El festín secreto de Juan Manuel Cerdoñe.

El festín secreto de Juan Manuel Cerdoñe.

Ramses Yair Ayala

04/04/2018

Los teléfonos timbraban y no eran contestados. Las plumas en manos de los oficiales se detuvieron sobre las formas que llenaban. Los delincuentes iracundos guardaron unos cuantos minutos de compostura. La gente de la estación de policía miraba descorcentada la escena teatral que se presentaba ante sus ojos en el fondo del recinto. Se había abierto una puerta violentamente y el detective Velázquez era sacado a la fuerza por dos oficiales y por el capitán, mientras gritaba furioso:

-¡Eres una desgraciada! ¡Maldita perra demente! ¡Te haré sentir lo que es justicia! ¿Cómo te atreviste a hacerlo? ¡Déjenme ponerle las manos encima!

Lo tomaron de los brazos y el médico legista le inyectó un calmante en el cuello que le hizo desvanecerse como un pesado bulto. Hubo unos cuantos segundos de silencio, como si el tiempo se hubiera congelado para dar lapso a que nuestros cerebros procesaran el vergonzoso evento y se reiniciaran. Las miradas se cruzaron y cada quién tomó el rol que le correspondía. La atmósfera volvió a la normalidad.

El capitán se dirigió hacia donde me encontraba y me pidió que fuera por los objetos de la habitación de interrogatorio, los organizara, etiquetara, y finalmente diera un lugar en el almacén de evidencias hasta que llegara el fiscal general.

-Esto ya es un caso cerrado. Será mejor que tires ese desayuno a la basura o terminarás volviendo el estómago. Espero no pierdas la cabeza como Velázquez. ¿Sabes quién se encuentra allí adentro? Nada más y nadamenos que Juan Manuel Cerdoñe. Ten cuidado- dijo el capitán mientras se alejaba, en un tono entre serio y burlón que no logré comprender. Ese apellido quizá lo había escuchado antes, pero parecía no estar incrustadototalmente en mi memoria.

Caminé unos cuantos pasos y el recuerdo llegó a mi cabeza como una luz en lo oscuro del fondo de un pozo. ¡Cierto! ¡Los Cerdoñe! Una familia que había habitado por bastantes generaciones una granja al Este para la crianza de cerdos, y que se había colocado como una de las familias más poderosas e influyentes de la región, siendo el centro de atención en más de una ocasión tanto por sus buenos actos caritativos; así como por otros desagradables, provocados por algunas criaturas engendradas dentro de su seno familiar, que atentaban contra las buenas costumbres y las máscaras de las apariencias, que se presentaban cada ciertos intervalos de años como una extraña maldición genética que fueron erradicando con sangre, con dinero, más allá del bien y el mal; y por lo cual cada generación era participe de las leyendas y mitos urbanos construidos sobre ellos; Sin embargo, ya había transcurrido más de una década sin que se presentara un percance con esa familia. Desde que Juan Manuel tomo el control familiar del patriarcado, después de la escandalosamuerte del Abuelo Mauricio Cerdoñe, al sufrir un infarto después de devorar, fuera del matadero (frente a una manifestación en contra del maltrato animal) una suculenta y jugosa hamburguesa que hizo con el cuerpo del animalista protestante que se encadenó a las puertas de las máquinas, yque arrojó a los molinos de carne de manera discreta.

Me encontré frente a la puerta del interrogatorio. Me imaginaba que al girar la perilla me encontraría de frente con un mito hecho realidad… un hombre maduro, obeso, cuyo rostro sería la cara de un gran cerdo calvo, educado, que diría que todo era una confusión y que era inocente, al mismo tiempo que dirigiría su mirada directo a mis senos, para calcular su tamaño o imaginar el color de mi sostén o de mis pezones. Sentí asco y opté por abotonarme aún más arriba la camisa. Giré la perilla y entré con la seguridad habitual.

El cuarto oscuro con la lámpara blanca cerca de su rostro, hacían que la figura sentada frente a mi luciera iluminada como una obra de Caravagio. Sobre la mesa que nos separaba, se hallaban unos sobres amarillos,un portafolio negro de cuero cerrado y una cinta de video. Las tomé rápido pero la curiosidad me hizo mirar al individuo. Tenía las manos esposadas sobre la mesa y el compás de las piernas abierto como el típico macho que quiere exhibir su hombría. Su cabello largo, lacio y negro, contrastaba con su piel blanca y hacían una extraña armonía con los ojos azules de mirada penetrantes que al mirarte quedaban clavados directamente en tus pupilas. Una discreta sonrisa se dibujo en sus delicados labios, me hizo una seña obscena con su dedo medio y se lo metió en la boca, jugando con él como si estuviera haciendo una felación. Quedé paralizada y una sustancia proveniente de mi interior mojo mis bragas ¡Era Hermosa!

Llevé los objetos a mi oficina para comenzar con la clasificación. Estaba confundida. ¿Por qué una bella y joven mujer había logrado poner a Velázquez fuera de control? ¿Qué clase de relación tenía ella con ésta peculiar familia y con el caso que había sido considerado clasificado? ¿Por qué el capitán había hecho mofa al llamarla Juan Manuel cuando era evidente que no era él? Creía con toda certeza que las respuestas las hallaría en los objetos y que podía tomarme la libertadde hurgarlos, porque al encargarme tan importante tarea el capitán, en automático ya era parte del caso, o bueno, eso me era conveniente creer.

Cubrí mis manos con los guantes de látex. Abrí cuidadosamente los sobres y extendí su contenido de acuerdo al protocolo. En ellos venían varios documentos, uno de ellos con el nombre de Violetta Cerdoñe, su edad y el parentesco. Era casi una adolescente, tenía diecinueve años, era la sobrina. De otro sobre salieron las fotos de aproximadamente cuarenta personas, incluyendo individuos de la familia que habitaban en la casa de la granja y algunas otras personas. En una de las fotos reconocí a la mujer que cargaba un bebé… ¡Eran la esposa y el hijo recién nacido de Velázquez!

Coloqué la cinta en el reproductor de video. En ella aparecían las tomas de diferentes sitios de la casa y del matadero, en una especie de collage que se aproximaba a una de esas extrañas películas de cine experimental, donde los sonidos y las imágenes parecían al borde de la psicosis y los actores principales eran los cerdos. Había tomas donde podía apreciarse una parte del cuerpo, una cola, una trompa, un cerdo comiendo o defecando por varios minutos; o unos cerditos mamando la leche de su madre y junto a ellos a la extraña mujer semidesnuda haciendo lo mismo. Incluso, había minutos que parecía la película sobre una mujer que bailaba sensualmente en el lodo e inesperadamente, se integraba la toma de éstas criaturas apareándose y Violetta, a lo lejos, masturbándose y gimiendo, untándose comida en la vaginapara que le pasaran la lengua en repetidas ocasiones. De pronto, la cinta dio paso al nacimiento de tres cerditos. Violetta los graba y expresa su asombro, su felicidad; los toma entre sus brazos con sumo cuidado, aparece Juan Manuel, le agarra las nalgas y estrella dos de los cerditos contra la pared. Ella sale corriendo en mar de lágrimas con el pequeño cerdito que chilla y lo lleva a su habitación. Minutos después reaparece el viejo en la habitación de ella con un vestido corto envuelto sobre celofán transparente. Le dice que se lo pruebe frente a él antes de que lo use en la reunión de la noche y sea objeto de deseo de los otros hombres. Violetta pone una canción y se contonea despojándose de su ropa. Se le repega pero no deja que la toque. Es más hermosa de lo que parece. Se quita las bragas. El viejo la inclina y arriba de su bien formado culo, aparece un pedazo de carne que parece una colita de cerdo. Se voltea y le clava el cuchillo en la garganta; le desprende el rostro. Grita a su tía y hace lo mismo con cada integrante de la familia, con cada invitado, excepto con la esposa de Velázquez. A ella la tiene atada junto con el bebé.

Hago una pausa antes de seguir viendo tal atrocidad y vomito en el bote de basura. Hago de piedra el corazón y continúo viendo la cinta.

Violetta ha bañado a los cerdos de la granja y ha puesto a secar los rostros humanos. Hace pasar los cerdos al comedor y los sienta uno a uno mientras les pone una máscara humana. Le falta el cerdito. Va a la cocina y arrebata de las manos de su madre al bebé. La madre llora desconsolada. El afilado cuchillo corta rápido el rostro suave y pequeño. Es la medida perfecta del cerdito. Arroja el cuerpecito a la olla caliente y sazona junto a la demás carne que pronto estará a su punto y lista para servirse a los invitados.

La comida comienza según el itinerario planeado, después del discurso que pronuncia Violetta Cerdoñe. En el centro de la mesa se encuentra atada la única sobreviviente. Los cerdos se comportan como animales, comiendo la deliciosa carne al punto, montándose unos a otros. Violetta se desnuda y va gozando de su cuerpo y el de Gina. La disfruta, la lleva al éxtasis tocando su cuerpo e introduciendo su afilada lengua por cada orificio. La va devorando. Le arranca un pezón y lo mastica mientras le toma con fuerza de los cabellos y escucha el grito de agonía, después, bebe de la sangre que escurre de la vagina cercenada de su víctima. Se la come despacito mientras siente la sangre caliente en su piel. Comparte cada pedazo crudo con sus hermanos de toda la vida.

Se escucha un golpe en la puerta. La policía entra y no saben a quién o qué apuntarle sus armas. Velázquez encuentra a Gina sobre la mesa y a un cerdo con la pierna de un bebé sobre el hocico…

-¿Por qué interrumpen nuestro festín? ¿Quiénes se creen ustedes, criaturas despreciables para poner un pie en nuestro humilde paraíso construido con la sangre de generaciones que no fueron comprendidas? ¡Debería darles vergüenza andar por las calles mirándose los rostros los unos a los otros, cuando saben que tras ese conjunto de pedazos de tejido sólo esconden mentiras, vanidad, apariencias que adornan su estúpida cabeza! ¡Dejen de faltarnos al respeto! ¡Aquí está mi tío, al lado mío y es su festín! ¡El festín de Juan Manuel Cerdoñe!.- Dijo Violetta.

Llevo manejando mil quinientas millas y no ha quitado de su bella cara la sonrisa. Acaricia con sus finos dedos cada arruga o comisura que encuentra en la piel dentro del portafolio abierto sobre sus piernas y con su otra mano hace círculos sobre mi clítoris que escurre como la primera vez que la conocí.Violetta, Violetta.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS