Ciudad De la Tristeza
Vive en el mejor país del mundo y no puede entender como no todos pueden verlo.
Un recuerdo lo invadió en la cotidianeidad de sus días, hoy tendría que estar triste como de costumbre pero no lo está, un milagro. Tiene muchas ganas de escribir, de contar algo, de ser un puente de la verdad, del sentimiento, del amor a esta nación. Recuerda que hace unos meses atrás le encomendaron una tarea bastante sencilla, pero que a priori nunca había hecho. Le encanta el cine, creció con él, vive a través del séptimo arte, para algunos es cinéfilo por demás, para otros que comprenden su pasión, saben que no es solo una película, hay algo más, hay un abrazo en medio de la tormenta, una compañía en la más oscura soledad, un llanto liberador, una risa entre amigos, una manera de vivir.
Tenía que hacer un mini documental, ama el cine pero nunca grabó una escena, ama el cine pero lo respeta tanto que sabe que no es algo menor que todos podrían hacer, y hacer bien, solo unos pocos en el mundo. Esta experiencia como tantas otras podía ser reveladora, dejar huella en su alma triste, transformarlo en un ser distinto. Ese es el poder del cine, nunca va a ser el mismo luego de ver una película, algo en su interior cambió para siempre, aunque no se dé cuenta, ya pasó. Agarro sus cosas sin tener idea a donde iba, cerró la puerta y se lanzó a una nueva aventura.
No sale mucho, de hecho los últimos dos años se la paso encerrado en su casa, sólo salía por obligación de forma rutinaria, tenía muy pocos planes en su agenda, estaba demasiado triste como para pensar en salir, daba igual el clima, lluvia o un sol radiante, la oscuridad de su mente lo arrastraba al más profundo pozo y allí se quedaba.
Esperando el tren, pensaba lo que iba a grabar, pero nunca lo tuvo claro, quería mostrar la luminosidad de la ciudad, quería mostrarles al mundo y a la gente que Buenos aires es hermosa, que su país, Argentina, es el mejor del mundo. Lo imponente de la ciudad lo deslumbró, el ruido, el tráfico, los edificios, el obelisco, la gente, un sinfín de acontecimientos que no tiene freno, así viven ellos, a mil por hora. Se detuvo en una esquina, había demasiados turistas, uno de ellos le confió el celular para que les saque una foto. Era una pareja ya entrada en años, se veían felices de estar en suelo argentino, una fotografía como retrato de un momento que se inmortaliza en el corazón de quienes lo viven, una tarde en las calles que lo vieron nacer, una parte de la historia de otros por un segundo que dura el click de la cámara. Ellos no lo conocen, no saben nada de él, pero sin embargo confían en él, eso le llamó la atención. Grabó un plano sin mucho convencimiento, el ir y venir de la gente lo ponía nervioso, no estaba acostumbrado a tanto quilombo, pero si al silencio de su casa que a veces lo aturde. No sé cuál será peor infierno para vivir, cosas de la vida.
Camino por la avenida corrientes unos minutos, había hecho semejante viaje solo por unos minutos, parecía absurdo ir y volver. Allí se encontró confundido, estaba solo en un inmenso lugar, sin un destino concreto, se agobio y volvió a su casa. La segunda vez fue distinta, sabía cuál era el objetivo a seguir pero la realidad le cambió los planes. Bajo en el mismo lugar, la misma avenida, el mismo obelisco, la misma gente, pero esta vez se subió a un lugar más alto, allí tenía una mejor vista del movimiento que se daba cotidianamente en las calles porteñas. Era un día gris de otoño, quizás fue de los años en donde menos vio el sol, las lluvias eran muy recurrentes, los días grises se hacían costumbre, la vida se tornaba extraña, era como si el común del pueblo tuviese la misma energía que él, la misma tristeza, el mismo cansancio, la misma peligrosa indiferencia.
Se fue moviendo por el centro, exploraba el lugar como si no lo hubiera visto mil veces ya, observar tiene otro riesgo, un riesgo que estaba dispuesto a aceptar. Retrato a la gente cruzar la avenida, la mítica 9 de julio, había poca gente, cansada, triste, indiferente. Procedió a volver por la avenida corrientes, las diagonales, los locales, algunos cerrados, poca gente comprando, es de día pensó, de noche adquiere otra magia, eso debe ser. Paso por un teatro, el titulo era “school of rock”, una adaptación de una película que le encanto desde que tiene memoria, mucha gente esperando a verla, no vio nada de malo en ello, es más por un momento se alegró que haya gente que quiera ir al teatro, es como el cine en cierto punto y al cine lo están dejando morir, al argentino. En esa misma cuadra vio otro teatro, una obra argentina, poca gente, incluso nadie se detenía a ver de qué se trataba, otros pocos querían sacar entrada, la indiferencia hacia eco otro mensaje, lo nacional no sirve, lo extranjero si, el cine nacional no sirve, el cine inglés si, Argentina no sirve, el resto del mundo sí.
Pero cómo puede ser, si en esas mismas calles hace muy poco tiempo estaba repleto de banderas celestes y blancas, millones de personas cantando, se respiraba alegría, felicidad, éramos campeones del mundo, ¿éramos el mejor país del mundo?, no podía pensar en pasado, él seguía convencido de su verdad y no iba a cambiar, el paso del tiempo destruye muchas cosas pero este golpe de realidad iba ser letal. La extrañeza lo dejó más confundido que de costumbre así que decidió ir a su lugar en el mundo, un barrio alejado del microcentro porteño, un barrio en el que no nació y tampoco vive, pero cada que vez lo visita siente su corazón más vivo, menos destruido, su alma respira, no se ahoga, se siente acompañado, no solo como siempre.
El subte, las expresiones en el rostro de los pasajeros son un reflejo del hastío, de la rutina, de vender el alma al mejor postor, del apagón, del día que apagaron la luz y nunca más se acordaron de encenderla, del día que el clamor popular se convirtió en tristeza colectiva sin rumbo, sin horizonte, sin destino. No sabría identificar cuando eso ocurrió, pero pudo sentir como el caminar lejos de aliviarlo, lo dejaba sin energía, sin paz, sin vida.
En el barrio azul y oro, esperaba ver tango pero nadie tenía ganas de bailar ni escucharlo, de ver el colorido en sus ojos pero en sus retinas sólo veía desesperanza extrema, de ver un museo en remodelación y sentir que le estaban desgarrando una parte de su alma, de los transeúntes caminando, tristes, angustiados, cansados, indiferentes. Se detuvo en un mural, una hermosa pintada como tantas otras, dos próceres nacionales, el arte puesto en servicio de todos, el lienzo inmortalizado de dos héroes. No pudo evitar detenerse, pero la gente los ignoró. ¿Cómo pueden no parar un segundo a apreciar esta belleza? Pero no hay tiempo, o el tiempo los está dejando en el olvido, Argentina está muriendo, pensó.
Cuando volvió a su casa una tristeza invadió su cuerpo, tuvo muchas ganas de llorar, de gritar, la realidad a través del lente de la cámara de su celular fue más cruda que cualquier documental que pudo haber visto, el ver a través de sus ojos la verdad lo dejo marcado, nunca volvió a ser el mismo, otra vez.
Meses después de aquella tarde fatídica, volvió una noche solo a su casa, estaba muy angustiado, pocas veces estuvo con el alma hecha pedazos, era un vacío difícil de explicar. Se perdió en el horizonte de una ciudad a lo lejos, de una vida que no existe, de una persona que ya no está a su lado, de una Argentina que se extingue, casi se desmorona allí mismo. Hizo fuerza, suspiro, miro hacia el cielo en busca de una señal, volvió a combatir con la tristeza sabiendo que iba perder, se aguantó el llanto, pero por primera vez en años, sintió que esa tristeza se despegó de su ser, era un ente por fuera de su cuerpo. Una chica desconocida junto a él lo miró fijo a los ojos como queriendo hablarle, por dentro le gritaba pidiendo ayuda, un abrazo, una palabra y pudo ver cómo a través de los ojos de aquella chica, la tristeza de su cuerpo sobrevolaba la noche lluviosa de Buenos Aires. Eso lo hizo reflexionar mucho, se dio cuenta de que no iba ser fácil despegarse de ella, porque ya es parte de su alma como nunca antes. ¿Es la ciudad de Buenos Aires aquel lugar triste, angustiante, indiferente que el filmo o fueron solo sus ojos los que lo vieron así?, eso lo dejo a criterio de ustedes que están leyendo, está ya no es su historia, es tu historia.
Sus ojos al igual que su alma están cansados, tristes, angustiados, indiferentes.
Rodrigo Gómez
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