Todos los atardeceres me acerco a este acantilado, a pensar en todo lo que me preocupa. Es mi rutina matutina, y aunque a veces me apetezca tirarme, me es bueno expulsar todos mis pensamientos. Al filo del precipio más de una vez, es verdad que tropecé pero nunca me caí, no estaría contando esto a la nada.

Hace no mucho tiempo, me ha ocurrido algo curioso justo en este acantilado. Estaba tan tranquilo como siempre pensando en mí. Una chica se sentó a mi lado, me miró y me sonrió. Parecía bastante agradable y de confiar. Estuvimos conversando durante horas, todo perfecto, llegué a plantearme si empezar a conocerla más para un futuro próximo.

La chica ya se estaba despidiendo y se levantó. De repente veo que hace el ademán de empujarme, con un movimiento ágil la esquivé, donde esta se precipitó hacia el vacío del acantilado. Por suerte para ella consiguió agarrarse a un saliente. Por humanidad la rescaté, pero no serían por ganas de dejarla ahí después de la acción que intentó llevar a cabo. Lo único que le pregunté fue «el por qué» de esa psicópata acción. La chica se puso a llorar pidiéndome perdón, me explico que le recordaba a alguien que le había hecho mucho daño, y por impulsividad, sin pensar las cosas, quiso hacerme daño porque sí. No le respondí, solamente me fuí de allí sin argumentar ni una sola palabra, no puedo hablar con alguien con semejante mentalidad, no es excusa y no es justo lo que ha intentado hacer.

No he vuelto más a ese lugar, he encontrado otro sitio más bonito. Espero no volver a cruzarme más con esa persona. Es verdad que me hizo daño porque sí, pero tengo raciocinio y humanidad, no sería capaz de hacer sufrir a una persona de tal manera. No hay mayor castigo que ver marchar ante tus propios ojos a alguien que vale la pena, sabiendo que ha sido todo por culpa de tu inseguridad.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS