LANZADOS A LAS CALLES

LANZADOS A LAS CALLES

NOEMI BENGOA

13/03/2018

LANZADOS A LAS CALLES

Decía un vecino:

“Si las piedras de las calles hablaran; ¡secretos gritarían!”.

Receloso, regía a sus hijos del colegio a casa y viceversa; justificaba que la calle era el peor antro de perdición, pues los que viven en ella desarrollan una presteza maléfica, sin entender el fondo de la vida callejera.

Esa mañana la avenida “El Sol” irradiaba, no solo por el astro rey, sino por la preciosidad de la juventud que desfilaba por la festividad de la ciudad; colmando las calles de miles de miradas que placían de ese verdor.

Entre la multitud, estaba ella; su corazón latía al son del tambor, y sus tiernos ojos mudaban al compás de los brazos y piernas que se meneaban de manera tan armoniosa que hacía del ramillete una sola flor.

Llamo su atención un chiquillo de boina y pluma que encabezando la banda musical tocaba la trompeta. Boca abierta lo vislumbraba sin sentir que los contiguos, en un acto de broma la empujaron; haciendo que ambos chocaran. Por unos instantes ¡todo se paralizo!… ¡vaya encuentro! Ella huyó ante las carcajadas del público.

Marbella recorría las calles de la urbe con la esperanza de volver a encontrarlo, no borraba de su mente el tierno abrazo de aquel desconocido de boina y pluma que la sostuvo para no caer cuando la empujaron hacia él.

Las fuentes de las aguas la hacían suspirar; las iglesias meditar; los parques despertar por el bullicio de los niños. Los negocios soñar; el mercado conocer necesidad y el olor a café reanimaba su andar.

Cierta vez pasaba por el estadio. Asomo a ver el partido y entre los jugadores pareció reconocerlo. ¿Sería él?… no estaba con la boina y pluma. Lo vislumbro para esbozar su figura. Era suficiente.

A pesar de sus dieciséis años habían encomendado la enseñanza del catecismo en la parroquia a los niños que endulzaban el lugar entonando canciones a todo pulmón los sábados.

Sería que los canticos llamaran la atención que alguien oía tras el ventanal. ¡Una silueta se divisó y al abrir el ventanal ella quedó congelada…! ¡Allí estaba él! con una tierna sonrisa.

-¿Que hace aquí?, le preguntó.

-Solo viéndola respondió

¿Por qué?

-Porque soy feliz de verla ¿y Ud.?

-¡Yo también!

Se confundieron en un tierno abrazo.

No repuestos de la emoción se despidieron de los niños y tomados de la mano cual fragante brisa corrían cuesta abajo; parecía que las casas volaban; los coches se detenían; la gente los miraba y las veredas una pista de patinar entre nubes.

Al toque de la puerta de aquella casita, salió la dueña que al verlos exclamo:

-¡La encontraste! Duardo.

Luego apareció una mujer joven con una muñeca de pelo lila que regaló a Marbella

-apreciamos todo lo que ama Duardo. Le dijo.

Acercándose el que parecía la pareja de la dama, saco de la billetera dinero.

– ¡vayan al cine a celebrarlo!

Marbella llena de sentimientos encontrados susurro tímidamente.

-Tengo que avisar a mis padres y pedir permiso. Iré a casa.

– Iremos con mi esposo el lunes con tus padres si es tu deseo. Replico la dueña de casa.

-Nos veremos el martes afirmo él, y besando su mano la despidió.

El día lunes llego y también la entrevista ¿cuál sería la respuesta? Marbella salió presurosa de clases rumbo a casa, cruzo esta vez más segura por los carretones de mudanza que temía tanto, pues esos mocitos lanzaban piropos a cuanta joven atravesaba el pasaje con propósito de enamorarlas.

Ni bien puso los pies en casa, le cayó un fuerte palazo en la espalda, y la voz iracunda de su madre le grito:

-¡Con que para eso tienes gracia!, ¡para buscar enamorado!; los vote y -¡jamás lo veras!

Marbella tan confundida, no entendía, al parecer obrar con rectitud y sinceridad le había acarreado esta situación; mejor hubiera callado y hecho lo que muchos hacen a espalda de los padres.

De nada sirvió las explicaciones una semana después estaba rumbo a otra ciudad donde viviría con un tío de mala vida.

Duardo, paso una y mil veces por al frente de la casa de ella, esperando verla. Solo supo que no estaba más; y aquellas calles fueron ganando su voluntad, su terco corazón no la olvidaba. Esa falta de felicidad le hizo concluir que la maldad no nace en las calles si no en las mentes. Y palpó como el callejero surge y se desarrolla en espacios públicos, donde los espectadores no entienden nada. Gente olvidada, pidiendo una moneda, caminantes sin rumbo por la injusticia económica y violación de los Derechos que beneficia a unas elites con el fin de lucro.

Como encause de su dolor, elevo su protesta para cambiar el mundo y muchos otros se añadieron.

Fueron veinte años de aquel adiós… un volver… ¡un atardecer…un caminar por las calles de esta ciudad.

Marbella al transitar por la avenida “El Sol”, advirtió movimiento. Un mar humano se acercaba en protesta pública contra la injusticia y corrupción.

Las proclamas llenaron el espacio que hasta el cielo revolvió; el caos reino, las balas silbaban.

Notó caer a un hombre de boina y pluma. Corrió para evitarlo, desplomándose él en su regazo.

-¡Duardo!

La felicidad reflejo el rostro del moribundo.

-Fueron mis sueños descansar entre tus brazos, mas allá recorreremos las calles eternas, calles de amor, calles de oro.

-¡Viviremos para olvidar el rencor! Replico ella

La gente se amontono, ya no para reír sino para lamentar lo que la calle vislumbró y recoger al héroe de la calle.

Hijos lanzados a las calles que gimen el egoísmo de los padres y suman los conflictos sociales Desamparados ante el monstruo de una sociedad discriminadora, indiferente, fría y cruel que solo goza con verlos pasar en un desfile escolar.

Las calles son de todos, pero se sienten lejanas y peligrosas; por eso las evitamos y no las enfrentamos, si comienzan al salir de nuestras puertas.

Se sostiene con nuestro odio o amor; resultado un infierno o un pedazo de cielo.

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