Antes de contar mi historia quisiera dejar en claro que si alguien encuentra mi cadaver no se trata de un suicidio, y si desaparezco no es por decisión propia. Estoy asustado, tengo mucho miedo, los tipos del auto negro que la semana pasada se encontraba estacionado en la otra cuadra a mi casa ahora se encuentran tan solo a unos setenta metros. Están ahí, en la esquina; observándome; esperando para hacerme quien sabe qué cosas y cada día que pasa me convenzo a mí mismo de que mis días aquí en mi casa están contados. Cada noche al salir a la vereda para deshacerme de la bolsa de basura intento simular que no los veo y dirijo siempre mi mirada a los postes de luz, como esperando una señal. Pero se que no va a ser así, de modo que voy a comenzar a narrar los acontecimientos ocurridos en los últimos meses lo más rápido que pueda.

Me llamo Raúl Pedroza, tengo veintisiete años y me gradué hace un año de la carrera de psicología. Vuelvo a mencionar; soy joven y gozo de buena salud por lo tanto si algo ocurre conmigo debe saber quién encuentre ésta carta que no fué decisión mía.

Mi sorpresa fue grande cuando me llamaron una noche y me indicaron que se requerían de mis servicios en «Valle Esperanza».

Una vez llenados mis papeles en la secretaría de salud me dirigí al lugar en las afueras de mi ciudad con mucho entusiasmo. Acababa de mudarme a éste pueblo luego de graduarme con excelentes notas y creía que mis profesores de la universidad habían dado su recomendación para que yo comenzara a hacer mis primeras armas en el campo de la psicología. La secretaria del ministerio debió de haber adivinado mis pensamientos o quizás mi rostro delataba mis ilusiones ya que se encargó de dejarlas por el suelo al soltarme en la cara:

—Mucha suerte ahí. Ya no quedan psicólogos que quieran seguir intentando nada.

No iba a hacerle caso a sus desalentadoras palabras. Probablemente ella era una estudiante frustrada que no había alcanzado los mínimos puntajes para estudiar su carrera y debía conformarse con lo que le tocaba.

Valle Esperanza es el asilo para personas con problemas mentales en las afueras de la ciudad, se encuentra a unos siete kilómetros. Sus imponentes muros y sus altos postes de iluminación que se encargan de dar luz al patio por las noches como si se tratase de una cárcel se logran divisar al transitar la ruta de acceso. Unos minutos en auto y ya estaba.

Voy a resumir un poco, el tiempo en éstos momentos es un valioso tesoro que se me está escapando entre los dedos.

Allí conocí a tres personas claves en ésta historia. El doctor Suárez, Mary la enfermera y a la más importante, Clara.

El doctor Suárez es un señor de unos cincuenta años más o menos, es un ser maleducado de frondoso bigote y ojos color ceniza. Lleva veinticinco trabajando en el hogar, está asqueado de todo y probablemente si hay algo que odie más que los pobres pacientes encerrados en ésta institución es a sí mismo por no haber tenido nunca el valor de dedicarse a otra cosa.

Mary es la enfermera más cercana al doctor, y en cuanto a cercanía me refiero a que es la enfermera que más a soportado los malos tratos de éste. Es una mujer de aspecto frágil de unos cuarenta años. El respeto que le profesa a Suárez es solo un disfraz para el terror y el odio que le tiene.

Y por último está Clara. Una hermosa jovencita de unos doce años, de una palidez que impresiona y un largo cabello rojizo con rizos.

Me asignaron un seguimiento de todo el ala oeste del complejo pero ella se robó toda mi atención. Había algo en ella que no dejaba de hacerme pensar una y otra vez en lo que estaba haciendo en ese lugar.

Aún recuerdo laprimera visita.

—No te gastes, principiante. No vas a sacar nada de ahí adentro—medijo el doctor con desprecio en la puerta de la habitación de la joven.

Ante mi evidente cara de desaprobación y sorpresa Mary me habló.

—No sabemos mucho de ella, solo que se llama Clara y está sola en el mundo. La encontró el servicio social hace unos cinco años, sola en su casa. Su hermana desapareció de forma misteriosa y luego su madreen loqueció y se suicidó en esa misma casa. El cadaver seguía colgado en la habitación cuando encontraron a Clara escondida en el sótano. De su padre no hay rastro y los familiares que contactamos no quisieron saber nada del asunto. Ella no ha hablado en los años que lleva aquí, ni ha interactuado con nadie. Sufre de un caso grave de autismo y solo pasa los días mirando por la ventana hacia el cielo, además…

—Desde cuando es tu trabajo resumirle las historias clínicas a los doctores? Mary andá a seguir tu ronda querés?—el doctor la interrumpió con una mirada fulminante.

—Si,si…mil disculpas—la enfermera se alejó temblando de miedo mientras me lanzó una mirada suplicante al girar por el pasillo.

—Bueno nene…ahí tenes toda la información…suerte. Yo voy a estar en la sala de al lado observándo todo pero te aclaro, no vas a lograr nada así que no te encariñes demasiado. Estos pobres diablos no tienen ningún tipo de esperanza aquí…no te dejes llevar por el nombre de ésta…carcel de porquería.

Quería decirle que se podía ir bien al carajo. Ese tipo era una basura, un resentido de la vida sin esperanzas pero quería comenzar a trabajar y sabía que en los inicios uno debe tragarse ciertas cosas.

Tenían razón, nada pude sacar de la primera reunión. Ni de esa ni de las que le siguieron. Clari (así decidí llamarla) solo se limitaba a quedarse sentada en el fondo de su habitación mirando por la pequeña ventana hacia el cielo, más bien parecía que su vista se posaba todo el tiempo en el poste de luz central que por las noches daba iluminación al recinto por fuera. En el suelo, desparramados por todos lados se hallaban hojas de papel dibujadas por la niña. Los dibujos tenían casi las mismas características que se repetían una y otra vez en dos tipos. En ellos se veían seres humanoides altos y muy delgados, no poseían facciones en su rostro más que un gran ojo en el medio de la frente. Los otros dibujos mostraban altos postes de luz sobre los cuales posaba una bola que supongo era de luz contrastando con un cielo nocturno mal pintado con lapiz negro.

Pasó casi un mes y al no obtener respuesta por parte de la niña y ningún tipo de aliento por parte del doctor Suárez, ni respuestas por las autoridades del hogar; ya que casi nunca se encontraban en el establecimiento delegando todo mandato hacia mi cruel superior de bigote desagradable; decidí hablar a escondidas con Mary, ella quizás podría decirme algo más. Sabía de su miedo hacia el doctor pero también sobre su odio. Intentaría uitilizar ésto último para obtener su ayuda, y así funcionó.

Si bien no pudo darme acceso a los archivos de la biblioteca, se las arregló para, a escondidas traerme unos cuantos papeles, entre ellos más dibujos similares a los que Clara tenía en su habitación. Los habían traído de la casa de la niña cuando la encontraron, estaban amarillentos, se veía que ya tenían sus años y decidí utilizarlos en mi próxima reunión con la paciente.

Ese día todo cambió.

Me senté como siempre frente a Clara sin esperar ningún tipo de respuesta y comencé a hablarle de banalidades tales como el clima; ella simplemente observaba por la ventana casi sin pestañear. Hasta que extraje de mi carpeta los viejos dibujos y los puse sobre la mesita que ella utilizaba para dibujar.

—Mirá lo que encontré Clari—dije sin levantar la vista de los papeles y sin esperar obtener respuesta—los dibujabas antes de venir a vivir acá…hace cuanto los haces?

—No son míos…son de Ana, mi hermana.

La voz suave de la niña hizo que mi corazón se detuviera y mi columna vertebral se tensara súbitamente dejándome rígido, la piel se me erizó y tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para volver a articular palabra.

Levanté la vista y la miré, estaba viendome fijamente con esos hermosos ojos claros, su expresión…mas bien no tenía expresión alguna, lo que me generó una extraña sensación de incomodidad pero a su vez había algo en su mirada que me causaba calma. Intenté llevar adelante la conversación normalmente, como si no estuviera sorprendido. Casi podía escuchar las exclamaciones del doctor Suárez en la otra sala luego de haber estado regañando duramente a Mary por haberme ayudado a sus espaldas, quizás con éste gran avance lo olvidaría.

—Ah, perdón…pensé que eran tuyos, son muy parecidos—le dije lo más calmado que pude ya que dentro de mí la adrenalina golpeaba cada parte de mi ser.

—No estés nervioso, se que puedo confiar en vos, sos la única persona de alma noble que hay en éste lugar horrible—me miraba seriamente casi sin pestañear—pero necesito que me prometas que no dirás nada de lo que voy a contarte.

—Te lo prometo, confiá en mí—le dije sabiendo que el doctor escuchaba todo desde la sala contigua, me sentí una basura pero fué un intento desesperado por no perder ese mágico momento. No sean muy duros conmigo, no me juzguen por favor—me vas a contar tu historia y como llegaste a dar a éste lugar?

Clara por fin sonrió enseñandome sus blancos dientes, sus ojos se achinaron y mi alma volvió a mi cuerpo.

—Volvíamos a casa una noche con mi madre y mi hermana—comenzó ella—mamá trabajaba como mucama para una familia de dinero en una quinta en las afueras de la ciudad y como no podía pagar por alguien que nos cuidara y de mi padre nunca supimos nada; sus patrones la dejaban llevarnos. Nosotros jugabamos en el parque toda la tarde. Ana tenía 9 años, dos más que yo.

—Está bien, que buena memoria—le dije a modo de cumplido lo que la hizo sonreír.

—Era muy tarde ya, veníamos en el asiento de atrás como siempre y Ana venía mirando por la ventanilla hacia arriba cuando de repente me dijo: —»Han puesto luces nuevas arriba de los faroles de los postes» —No le presté atención pero a los pocos segundos me tomó fuerte del brazo y volvió a hablarme, ésta vez con la voz levantada casi apunto de gritar: —»No son nuevas luces…es una sola!! Va de poste en poste!! Como si nos siguiera!!»—Me hizo ver a través del vidrio de la ventana, efectivamente había una especie de luz que se desplazaba de poste en poste con una velocidad increíble. En ese momento el motor del auto dejó de funcionar y con el envión fuimos bajando la velocidad mientras mi madre insultaba al coche que poco a poco dejó de avanzar y se detuvo. Quedamos en silencio y a oscuras en medio de la nada mientras mamá intentaba calmarse y le daba arranque una y otra vez sin éxito.

—Muy bien—dije tragando saliva—para la edad que tenés tu vocabulario es muy rico, estoy sorprendido—le dije intentando no tocar el tema de su estado de mudez durante años.

—Soy más madura de lo que crees, nunca he hablado porque solo estoy esperando y…

La puerta de la habitación se abrió repentinamente y por ella ingresó el doctor Suárez, se lo veía evidentemente perturbado por lo que estaba ocurriendo pero aún así fingió no saber nada, supongo que con el fin de que Clara no supiera que podían escucharla y no dejara de confiar en mí.

—Doctor Pedroza, lo necesitamos de manera urgente en la habitación treinta y cinco—me habló mirando a la niña de reojo, jamás me había tratado de una manera que no fuera despectiva.

Observé a Clara, había vuelto a adoptar su característica posición de siempre. Miraba fijamente por la ventana.

Salimos con mi superior de la habitación, heché un vistazo antes de cerrar. La jovencita no se movió.

Voy a resumir todo lo más que pueda, no haré foco en las discusiones con el doctor intentando explicarle qué había hecho de distinto a él para haber logrado que la niña hablara. Se lo veía furioso de envidia y celos lo que en cierta forma me divertía y me reconfortaba. Haré foco en las sesiones que siguieron ya que creo que el auto fuera de mi casa se ha movido unos metros más cerca. Debo apresurarme.

—Bien Clara, podes hablar tranquila, solo estamos vos y yo—comencé al otro día mintiendo sintiendome así un miserable.

Luego de mirarme fijamente unos minutos sin decir nada sonrió y comenzó a hablarme.

—El auto se había detenido en medio de la ruta, con Ana seguíamos mirando la luz que se ubicaba encima del farol de la calle, parecía flotar sobre ella, como esperando a que siguieramos en movimiento para así poder trasladarse hacia el siguiente poste—Clara había retomado el relato desde donde lo había dejado, hablaba rápido sin dejar de desviar la mirada una y otra vez hacia la puerta como temiendo que el doctor Suárez volviera a entrar de improviso.

—Te acordás por donde fue que pasó? O donde trabajaba tu mamá?

—Era una casa quinta, hacia la otra salida del pueblo…

Se hizo un silencio incómodo, probablemente debido al dolor de recordar a su madre.

—Si no querés seguir te entiendo…

—No, está bien—me interrumpió—no se cuánto tiempo habrá pasado hasta que de repente Ana habló sin dejar de mirar la luz y me dijo: «—Saben que han sido descubiertos…los descubrí…ya podemos seguir»—En ese momento mamá hizo arrancar el auto y nos pusimos en marcha nuevamente, la luz había desaparecido.

—Quienes fueron descubiertos?—le pregunté realmente intrigado.

—En ese momento no lo entendí pero las cosas que sucedieron meses después me abrieron los ojos….Ana comenzó a dibujar una y otra vez los dibujos que ya has visto y no hablaba con nadie…mamá estaba cada vez más preocupada….de repente parecía haber perdido contacto con la realidad hasta que una noche…—hizo una pausa y me miró fijamente como intentando ver en mi interior si yo le creía o no hasta que se convenció de que así era—estaba durmiendo y me despertó un extraño zumbido afuera de casa, yo sabía que era de madrugada pero parecía de día, todo estaba iluminado. De repente la luz se apagó y el ruido desapareció…junto con mi hermana.

—Como?

—Así…sin más. Ana desapareció sin dejar rastro…mamá hizo la denuncia y la buscó por meses hasta perder la cordura. Terminó enloqueciendo y….

—Está bien, te entiendo—le dije mientras ella apartaba la vista al suelo—ayer me dijiste antes de que entrara el doctor que estabas esperando….qué es lo que esperás?

—Estoy muy cansada ahora, podemos seguir mañana?

—Por supuesto Clari, mañana nos vemos—salí de la sala con más preguntas aún y preparado para un nuevo embate de mi bigotudo superior.

Al otro día por la mañana en la biblioteca local busqué en los periódicos viejos por alguna nota relacionada con lo contado por la niña ya que al ser nuevo en el pueblo no conocía prácticamente a nadie y encontré un par de noticias sobre avistamientos de luces en dichas rutas de acceso pero solo eran relatos aislados contados por peones rurales a los que no se les daba seguimiento debido a lo poco serias que parecían las anécdotas, sin mencionar la falta total de pruebas.

Volví al hogar dispuesto a escuchar qué más tenía para contarme mi nueva «amiga». Ésta vez comenzó sin dudar, me había ganado su confianza y yo me sentía una basura en cada encuentro sabiendo que no era totalmente sincero con ella y dejaba que el doctor Suárez escuchara las conversaciones libremente pero no tenía otra opción.

—He estado esperando por «ellos»—comenzó mientras hacía énfasis al nombrarlos de esa manera—están aquí desde los inicios de los tiempos, han visto nacer éste mundo y muchos otros y se encargan de rescatar las almas nobles cuando ven que uno de esos mundos está destinado a la extinción, ya sea por sus desastres naturales o la maldad de sus habitantes. Y viven entre nosotros aunque no los veamos.

—De acuerdo, y exáctamente…como deciden ellos quienes son los seres que valen la pena ser rescatados, y adonde los llevan una vez que los rescatan?—le pregunté más intrigado aún sabiendo que o bien la niña poseía una imaginación prodigiosa o realmente tenía serios problemas mentales ya que desde que la encontraran hasta la fecha había sido mantenida aislada y solo se limitaba a dibujar.

—Solo quienes son seres de alma pura sin maldad son capaces de verlos y Ana los vió…los descubrió. Y quienes pueden verlos adquieren el conocimiento suficiente como para, una vez rescatados poder decidir quienes más merecen ser salvados…obviamente con la aprobación previa de «ellos». En cuanto a donde los llevan no lo sé, solo sé que Ana está con ellos y vendrá por mí en cualquier momento, por eso no puedo dejar de mirar el poste de luz del patio, siempre espero ese día en el que vengan por mí.

Cada charla me dejaba más confundido pero lo que más me descolocó fué lo quepasó justo antes de salir de la habitación.

Clara se levantó y me abrazó muy fuerte, cerró sus ojos y apoyó su cabeza en mi pecho. Estaba helado. Finalmente me soltó, me miró a los ojos y me dijo:

—Éste mundo está condenado y va a morir…si «ellos» me llevan, a la primera persona que rescataré va a ser a tí.

Salí con una sencación muy extraña del lugar. Luego mi mundo se vino abajo. El doctor Suárez me esperaba en su oficina.

—Te dije que no te encariñes con nadie pibe, la paciente mañana se va—me dijo mientras guardaba libros y carpetas en una caja.

—Cómo que se va?—le pregunté sintiendo que mi estómago comenzaba a contraerse.

—Así como lo escuchás, después de que la encontramos hace unos años, unos agentes del gobierno se pusieron en contacto conmigo para que, ante cualquier información que pudiera sacar de la niña los mantuviera al tanto. Llevan años investigando ovnis y esas estupideces y creían que ésta chica podía saber algo luego de las noticias de la desaparición de la hermana. Así que ahora, gracias a vos por fin habló…no se si será verdad o cuentos pero les interesó mucho lo que les conté y mañana se la llevan….

—Adonde?? Para que?? Que gana usted con semejante barbaridad?—yo ya casi gritaba.

—Y que se yo adonde se la llevan? Y para qué no me interesa, la irán a estudiar…que me importa? Y te diría que no me faltes el respeto que soy tu superior pero con la super jubilación de privilegio que me van a dar los del gobierno por entregársela…me retiro…no trabajo más en este maldito lugar, que se ocupe otro de estos pobres infelices que yo ya lo hice demasiado tiempo.

Quería decirle que era una porquería, quería golpearlo, insultarlo, escupirlo o lo que fuera pero me sentía demasiado culpable, demasiado mal. Solo atiné a irme de la oficina.

Salí corriendo en dirección a la habitación de Clara, no sabía muy bien que hacer ni lo que iba a decirle pero debía verla, pedirle disculpas, lo que fuera…

No hizo falta hablar, no me dejó.

—Voy a estar bien—me dijo mientras volvía a abrazarme.

—No Clari..no entendés..yo…

—Está bien, vos sos el que no entiende. Voy a estar bien, me voy a un lugar mejor, voy a volver a buscarte, se que sos una buena persona y que valés la pena. En cuanto a Mary no te preocupes por ella, no va a sufrir más, va a encontrar un mejor trabajo….

—Y Suárez?—le pregunté con la garganta a medio cerrar conteniendo el llanto.

—Él ya tiene demasiado sufrimiento con su vida, si se le puede llamar vida a eso. Va a estar siempre encerrado aquí. Está destinado a estar en éste lugar aunque lo odie, no puede ni podrá irse.

No tuve el valor de decirle la verdad, estaba destrozado y esa noche lloré en casa hasta quedarme dormido.

Me desperté con la luz del día, miré el reloj de la mesa de luz y casi sufro un infarto. Marcaba casi las tres de la mañana. Me levanté y observé por la ventana, afuera el cielo estaba completamente iluminado. Al cabo de unos segundos la luz desapareció y volvió a estar todo el cielo a oscuras.

Llamé una y otra vez por teléfono a «Valle Esperanza» sin obtener resultado, nadie me contestó. No pude volver a dormirme y a primera hora conduje mi vehículo hasta el hogar.

Afuera se encontraban varios coches de la policía, ambulancias y un par de autos negros como el que está estacionado ahora fuera de mi casa.

No me dejaron entrar y tuve que dar mis datos a los agentes. Lo único que pude enterarme fue que una paciente había desaparecido sin dejar rastro alguno en la madrugada, su habitación seguía cerrada con llave y el doctor a cargo de ella solo se limitaba a gritar y patalear en el suelo hasta haber sido sedado.

Le siguieron meses de interrogatorios y declaraciones de todo lo que sabía. Fuí removido del hogar junto con Mary, a los dos nos otorgaron una pensión y nos pidieron que no abandonaramos el pueblo, que probablemente necesitaran de nosotros para futuras declaraciones. Clara había desaparecido de la faz de la tierra, su habitación nunca había sido abierta y el doctor Suárez se encontraba ahora encerrado y asegurado en una sala luego de varios intentos de suicidio golpeándose la cabeza contra las paredes de su habitación normal. Se había vuelto loco de un día para otro.

Las últimas palabras de Clari resonaban una y otra vez en mi cabeza.

Han pasado meses desde lo sucedido. Cada noche me quedo observando por mi ventana una y otra vez los faroles de la calle, como buscando una señal. Esperando a que venga esa luz a rescatarme, a salvarme de éste mundo condenado por la maldad humana. Estoy seguro de que, desde donde esté, Clara ha intentado convencerlos a «ellos» de venir a por mí…pero ella no sabe que los agentes iban a buscarla por mi culpa…nunca supo que en cierto modo la estaba traicionando. Supongo que «ellos» sí lo saben y es por eso que no accedieron a su petición. Ese es mi castigo, mi condena. El ovni en el poste de luz nunca vendrá por mí. Ya todo me da igual y no se en qué creer.

Aquí termina mi historia. Guardaré estas hojas en algún lugar donde no sean encontradas fácilmente. Acabo de escuchar que las puertas del coche negro en la calle se cerraron con un fuerte golpe.

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