Rojo carmín, alegoría furiosa.
Entintados susurros,
muestran dulce agonía.
No conviertas tus lúbricas caricias
en señas de alivio,
el nexo trabado en su propio margen.
Esperanza de cartón-piedra,
un falso motivo,
un camino de involución establecida.
Ría de percepciones,
en tu iris maltratado aún
encuentro afecto por lo vivido.
El clásico duelo entre
la milagrería de su mirada
y las luces que la provocan.
Como el espejo de uno mismo.
Atracción sincera,
la pesadumbre de sus descuidos.
Prueba insatisfactoria,
poder inquisidor,
palabra llena de profecías.
Basarse en lo que ocurrirá,
Y no en lo vivido.
Lección que enmudece
sus murmullos en
un cálido y tierno espesor.
Sus querencias y deseos,
desentrañan el emblema de
su falso propósito.
Febrero de 2018
Gracias a Antonio Valero por su ayuda para este poema.
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