El día que conocí a Borges.

El día que conocí a Borges.

Tomás Tarrázco

17/01/2023

“¿Por qué?” consultaba el niño de ojos iraquíes; frente a todo, la misma pregunta. Cualquiera diría que algún día ya no tendría uñas que morder, no realizó que hay preguntas que no se responden, aún con mil palabras diferentes. De igual manera, a todos llega el momento de determinar la naturaleza de las cosas usando el don que solo quienes hacen la guerra tienen. Milenios han pasado y yo, me siento cada vez más trascendente, cuando en realidad es poco mi tiempo, menos aún que el lapso en que una gota de lluvia, rebota sobre si misma en el lago, con razón de ser más lago.

Buscando una excusa para escapar de mi autoanálisis, intervinieron mis antes, tengo un antes en Creta, uno en Babilonia, y uno en todas las cosas. Fue entonces cuando el capricho fue correspondido, y la necesidad que hace nacer aquel de antes, la retruca el que soy ahora, arañando con tinta las hojas, consensuando una excusa entre todos.

Las mañanas y las tardes eran tediosas en la casa, que queda en una calle térrea y su polvareda, en alguna ciudad, tan olvidada que nada sucedía, por lo que nada era previsible. Sin embargo, las noches, fueron perfectas para transcurrir la vida, mía, yo, para quien lo desconocido no era más que una palabra entre “desierto” y “diario”, en algún diccionario cuneiforme Kish pero también con tinta y en español, el mismo que guarde en cajones viejos. Así transcurren las horas, desconozco en que momento me habrán ofrecido mi castigo (peor que alguno imaginóse Dante); mi curiosidad; tiene nombre: Pandora, aunque somos incomparables, por ella han salido los males, pero de aquí han salido respuestas.

Sepan que fui el que soy ahora, el que seré mañana, y que seré el que soy ahora por que fui uno antes, pero no siempre el mismo; repito, hay tantos yo como idiomas los hubo en Babel.

El de ahora, siente en el fondo del corazón (puesto que la memoria es la que falla), el antiguo dolor de la sangre, mi bermella sangre. Ésta va derramándose, casi como petróleo, con un olor a plástico hirviendo y pan casero crudo, desde donde el destino quiso me alcance el metal troyano. Bajando hasta la cintura, empieza a teñir la cota, y también el cuero de mi preciado criollo. La sangre llega hasta mis tobillos, cae un metro y de ahí a la arena, ahora empieza a teñir la costa. Cuan sublime era aquella playa, infiel y amorosa, donde decidieron tres hermanas y sus hilos, darme muerte a mano de Héctor. De aquel que he sido, conservo el orgullo de haber alguna vez peleado con el amor siendo causa, conservo la danza de la pelea con escudo, e incluso alguna que otra palabra en griego. Pude en un momento ver a Patroclo, pero no la venganza de Aquiles. Vi los muros, polvorientos, con ladrillos más grandes que la ambición de Alejandro, y sobre ellos, a Helena de Troya. Su pelo, era como si al sol un rayo le fue arrebatado; su cuerpo, volvía al david humilde; y sus ojos, me liberaron de mis dudas, por esa mirada, ¿quién no incendiaría esta ciudad?. Dejando a un costado lo que vi por mi mismo, cierto es que también escuché alguna vez, historias de un caballo de madera, el terror que duerme en su vientre, y la astucia que vive, incluso en tierra de cíclopes. Al final del camino, me invade ese que fui antes, y excusándome en la necesidad, transcribo:

«Aquellos ojos desfilan a las grietas de algún respaldo. Tapado de tules color Venus, un cabello semiatado color anhelo de Midas. Quiero algún día, hacer que Caín se vea torpe y bañarte con agua…arena…color Andalucía. Es un deseo inocente, no conozco a Adán (comí del árbol de Eva),a mi Rembrandt me pintó serpiente. Pero mi infortunio es saber, el precio gigante, de cambiar de lugar constante, lo que era de otro… antes.»

Así, y de miles formas si las hay, acaecen en prosa, poesia, cuentos; todos y cada uno de los recuerdos que me llegan, recuerdos de todos aquellos que fui en el pasado.

Entonces, desde ese momento, cuando: “¿Por qué?”, Consulte aquel niño de ojos iraquíes, me respondo con veintitantos, usando la pluma y la tinta del que soy ahora, pero las añoranzas de los que soy antes: “porque intentar escribir sobre los que alguna vez fui, es simplemente la excusa perfecta, para escapar de preguntarme el motivo por el que hoy estoy acá”.

Sabiendo en el fondo que, lo que saben mis vidas pasadas, son la excusa perfecta para escribir, sin cuestionarme a mi mismo.

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