El tiempo rompió su vestido, entre rasgaduras y harapos, desangrándose los segundos caminó al altar.
¡Oh bella! ¡Oh inmaculada!
Si pudieras verme como yo te veo, si pudieras amarme como yo te amo, que se acabe ahora el mundo, porque se hizo para mi por fin conjugar el verbo amar.
Que siembren una tumba sobre aquellos que teniendo al amor en sus manos lo dejaron escapar.
Que el castigo sea la extinción, pero no el que da la mansa muerte, aquel que da la decepción.
Mírame a mi, mírame bien, que por sentirte me juego la sangre, me juego la vida y hasta me juego la existencia del universo.
¿Qué no haría yo por los besos de tus labios sobre mi sangre?
¿Qué no haría yo por la compañía de tus pasos junto a los míos?
¿Qué no haría yo por tu amor correspondiendo al mío en este pequeño espacio sideral?
Pero tu ingrata, quieres ser lejos de mí, lejos del tic Tac de mi latido, lejos de mí poesía, lejos de mi ser.
Tú, ingrata, tú quieres ser del sueño, allí donde yo no existo, donde yo no puedo alcanzarte, allí quieres ser.
¡Oh amada!
¡Oh querida Olvido, despósate conmigo!
Se del tiempo, se de las caricias de este alborotado corazón, sé y no quieras dejar de ser.
Se mía querida Olvido, no te entregues a la muerte del sueño, quédate aquí junto a mí, porque sin tí me desangra el dolor y el universo sin mí dejará de existir.
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