Pasaba por allí después de la lluvia

Pasaba por allí después de la lluvia

Ana Cañadas

23/03/2018

La Gran Vía luce todos sus colores renovados. El sol reina en un limpio cielo azul, y se refleja en los charcos que convierten el parque en un gran mosaico de agua y tierra. Un hombre joven, de estatura corta y andares desgarbados lo atraviesa, dibujando una diagonal casi perfecta, a no ser por los grandes charcos que lo obligan a dar un rodeo, los más pequeños, los salta sin sacarse las manos de los bolsillos. Al llegar a la parada del autobús repasa la información del panel luminoso mirando alternativamente su reloj. Sale del amparo de la marquesina y se sienta en un banco con vistas al parque, dándole la espalda a la parada.

En el lado opuesto, en un banco junto a la fuente, otro hombre, este de mediana edad y anchos hombros, se quita el sombrero y lo deja con parsimonia en el extremo del asiento, para colocar seguidamente la bufanda que rodea su cuello y la chaqueta de terciopelo azul. Se refresca el rostro bajo el agua y pasa repetidamente la mano mojada por su pelo gris y largo. Del bolsillo de su gastada camisa, saca un cepillo de dientes plegable y se limpia concienzudamente las piezas que le quedan. Acabado el aseo, se pone las prendas en el orden inverso a como se las había quitado. Se levanta, recoge una gran maleta roja y se dirige trazando una perpendicular perfecta hasta el borde del charco más grande. Mira su reflejo en el agua, se retoca el ángulo del sombrero, se levanta ligeramente la solapa de la chaqueta y sortea el charco hasta llegar a la parada.

-Perdone, me he desorientado un poco, ¿voy bien a Tarragona por aquí?

– Pues que yo sepa no para aquí ningún autobús para Tarragona.

-Lo siento, creo que no me he explicado, no quiero coger ningún autobús, voy andando y sólo necesito saber si llevo la dirección correcta.

– ¿Andando? pero Tarragona está a unos cien kilómetros de aquí…

-Lo sé, lo sé, vivo allí y hago este trayecto a menudo, sólo que me había despistado con tantas obras, en un par de días estoy allí, además con este tiempo, apetece darse el paseo.

– Y que lo diga, hace un día estupendo, pues nada, siga toda la autovía recta y siempre paralelo al mar, le deseo que tenga un buen viaje.

El autobús llega a la parada a las 12,17h. El hombre joven vuelve a consultar su reloj, sube, se sienta justo detrás del conductor y lanza una última mirada curiosa al hombre de la maleta roja antes de sacar su móvil y enfrascarse en la pantalla. El coche arranca mientras el hombre de la maleta lo saluda con la mano y se vuelve a retocar el ala del sombrero.

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