaño por mucho tiempo o me quedaré sin fuerzas –pensó la mujer, mirando rápidamente en todas direcciones–. ¡Allá, encontré uno!

Blaze se abalanzó en el conducto encontrado, dejándose caer en su interior, deslizándose dentro de este como si fuera un pozo sin fin, girando y serpenteando, cayendo luego en una especie de terreno llano, azotándose dentro de su fortaleza.

¿Qué es este lugar? –se preguntó Blaze, viendo una infinidad de Alberts interactuando con miles de sombras humanoides, mutando sus formas, materializándose sentimientos, conceptos, conocimientos, mostrando el significado intrínseco de la realidad desde el punto de vista del oráculo.

La maga fue sacudida nuevamente por una descarga, quejándose levemente, pero no se preocupó por esto, contaba con mayor espacio en el lugar que se encontraba, guardando sus fuerzas para cuando debiese salir.

No sé si estoy arriba o abajo, debo encontrar las trazas de energía demoníaca dejadas por el Regeneration, así hallaré lo que tiene a Albert en este estado –pensó Blaze, mirando en todas las direcciones, viendo cuanto se había extendido su hilo de plata, siguiéndolo hasta la boca del conducto por el cual se precipitó hace un rato–. No se ha cortado, me servirá como guía para salir de aquí.

Después de unos minutos de búsqueda, logró dar con la energía remanente del Regeneration, que se asemejaba a una larga e interrumpida lanza roja clavada en el terreno que se encontraba, contrastando totalmente con el color aguamarina transparente del cuerpo astral de Albert.

Supongo que estoy hacia abajo, debo ir en esa dirección –dijo Blaze, acelerándose a la velocidad del pensamiento, debiendo llegar en un segundo al lugar dañado, pero el camino parecía ser infinitamente largo, sintiendo además como si fuera succionada hacia atrás, por un atrayente vacío.

La maga escuchó su nombre repetidas veces, sintiendo como miles de miradas se posaban sobre ella, reteniendo su avance, engulléndola, intentando fusionarla con el terreno astral de Albert, desquebrajando al Ethereal Fortress.

Compórtate, Albert, estoy intentando salvarte la vida, no estás ayudando –comentó la maga mientras era presionada dentro de su burbuja protectora.

La presión externa aumentó radicalmente, hundiendo más a Blaze en el piso, haciéndola resoplar como un animal cansado, deteniéndose sorpresivamente el aplastamiento, escuchando lejanamente un quejumbroso mugido de una vaca.

¿Qué acaba de pasar aquí? Ese tipo de cosas hacen que me pregunte si debo o no ayudar a la gente, este hombre está seriamente trastornado –se cuestionó Blaze, levantándose dentro de la burbuja, reparando las fracturas del hechizo protector, siendo golpeada por nuevas descargas–. Me apresuro o lo mato o moriremos los dos.

Blaze se movió instantáneamente hasta la zona dañada, encontrando una esquirla de madera incrustada dentro del cuerpo astral de Albert, situándose realmente incrustada cerca del cuerpo calloso, hundido en su cerebro, perforando una arteria contigua.

Con razón estaba así, esta esquirla rompía esta… ¿cañería?, y por culpa de eso está esta poza de sangre –analizó la maga, describiendo la anatomía cerebral de Albert, sacudiéndose nuevamente por otra descarga–. Basta de análisis, manos a la obra.

La astilla fue reducida a un imperceptible polvo utilizando el hechizo Degeneration, recuperándolo dentro del Ethereal Fortress para sacarlo al exterior del cuerpo de Albert, evitando así cualquier futura complicación asociada, reparando posteriormente el daño de la arteria, apresurándose a salir del cuerpo astral del oráculo, flotando hacia el conducto etéreo que la llevaría fuera de él, siendo tirada por su hilo de plata.

Misión cumplida, ahora debería estar todo bien –comentó la maga, volando rápidamente hacía el conducto, siendo sacudida por violentas descargas, convulsionando dolorosamente, retorciéndose en el reducido espacio protector que se encontraba–. Al menos para él…

La esfera defensora salió del cuerpo astral y físico de Albert, expandiéndose explosivamente, liberando una ráfaga de energía lumínica, la que desgarró el cuerpo astral de Blaze, dejándola destrozada flotando en el aire, con el hilo de plata seccionado, separándola irremediablemente de su cuerpo físico.

¡Albert ha sido salvado! Pero ¿a qué precio?, ¿ha acabado la vida de Blaze o…? Esto y mucho más en el próximo capítulo de BLAZE!

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