ELLA VINO PARA QUEDARSE

ELLA VINO PARA QUEDARSE

Sixto GS

06/04/2018

La anterior inquilina del apartamento lo había coloreado. Luis Giráldez, el dueño, le había preguntado a Moisés si quería que lo pintaran de nuevo antes de que entrara a vivir allí. Él respondió que le parecía bien como estaba, que le gustaba cómo se veía aquella combinación de paredes blancas alternadas con paños y techos en tonos vivos. En realidad le daba lo mismo. El tamaño y la distribución del piso eran de su agrado, la distancia al trabajo, mínima y las condiciones económicas, aceptables. No quería demorarse en ocuparlo y una consideración estética no suponía motivación suficiente para justificar el retraso.

A la entrada del salón morado Moisés colocó, sobre una pequeña mesa plegable, la maceta con el hipoestes que allí instalado floreció cada uno de los veranos. Como resultante de la posición de la mesilla, la puerta no podía cerrarse sin tener que mover el conjunto y era por ello que permanecía siempre abierta. Moisés se percató de este hecho años después. Sin saber de qué hablar durante una visita, su madre le había preguntado por cómo hacía para cerrar.

—No cierro nunca —le dijo.

***

Cada uno de los veranos floreció el hipoestes y no mereció el acontecimiento mayor revuelo que la sorpresa de Eugenia al comprobar que su ciclo se renovaba. Impresionada por la insistencia en vivir del vegetal, acusaba de longevidad a la planta y posaba su juicio sobre Moisés diciéndole «¿Cómo es que aún no la has matado con lo inútil que eres tú para estas cosas?». Y se reía incrédula mientras que para sí, Moisés celebraba las flores de cada uno de los veranos.

***

Lo hermoso en las declamaciones del hipoestes no eran sus flores estivales sino sus hojas de diario. “Hoja de sangre” también la llaman, “portuguesa” le decían ellos por lo rojo y verde del follaje. No era más que una planta barata condenada en el mismo instante del pago. Eso creyó Eugenia siempre. Una moribunda. Un fútil intento de compensar todas las rectangularidades con las que Moisés se apuró a rellenar el vacío rectangular de aquel espacio de vida. Una impar en el reino del ángulo muerto.

***

«La luz de subir la persiana y humedecer la tierra al ponerse el sol. Este es su sitio»

Así decía la nota en la maceta de mi piso coloreado cuando la vi por primera vez.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS