(Cuento)

La música de un celular anunciando una llamada desconcertó al individuo. Miró asombrado aquel artefacto lumínico depositado en la planicie del bosque.

Aquello había vibrado a sus pies como un serpiente de luces imposibles. No podía entender, eran cosas de los dioses o de los demonios — gritó— Y asustado avisó a la tribu. Todos corrieron a ver el extraño artefacto. Cuarenta cuarenta pares de ojos se reunieron para ver el portento. Y ante aquella rectangular y luminosa extrañeza; el brujo dijo en su dialecto:

—No lo toquen—Y lanzó al aire, a los cuatro vientos un sonsonete de palabras mágicas. La caja se silenció en ese momento. Una hora estuvieron mirándola fijo, con sus ojos atónitos y las mejillas pálidas.

Después se fueron marchando a sus chozas, pero las autoridades se quedaron pensando y hablando; y decidieron cavar alrededor del objeto brillante un anillo profundo en la tierra negra y arcillosa. Rellenaron el anillo con plantas del bosque y huesos de animales protectores y fuertes. Recubrieron el collar defensor con la tierra tostada y terrosa. Al centro quedó el lustroso objeto custodiado por los espíritus de la selva. A dos metros del lugar una hoguera con fuego eterno recrearon. Un guerrero en custodio vigilaría por siempre aquel enigmático hacedor de ruidos y de luces. Su misión sería avisar y mantener las llamas. La luz destruye los demonios —estaban seguros.

Los dioses quieren decirnos algo —decían muchos. Otros pensaron que aquello sería una maldición. Todos estaban inquietos. No podían entender que aquella caja de músicas insólitas la había dejado olvidada otro hombre: Quizás un ser del futuro.

Desde el futuro

Juan se despertó aquella mañana cuando el reloj marcaba las nueve en punto. No tenía apuros, era domingo. Estaba solo en su apartamento, su esposa e hijos llevaban una semana de visita en la casa de la abuela. Se fue al baño, sentía frío, y recordó que había estado soñando un curioso sueño.

Caminaba por una selva, era un lugar idílico de naturaleza virgen, en un país lejano. ¿Sería otro planeta? —Se preguntó— Los árboles le parecieron de troncos blancos y hojas amarillas. La hierba tupida alrededor de ellos era color marrón. Sabía que se había sentado en medio de la jungla a llamar a su mujer, quería oír su voz y contarle de las bellezas del lugar. El olor a perfume como de flores frescas lo inundaba todo. Se acordaba de que el viento ululaba de manera melancólica; pero un ruido como de pasos lo asustó. Trató de salir corriendo, pero no pudo, se quedó como pegado al lugar…después no recordaba bien; pero al final corrió, y perdió el celular en algún sitio de la espesa floresta. Lo notó cuando atravesando una explanada como de tierra negra, se palpó los bolsillos de la chaqueta azul que llevaba puesta, y el celular no estaba.

Mira que se sueñan extrañezas —se dijo— Y fue a buscar su celular en la mesita de noche para llamar a la esposa. Pero para su asombro, el cargador estaba tirado en el piso, y el celular no estaba.

Nunca pudo descifrar aquella perdida, jamás lo encontró. Su esposa asegura que lo extravió en la calle.

Los celulares no caminan solos —le dijo.

En oposición Juan siempre pensó en la selva, hasta cuando compro el nuevo celular y protestó por la perdida de casi todos sus contactos, pensó en la selva de su sueño lúcido.

También se preocupó porque estaba poniéndose viejo.

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