“¿TE FIJASTE EN DÓNDE ME METÍ? ¡A VER, REGRESA!”

“¿TE FIJASTE EN DÓNDE ME METÍ? ¡A VER, REGRESA!”

POR POCO NOS DA HEPATITIS POR EL MALDITO SUSTO.

Llegamos a la que fuera mi amada casa de
Garambullo a eso de las tres de la tarde, estábamos verdaderamente desencajados
y más pálidos que un pambazo crudo, Lucifer (así le decían sus amigas del laboratorio
y por algo sería) se fue directo al baño de atrás y yo al del cuarto de mi tía
Consuelo, que por su avanzada edad estaba en la planta baja para facilitarle
todos sus movimientos y cada cual por nuestro lado no paramos de volver el
estómago, lo amarillo y apestoso del vómito nos impresionó mucho y por ello no
le jalamos al baño. Mi madre ya había ido
a buscar al Dr. Ortega, ese amable y siempre bien dispuesto viejecito que
afortunadamente vivía y tenía su consultorio a un cuarto de jeme de distancia
de nosotros, es decir, apenas cruzando la calle. El Dr. Vio aquello y nos dijo

-Qué bueno que
no le jalaron y que lo vomitaron todo de inmediato, estuvieron a un tris de que
les diera hepatitis, no necesitan decirme qué fue lo que pasó, les acaban de
meter un susto, pero de esos bárbaros.

Efectivamente así había sido, aún recuerdo la
cara de ese maldito jijo he sú parado junto a una puerta vieja y roja de madera
marcada con un gran número 19 en blanco esmalte brillante diciéndome

.- Qué güey ¿Te fijaste en dónde me
metí? ¡A ver! ¡Regresa!

Y es que por aquellos lejanos ayeres, creo que
ya transcurrieron cuando menos unos treinta años, yo me dedicaba a los bienes
raíces de forma independiente así que un buen día le pedí a quien fuera mi
chica que me acompañara a ver unas bodegas en la colonia Doctores y tomara las
direcciones y números telefónicos de las que estuvieran en venta para
posteriormente hacer un sondeo telefónico de mercado y saber si el precio de la
enorme bodega de diez mil metros cuadrados, con entradas por las dos calles paralelas, de mi cliente estaba dentro de los parámetros
del mercado o no.

.- Disminuye un poco la velocidad, me dijo
ella. Ahí hay una bodega muy similar a la de tu cliente pero el letrero es muy
chico y no alcanzo a ver el número, una vez que lo había anotado y me disponía
a aumentar un poco la velocidad…

UN PUÑETAZO
DEMOLEDOR Y EL INFIERNO SE DESENCADENÓ.

Pese al
agobiante calor estaba yo a punto de subir la ventana por aquello de no te
entumas pero en ese preciso instante entró de mi lado un puñetazo demoledor y
sentí que estuve a punto de perder la conciencia, una banda, de diez
integrantes activos más los famosos zopilotes que te detectan y señalan como
probable víctima nos tenía completamente rodeados, ya nos habían levantado
todos los seguros, habían levantado la cajuela, llevaban en la mano mi gato
hidráulico que nunca estrené, la llanta de refacción, caja de herramientas, las
bocinas traceras y hasta el asiento y respaldo de atrás. Me habían quitado, las
llaves del tsurito, ,por mi parte me
había apresurado a quitarle a mi chica todas sus cadenas, colguijes, reloj y
demás para que no la tocaran pero fue inútil…

.- Bájate del
coche güey, nos vamos a llevar a pasear
a tu chica un rato

.- Abrázate
con todas tus fuerzas del volante y no te sueltes por nada de este mundo, sin
importar lo que pase…

.- ¿Te sientes muy listo güey? Y de inmediato
me estampó cuatro brutales puñetazos más en el lado izquierdo de la cara, en
eso estábamos cuando uno de los zopilotes apostados estratégicamente en los alrededores
dijo:

.- Oye güey,
los de la pinche patrulla ya nos están haciendo señas pá que le apuremos
porque estamos estorbando toda la pinche calle…

Cuando creí, con cierto alivio, que aquello
por fin terminaría el grandulón que me atacó primero, me mostró las llaves de mi coche y sonriendo las
aventó varios metros delante de nosotros. No me podía bajar por ellas porque corría el
enorme peligro de que en ese momento se la llevaran a ella, comencé a buscar
con desesperación en los bolsillos de mi pantalón y afortunadamente apareció
una llave sola ningún llavero, argollita ni nada con la cuál, ante la sorpresa
de ellos, arranqué de inmediato intentó
cerrarme el paso pero le aventé el coche con acelerador a fondo aunque aún en
segunda, alcancé a ver la fractura expuesta en su pierna izquierda y con una

enorme sonrisa de satisfacción en los labios me alejé de ahí de inmediato mientras él aullaba de dolor.

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