Felipe Tibio Muñoz en el 68
Por Elisa Juárez Popoca
Al caminar por las calles de Tlatelolco, se sentía un ambiente de coexistencia en la vulnerabilidad, a pesar de que con las miradas se identificaban unos con otros y que eso podría significar cierta fortaleza, era lo contrario; había un sentimiento de indefensión, después de lo sucedido el 2 de octubre, permeaba un silencio absoluto que se traducía a un nuevo lenguaje que obligaba a hacer una revisión de lo acontecido. Ya lo había dicho Jacobo Zabludovsky al día siguiente de la matanza de Tlatelolco al comenzar su noticiero, «Hoy fue un día soleado». Es justamente en el 68 cuando comienza la era de las comunicaciones vía satélite, siendo la transmisión de las Olimpiadas a color, lo que simbolizó esta etapa, como si fuera la primera piedra en una magna construcción.
En la radio y en la televisión, no hacían otra cosa que anunciar la proximidad de las olimpiadas, pues desde 1963 se había nombrado sede oficial, ya era sabido por doquier, hasta que, en 1968 se convirtió en la principal cortina de humo de lo que representó el movimiento estudiantil que hacía convergencia a nivel mundial por una demanda de transformación, no sólo en derechos universales, sino demandas culturales que representaban a la juventud, y la academia fusionada en una bandera.
Sin embargo, había sentimientos encontrados en una nación, no fue exclusivo de la indiferencia, admirar un acontecimiento que trajo consigo para la humanidad historias de vida que marcaron lo que es el hoy a partir de una herida, algo estaba por suceder desde otro escenario, suceso que formó parte de las entrañas del gran personaje que es México.
La crisis y la contradicción de lo sucedido en Tlatelolco y en víspera de las Olimpiadas, generaron que el Consejo Nacional de Huelga, órgano directriz del movimiento estudiantil, que concediera una tregua olímpica y con ello, como resultado de una serie de sesiones, estableció el compromiso de no impedir el evento, lo que figuraría la creencia de un mundo feliz inyectado por una avalancha de contextos socioculturales de impacto global. Fenómeno difícil de interpretar, viendo a México en la lona, igual que una persona, con la discordancia ante la presencia de un trance que pone el raciocinio en un bloqueo pausado, pero al mismo tiempo en búsqueda de la supervivencia.
Las Olimpiadas de México 68, fue de un evento que simbolizaba la paz mundial, lleno de contradicciones, pues por una parte se castigaba a Sudáfrica por sus políticas racistas, y por otra, quién puede ignorar el saludo Black Power de parte de Tommie Smith y John Carlos durante la ceremonia de premiación de atletismo 200 metros, quienes ante esta protesta contra el racismo, fueron castigados por el gobierno de Estados Unidos y vivieron expuestos al linchamiento para toda su vida.
Años atrás, una mañana, camino a la secundaria, Felipe Muñoz y su mamá, escucharon en la radio que las próximas olimpiadas iban a ser en México.
—¡Felipe! tú puedes verte ahí, lo tienes todo, además recuerda tus ancestros griegos por parte de mis abuelos, eso es algo a tu favor— Lo dijo su mamá revoloteando el pelo a Felipe, al mismo tiempo que éste sonrió.
A partir de ese día pudo ir contando al desprender hojas de calendario día por día, hasta llegar a donde él ya había señalado con un marcador azul, el martes 22 de octubre de 1968, día en que sería la final de natación de cuatrocientos metros pecho.
Felipe Muñoz siempre entusiasta diariamente se apuraba en su desayuno para ir a la escuela, cursaba ya el tercer grado de la preparatoria y ya lo habían invitado a participar en acciones relacionadas con el movimiento estudiantil, él no estaba en contra de las demandas por las que se luchaban, pero su pasión por la natación era tan fuerte que sin pensar en una competencia, él deseaba cada vez estar más horas en la alberca, no quería salir, se imaginaba ser un gran delfín que ama su hogar y se desliza con libertad, transportándose a otras dimensiones de las que no pensaba renunciar.
Era en los baños de las instalaciones donde entrenaba, después de haber estado en la alberca, donde se enteraba de algunos de los acontecimientos, junto con dos de sus amigos, escucha una sorprendente noticia en la estación de “Radio UNAM” en la frecuencia 96.1 de F.M., el único medio que no se alineó a las consigna de Díaz Ordaz, pues en las imprentas de los diarios los policías judiciales revisaron los escritos que tenían para publicación y decomisaron las fotografías, y las grabaciones tanto de audio como fílmicas de los noticieros. La censura era una aspiradora de alta tecnología que desapareció toda evidencia de represión.
“Los cuerpos policiacos desalojaron la plaza dejando un saldo considerable de heridos; una joven murió por paro cardiaco, y ante la embestida de vehículos militares contra las personas congregadas, otra presenta estallamiento de vísceras, ocasionado por uno de dichos vehículos. Los golpes y las vejaciones a más de numerosos testigos, hay fotos de mujeres caídas en el suelo tras la golpiza”
—¿Qué es esto? ¿Esto pasó aquí en nuestro País? ¿Esto pasó aquí en el D.F.? ¿Por qué no me enteré?— Dice Artemio, con gesto de reclamo dirigiéndose a todos los presentes.
—¡Amigo! Estás en otro mundo. En la escuela todos estamos alerta, tenemos un comité de lucha, por el momento hay una tregua, y con todo y todo yo no desaprovecho la oportunidad para venir a entrenar hay que estar listos para las olimpiadas— Le advierte Saúl otro de los compañeros que ya estaba en la Universidad. Felipe Muñoz, sólo se quedaba callado pero los escuchaba y miraba con atención.
En este México bipolar, se pudo agregar al diagnóstico médico otro síntoma, esto es, la forma en que resaltó la participación de una mujer, la primera en encender el fuego olímpico, Enriqueta Basilio, era evidente una nueva era, esta imagen, ¡qué mejor indicador de la modernidad! cuando apenas tenía dos décadas que la mujer empezaba a ejercer su voto, como si apenas despertara un ser que había dormido cien mil años y no se daba cuenta de que la mujer tiene derechos ¿no significaba esta fotografía del encendido toda una revolución cultural y cívica? En ningún momento salieron a la luz pública cuestionamientos del por qué podría ser normal que de los 275 deportistas que representaba la delegación mexicana 233 eran hombres y 42 eran mujeres, porque no era extraño, hasta parece una película de terror donde gran parte de la población está hipnotizada y controlada por seres extraños.
Felipe, concentrado con las olimpiadas, no tenía otro tema de conversación, su entrenador maestro, Ronald Johnson al que le tenía gran veneración, como igual admiraba uno por uno de sus maestros, fue quien dio pauta a su selección, a pesar de que no tenía el antecedente de competencia internacional, en comparación de otros que habían participado recientemente en Europa, a los que les decían los “Europeos” de manera sarcástica porque habían ido a competir y no habían ganado ningún lugar.
—No hay duda, este muchachito, se viene para acá, callado, misterioso, tiene un poder escondido.
—¡Tibio! ¡Ven para acá!— gritó con cara de gusto su maestro Gregorio del IMSS, que por el momento le tocó presenciar su pase a las olimpiadas. Así le llamaban “El Tibio Muñoz», apodo por expresar su preferencia por el agua tibia a donde se dirigieran a entrenar.
La cara de Felipe, se asemejaba a la expuesta cuando se recibe una noticia muy fuerte, inesperada hasta cierto punto que, aunque no era el caso, se asemejaba al de una tragedia sintiendo éxtasis por todo el cuerpo con una expresión de sonrisa que al mismo tiempo parecía que iba a llorar. Trataba de imaginar la expresión que tendría su madre cuando le notificara, que de aquí en adelante formaba parte de la primera línea de deportistas acuáticos y se venían una serie de campeonatos previos a México 68 para estar en las mejores condiciones y enfrentar a sus rivales, estaba el estadounidense Brian Job, pero, el imponente gigante a vencer, quien poseía el récord, era nada más y nada menos que Vladimir Kosinski.
¿Quién era Kosinski? Era una leyenda, conocido en campeonatos mundiales, destinado desde niño a ser entrenado por el sistema que caracterizaba a la entonces Unión Soviética, país que tenía en la mira una propaganda política a través del deporte ante la rivalidad con EU en la guerra fría.
Para el caso de Felipe, no fue desde su niñez que el sistema de educación acompañara en este importante desarrollo. Esto emitía una especie de soledad en él, pero la ilusión que tuvo a partir del primer sueño de varios donde le colgaban una medalla de oro, fue tan fuerte que en ningún momento se acomplejó ante el gran poder del coloso soviético.
—¿Sabes contra quién te enfrentas, muchacho?—Le decía su entrenador.
—Todavía no me hago a la idea de que estaré en las olimpiadas, creo que me cuesta trabajo entenderlo —Afirmó Felipe con sencillez y una sonrisa tambaleante.
—Primer paso, conocer al adversario, tienes la fuerza y la inteligencia para ganarle, tenlo muy presente —Continuó su entrenador como si no hubiera escuchado lo que Felipe decía.
Aunque Felipe estaba siempre ocupado en sus entrenamientos, tuvo la oportunidad de ver a Joaquín, su amigo del alma que no dejaba de participar en el movimiento estudiantil, al único de la universidad que le platicaba cómo le iba en su preparación para participar en las olimpiadas, aunado a ello el misterio que encerraba su rival y con ello la tarea que le había encomendado su entrenador.
—¡Claro que sí! tiene razón tu entrenador, detrás de tu rival hay una gran maquinaria, imagina que vas a representar la obra “David y Goliat”— Le dijo Joaquín con una carcajada burlona.
—No exageres, te pasas.
—Son los mismos soviéticos los que han echado por la borda uno de los principios del proletariado, ellos, primero criticaron al capitalismo sobre las viejas prácticas deportivas para competir, decían que se extinguirían para implementar una nueva cultura, esas ondas como desarrollo gimnástico, integral y excursiones con una convivencia positiva, pero el pinche partido comunista lo echó abajo, si Marx viviera se daría de topes, empezando con lo que hizo Stalin. Le apuesta al alto rendimiento y ganar la competencia, como una demostración del todopoderoso, ese es ahora su principio. ¡A eso te vas a enfrentar! ¡Está cabrón!
—Ya se te hacía tarde para venir a echar un choro mareador— Le reclama Felipe moviendo la cabeza simulando una negación.
—Por otro lado los gringos, con sus patrocinadores millonarios que le apuestan al atleta como una mercancía para hacer negocios y vender sus productos, ¡amigo estás en total desventaja!— Continuó con su discurso Joaquín.
A esto tenía que atenerse Felipe. Quien estaba en la mira, Kosinski, no era un habitante común y corriente, desde su niñez tenía una misión, que por nada del mundo le pasaba por la mente perder su posición ya ganada en campeonatos internacionales, status que él no tenía. De todo esto Muñoz, estaba consciente.
Felipe empezó a estudiar a su rival, dentro de su pasión por la natación le empezó a salir una nueva habilidad investigativa, estudioso de las estrategias utilizadas por la URSS, su cotidianidad, aunado a ello los consejos de Ronald, no había minuto que no se relacionaba con la competición esperada; la comida, los movimientos, la escuela, cada paso que daba tenía una relación con el evento que se estaba por llegar.
—Mira Felipe, la estrategia; los siete nadadores son más veloces, pero tú eres el más fuerte, la prueba la vamos a ganar como los cazadores atrapan a las liebres, ¿me explico? Déjalos que se vayan pero tú tienes más fuerza, y en los últimos cincuenta metros aprieta con todo— Con ímpetu Ronald le dictaba reiteradamente.
Amaneció, era el día 22 de octubre, Felipe acercó su cara al espejo, como ningún día se vio con precisión, como si viera a alguien que acabara de conocer y quiere explorar los más detalles por una necesidad impetuosa de conocerlo.
Las preguntas que le hacían en casa de ¿Estás nervioso? lo ponían más en tensión, quería estar solo, concentrarse, ese día estaba destinado a la competencia también en las imágenes y acontecimientos que podrían pasar por su cerebro. La imagen de Kosinski, estaba presente, en su vida, había estudiado a una persona como rival y de igual forma a si mismo con tanto empeño que desarrolló una segunda vocación de investigador al respecto, como si fuera agente de la CIA, se había documentado de la estrategia, como lo hubieran hecho para entender una táctica bélica en el trabajo de espionaje en el escenario de la Guerra Fría que lo caracterizaba en esos tiempos, pero en esta ocasión no se trataba de un agente de EU, era un Mexicano que quería conocer todo de su rival y de su País para entender lo que se requería para hacer cumplir su hazaña.
Caminó a través de una pasarela que se trataba del camino donde sólo los deportistas competidores podían pasar, cada paso que daba suscitaba un temblor y hormigueo, el corazón latía cada vez más rápido, luego adquirió un enfoque visual masivo, por más que quería distinguir en lo individual no podía ¡parecía que no tuviera esa facultad! Como una especie de embrujo. Mismo que se rompió cuando de repente escuchó su nombre en voz muy alta.
—¡Felipe!— Era Gabriel Muñoz, padre de Felipe, que difícilmente había estado con él por las actividades diarias que realizaba.
—¡Papá! ¿Qué haces aquí? ¡Cómo es posible! ¿Cómo entraste?
—¡Me colé! La puerta estaba abierta.
—¡Ahí está! ¡Vayan por él!— Gritaron los de vigilancia.
—¡Hijo! ¡Échale ganas! Te va a ir muy bien, no te preocupes, aunque sea obtén una medalla de bronce, vas a ver que lo vas a lograr.
—¡Papá! Qué dices, si yo me preparé para la medalla de oro— Tomaron a don Gabriel de la chamarra que portaba y se iba retirando con la mirada a su hijo todavía gritando ¡Tú puedes!
Volvió Felipe a ponerse en modo “panorama general” aunado a ello “escucha general” cuando subió al lugar de salida, para iniciar la competencia, sólo en espera de la indicación de inicio, dio el salto de entrada a la alberca.
Dejó ir a Kosinski como a una liebre, tal como le había indicado su entrenador, cada brazada era más rápida que la anterior, sintió la falta de oxígeno, se empezaba a encoger, pero la estrategia era estirarse con toda fuerza lo más posible, no veía nada, ni quiso ver si había alguien a su lado, pero todos sus sentidos en conjunto le revelaron que no había nadie, ¡Iba solo! y alcanzó al soviético cuando faltaban veinte metros. Fueron unos segundos, sólo percibía mucho ruido lejano, como voces encerradas en una botella que cuando fue destapada, todos sus sentidos volvieron a modo “aquí estoy”, estaba ya en el lugar de llegada.
Estiró su cuello mirando a toda la gente gritar y buscando con su mirada el tablero electrónico, vio su apellido con el número uno, y un foco rojo, lo mismo que había soñado tiempo atrás, ¡sucedió!, le costaba trabajo definir si era uno de sus sueños o era realidad.
Las enseñanzas de que un hombre no debe llorar, habían hecho que en sus sueños reiterativos cuando le entregaban la medalla, lloraba a todo lo que daba, al fin se trataba de un sueño, pero en esta ocasión no lloró, apenas rodaron unas lágrimas que disimuladamente las deshizo con la muñeca en sus manos, apenas tenía fuerza para sostenerse de pie, agradecido de que el nudo en la garganta que sentía a más no poder, estaba cubierto con su cuello y nadie podía ver que la velocidad con que corría la sangre por sus venas y las vibraciones de su sistema nervioso en todo su cuerpo retumbaba. ¡Cómo le hubiera gustado llorar igual que en el sueño que había tenido días atrás!
Los encabezados en los periódicos exclamaron sobre el acontecimiento.
«Felipe Tibio Muñoz ganó una medalla de oro en los Juegos Olímpicos de México 1968»
“Felipe Tibio Muñoz escribió su nombre con letras de oro en la historia del deporte mexicano en los Juegos Olímpicos de México 1968. La tarde de ayer 22 de octubre el nadador conquistó la medalla dorada para nuestro país en natación en una justa olímpica”
“Felipe Muñoz escribió De manera sorpresiva, Felipe Muñoz venció a los favoritos, el soviético Vladimir Kosinsky y al estadounidense Brian Job, y permitó que por primera vez en los Juegos se escuchara el Himno Nacional y la que bandera de México ondeara por todo lo alto al registrar un tiempo oficial de 2 minutos. 28 segundos y 7 centésimas en la prueba de 200 metros braza”
“Muñoz entró ayer por la tarde a la Alberca como un joven de 17 años callado, tímido y humilde y salía levantado en hombros como Campeón Olímpico”
Desde ese gran acontecimiento poco a poco Felipe descansó, ya no volvió a tener el mismo sueño, de repente se le borró la imagen de Kosinski, días después tuvo que atender las demandas de conferencias de prensa y entrevistas en diferentes medios que querían que de viva voz contara lo sucedido. Fue otro torbellino de emociones para el que tampoco estaba preparado. Todo esto en conjunto lo transformó en otra persona.
Empezaron los días de preparar su mochila para continuar con las clases, presentía que ahí habían pasado cosas, pero lo sucedido, era algo más que tenía que asimilar, por lo pronto traía ya una marca para toda la vida, un tatuaje en su cuerpo y en su País, que le recordaría que había logrado un atrevido sueño. Ahora se tenía que transportar a un lugar donde había estado en pausa para dar un clic y entender en qué capítulo iba, e intentar comprender qué es lo que había pasado en ese octubre del 68.
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