Blaze! Capítulo 25

Capítulo 25 – Sopa de aleta.

Albert sintió su calzado ardiendo, despertando por el calor que agobiaba a sus pies, escuchando un sereno ruido que nunca había experimentado hasta la fecha.

¿Dónde estoy? –se preguntó el joven, notando que estaba cubierto con la larga capa de su señora, formando una improvisada tienda de campaña sobre su cuerpo, valiéndose de las hombreras y de sus armas para mantener la estructura.

Blaze estaba parada sobre un polvo medianamente grueso y amarillento, mirando hacia el horizonte, con su cabello al viento, vistiendo solamente su ropa, nada de armadura.

Blaze, esto es… ¿es el mar? –consultó Albert, mirando y escuchando el infinito, constante y plácido oleaje, sintiendo la brisa marina en el rostro por primera vez en su vida.

Te dije que algún día vendríamos –contestó la maga, mirando a su escudero, disfrutando las caricias del viento.

Es hermoso, parece no tener fin –comentó Albert, maravillado con el espectáculo, callándose y cerrando sus ojos para concentrarse en el sonido de las olas, escuchando el chillido de un ave marítima que pasó cerca de ellos.

Es temprano y hace mucho calor, supongo que no te quedarás parado ahí todo el día, entremos al agua –invitó Blaze, sacándose las botas, lanzándolas a la arena, sumergiéndose rápidamente en el agua, asustando al oráculo.

¡Blaze! ¿¡Donde estás!? ¡BLAZE! –gritó Albert, temiendo que la maga se hubiera ahogado después de introducirse completamente en la salada y fría agua, caminando al interior del mar hasta que sus rodillas quedaron cubiertas por la interminable salmuera.

Varios metros más adelante emergió Blaze, moviendo los brazos en el agua hacia adelante, avanzando en la superficie del mar, como si se tratara de un pez, llegando al lado de Albert.

¿Estás bien?, ¿no tragaste mucha agua? –preguntó preocupado el joven, ofreciendo sus manos para ayudar a la maga a levantarse, pero esta se incorporó por sus propios medios, sacudiendo su cabello.

Hace mucho que no nadaba en el mar, está refrescante –respondió despreocupada la joven, limpiándose una oreja, sacando un poco de arena de esta–. Deberías probar tú también.

¿¡Qué!? No, no, no, no sé hacer eso que hiciste con los brazos, de seguro me ahogaría al intentarlo –especuló Albert, imitando pobremente el braceo acuático de su señora.

Ven, yo te enseño, es más fácil que utilizar la espada, aprenderás –explicó Blaze, pateando el agua para mojar a Albert.

Albert se estremeció por el gélido rocío resultante de la patada de Blaze, que le mojó el pecho y rostro, ardiéndole los ojos por el contacto con el agua salobre. Se llevó las manos al rostro para secárselo, viendo entre sus dedos el torso de la maga, notando cómo su mojada camisa blanca se ceñía a su piel, entreviéndose sus senos, lo que hizo “reaccionar” al oráculo, quien se lanzó al extremo contrario de la mujer, volteándose y hundiendo las piernas en el agua.

No fue para tanto, te lancé un poquito de agua –dijo Blaze mofándose, acercándose a Albert, viendo que sangraba por la nariz–. ¿Te golpeaste?

No lo sé, debe ser cosa del sol –respondió Albert, evitando mirar la translúcida camisa de la maga, apretando las piernas debajo del agua, mezclándose su sangre con el oleaje–. Espera a que deje de sangrar y me enseñas a nadar.

Te dije que seguirías mi ritmo, al agua se ha dicho –contradijo Blaze, arrastrando al escudero por el cuello de su camisa, introduciéndolo en aguas más profundas.

Blaze mantuvo a flote a Albert, enseñándole a mover los brazos y las piernas coordinadamente, logrando que este avanzara unos pocos metros en algunos minutos. El sangrado del muchacho se había detenido hace unos minutos, pero había dejado un rastro, el que fue seguido por un pequeño tiburón que nadaba en las cercanías, dirigiéndose al origen de la muestra sanguínea.

Mira lo que viene allá, el desayuno –comentó Blaze a Albert, soltándolo, concentrándose en la aleta dorsal del animal, perdiéndola de vista por un momento–. No te escaparas, quiero carne, el frío me dejó con hambre.

Blaze se quedó expectante, inmóvil, esperando el ataque del escualo, vigilando a su alrededor, advirtiendo que Albert por fin estaba flotando por su cuenta, con los pies sobresaliendo de la superficie del mar y la cabeza sumergida.

¡Idiota! ¿¡qué se supone que estás haciendo!? –gritó la hechicera, agarrando al oráculo por la pantorrilla derecha, sacándolo del agua.

Al retirar a Albert del agua, se percató de que el tiburón estaba colgando de la cabeza de su escudero, hundiendo sus diminutos y aserrados dientes en el rostro del inconsciente joven, intentando tragarse una presa más grande que él.

¡Pez idiota, suéltalo, suéltalo! –gritó Blaze, atacando al animal con Fire Balls continuas, cocinándolo en el acto, procediendo a golpear repetidamente a Albert en todo su abdomen, haciéndolo vomitar el agua que lo estaba ahogando–. ¡Reacciona, maldito imbécil!

Hola, Blaze… –saludó Albert, colgando invertido–. Me duele mi carita…

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Blaze curó el rostro de su escudero, borrando todas las marcas de los dientes del escualo que en ese mismo momento estaban comiéndose, preparando algunos peces que pescaron como almuerzo.

Tu sácale las vísceras, yo los haré sopa –mandó Blaze, sacando un enorme caldero desde el interior de la bolsa oculta dentro de su armadura, sorprendiendo al incrédulo Albert.

¡¿Qué?!, ¿cómo hiciste eso?, ¿siempre has estado cargando eso contigo? Es imposible, no hay lugar para guardar una olla de tal tamaño –comentó Albert, escéptico ante la escena, abalanzándose sobre el caldero para comprobar si era real–. No es otra de tus ilusiones, ¿cierto?

¿Ilusión?, ¿desconfías de mí o eres de esos tontos que se sorprenden de los magos de feria que sacan animales escondidos desde sus ropas y les aplaudes como si fuese un gran logro? –preguntó retóricamente Blaze, sacando de encima del caldero a Albert, golpeando el metal con los nudillos para hacerlo resonar–. Es verdadero, ¿ves?

Nunca he visto a magos sacando animales escondidos, tampoco he ido a ningún tipo de celebración, solamente me sorprende lo que puedes guardar en tu bolsa mágica –explicó Albert, lamentándose por su desconocimiento de las festividades populares.

Pobre Albert, recluido en su monasterio sin conocer el mundo que lo rodea… Ni te imaginas que más guardo allá dentro, lo único que te puedo decir es que nadie más que yo lo puede sacar –dijo Blaze, mostrando la bolsa vacía al oráculo, para luego sacar de su interior una larga cuchara de madera–. ¿Qué es una hechicera sin sus propios utensilios para pociones?

Siempre sorprendiéndome –dijo Albert, soltando un suspiro, dejándose caer en la arena.

Menos sorpresa y más tripas, ábrelos, iré a buscar agua –indicó la maga, lanzándole su antigua espada rota, agarrando su capa.

Blaze se metió nuevamente al agua, hundiendo su capa para formar una bolsa, llenándola de agua, corriendo hacia el caldero para vaciar el líquido en su interior, no sin antes ejecutar un hechizo.

¡Mineralize[CPRF1] ! –exclamó la joven, soltando de a poco su capa, dejando caer el agua límpida en el caldero, palpando el manto, hallando una bola de cristal blanco en su interior, lanzándosela a Albert–. Toma, es sal, ¿se te ofrece algún truco más o también debo llevarte a un festival?

¿Harías eso por mí? –consultó esperanzado Albert, brillándole los ojos por la falsa propuesta.

¡Qué va! Buscando ese maldito trozo de corazón terminaremos metidos en un festival alguno de estos días, pero no lo hago por ti, sólo digo que es completamente factible que suceda, para no atarme a fechas… –dijo Blaze, accediendo a medias a la petición de su escudero.

¡Genial! –exclamó Albert, como si fuera un niñato.

Los viajeros cocinaron los peces eviscerados junto a la aleta dorsal del diminuto tiburón, pasando una agradable tarde frente a la orilla del mar, divirtiéndose en el agua, refugiándose al atardecer lejos de la arena y la brisa marina, limpiando un terreno boscoso para poder pasar la noche.

Me siento pegajoso –comentó Albert, frente al cálido fuego encendido por su maestra de nado y espada–. Nunca imagine que la playa y el mar fuesen tan hermosos.

La playa es hermosa si la caminas por tu cuenta, recuerda que llegaste dormido acá –dijo Blaze, recordándole la manera en que arribó a la orilla del mar.

Ahora que lo mencionas, no quise abordar el tema antes para no echar a perder la jornada, ¿cómo llegamos acá?, ¿qué sucedió con el demonio que poseyó a aquel hombre? –interrogó Albert, intentado recordar lo pasado.

¿Qué es lo último que recuerdas? –tanteó la maga, para no repetir historia.

El ataque a los Morones. Toda esa… –dijo Albert, interrumpiéndose al recordar la masacre, sintiendo un poco de náuseas– sangre, los huesos y sus crujidos al destrozarse, los gritos de terror… Recuerdo a Ephraim hablándome, pero no podía ver su rostro, sólo le escuchaba, me sentía mareado después de vomitar todo lo que tenía en las tripas, después me fui a negro.

Bueno, eso último lo hice yo, te mandé a dormir para que no te sintieras peor, pero antes de eso pasaron otras cosas –dijo la maga, atribuyéndose el profundo descanso que calmó al escudero.

Entonces, ¿qué sucedió? –preguntó Albert.

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Mi nombre es Bhasenomot, ya sabes qué hacer con eso –dijo el demonio, espantando a Blaze, quien no esperaba escuchar tales palabras tan cerca de su oído, sacudiendo la cabeza como si evitara un insecto volador.

¿Alguien escuchó eso también? –consultó la maga, observando al demonio bailar entre los cadáveres, mientras hacía malabares con tres cráneos separados de sus respectivos cuerpos.

Todos los guardias presentes se quedaron mirando a Blaze con cara de interrogante, levantando los hombros en respuesta negativa, con los ojos perdidos por la macabra escena que se estaba efectuando en las faldas de su cordillera, temblorosos. Ephraim le hizo señas a la maga para que acudiera a cuidar a su escudero, durmiéndolo con un toque de su Keeper Oniric.

¡Blaze! –gritó Bhasenomot al perder de vista a la maga.

La joven hechicera se reincorporó rápidamente ante el llamado del demonio, observándolo, esperando a que se reiniciase la comunicación.

¡¿Qué le hiciste al demonio cobrador?! –consultó la hechicera.

¡El muy débil se murió! ¡Ya no puedo seguir en este cuerpo, quedó deshecho por mi poder, nos veremos en otra ocasión! –vociferó el demonio a través de los labios de John, comenzando a incendiarse el cuerpo del hombre con unas flamas púrpuras, levantando una tóxica humareda–. ¡Nos volveremos a ver, ajajajajajajajaja…!

El cuerpo en llamas colapsó sobre sí mismo, quedando una pila de huesos ardientes, con el cráneo moviendo su mandíbula, carcajeando en la cima del cúmulo de osamentas, sin producir ningún ruido, fracturándose la quijada por el calor de las oscuras flamas, momento en que se detuvo finalmente.

¿Qué acaba de pasar? –consultó Ephraim descontrolado, agarrando a Blaze por los hombros, sacudiéndola.

Reúnanse todos los que presenciaron esto y les explicaré –ordenó la maga, retirándole las manos a Ephraim y subiendo a Albert en su espalda.

Una vez reunidos todos los guardias que observaron la masacre, Blaze les extendió sus manos, pidiéndoles que las tomaran, utilizando el hechizo Eternal Shining para borrar sus recuerdos, saltando desde el puesto de vigilancia hacia el exterior de la ciudadela, amortiguando la caída con un poco de su hechizo para volar, huyendo del lugar.

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Y así fue cómo llegamos a la playa, corrí toda la noche hasta llegar acá –dijo Blaze, finalizando su narración, tendida sobre su capa, envuelta completamente con esta, dejando solamente su rostro descubierto, como si estuviera momificada en vida.

Bhasenomot… ¿qué querrá contigo? Digo, primero me ataca, después me saluda como si nada, después te muestra su fortaleza y se presenta ante ti, ¿qué pretende con eso? –dijo Albert, moviendo los maderos de la fogata, sentado frente a esta.

Quiere que lo invoque, es la razón de que me haya dicho su nombre, por eso mismo no lo haré. Además, parece estar siempre cerca de nosotros, pendiente de nuestras acciones, no necesita que lo llame directamente, algo debe estar urdiendo y hasta no saberlo, no hablaremos más de él –concluyó la joven, cerrando los ojos, disponiéndose a dormir–. Buenas noches, Albert.

Buenas –respondió escuetamente el joven.

Albert quedó meditabundo después de hablar con Blaze e intentó dormir aquella noche, pero el malestar que le produjo el recordar la matanza del otro día le espantó el sueño, prefiriendo quedarse mirando el reflejo de la luna sobre las reposadas olas del mar, tratando de calmarse y olvidar.

¿Qué quiere Bhasenomot con Blaze?, ¿será un enemigo o un aliado?, ¿cómo influirá su presencia en la búsqueda del corazón del único ser divino? Esto y mucho más en el próximo capítulo de BLAZE!


[CPRF1]Hechizo

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