BRIGGITTE – Segunda entrega

Briggitte, vivió desde aquel día las mil y una peripecias para sobrevivir. A su lecho de moribunda regresaban, en aquel momento, una y otra vez, las imágenes de cómo trabajaba de día y de noche, para llevar el pan a la mesa de sus hijos, satisfaciendo las necesidades de la familia. Siempre fue una mujer solitaria, independente y violenta. Nadie conoció su pasado a profundidad, que siempre fue la gran incógnita para todos. Pero aquí está, acostada  en la amplia cama doble de hierro que le ha servido de lecho final. Su cerebro la conduce, a medida que lentamente se apaga, a sus inicios: donde todo comenzó…Llegó a la ciudad costera donde vivió casi toda la vida, en las primeras dos décadas del siglo XX, todavía muy lozana. Comentan que un día hizo su aparición una mujercita morena, de rasgos negroides y la pobreza enjalmada como único atuendo – dando inicio a una época de mucha violencia e incomprensiones; sin embargo, todavía hoy – no existe explicación que permita entender qué fue lo que hizo que esta mujer, aparentemente inofensiva, frágil y trabajadora, se convirtiera en una fiera capaz de reducir a su mínima expresión a cualquiera que osara enfrentarla.

Lo más seguro es que las ciencias del comportamiento y sus disciplinas, tendrán algún argumento que permita dar claridad a todo aquello, es posible que caminando allende de su historia personal, tal vez, pero lo único cierto fue que a Briggitte: todos le temían, especialmente por lo lacerante de su lengua, de la que fuimos testigo, usaba con maestría cuando de agredir se trataba.

Muchas veces la vimos atender a más de uno, sola, y darle su merecido a cada quien, sin que sus contrincantes pudieran doblegar su vehemente capacidad ofensora. Claro; hay algo que tampoco ha tenido explicación durante todas estas décadas que Briggitte tiene de muerta. Y es cómo a los que ofendía y convertía en sus enemigos por cualquier razón, grande o pequeña, siempre terminaban perdonándola, porque lo que ahora vamos a contar debe interpretarse como perdón. Y es que eso sucedió varias veces en la vida de Briggitte. Ocurría siempre que estaba hecha una fiera; de pronto, cambiaba de estado de ánimo en forma inverosímil.  En el momento en que algunos de sus enemigos o familiares de estos, enfermaban: entonces ella siempre estaba ahí. A mí todavía llegan las imágenes de cuando, sin permiso, se internaba en casa de sus enemigos e iniciaba toda una jornada de solidaridad, para ayudar a quien estuviera padeciendo. Me parece estarla viendo ¡Mira Arturo, ve buscando un taxi, pero rápido mijo, que tu papá está muy mal!Eso yo aún no lo puedo entender.  Ustedes estarán pensando el por qué de Briggitte ayudando a un enfermo de sus enemigos; cuando un día,  una semana antes, o en años pasados, gritaba a voz en cuello a los hijos de ese mismo enfermo: ¡Tu papá es un ladrón, se robó un alicate y unos alambres eléctricos donde trabajaba, por eso lo corrieron de allí! e inmediatamente arremetía contra la madre de aquellos también ¡Y tu mamá trabajó de puta en un cabaret! Pero lo más curioso y extraordinario era que la madre  de los ofendidos, primero, le permitía la entrada a su casa, y segundo, obedecía las órdenes de ésta cuando irrumpía en terreno enemigo – inesperadamente, abusivamente, a dirigirlo todo. Yo la verdad, aún no puedo entenderlo.

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