Nunca supe tu nombre, no tuve la dicha de conocer y practicar tu lenguaje, posabas en esa esquina, en total silencio, solicité tu permiso para tomar la foto, tu solo asentiste, suponiendo lo que haría.

Te encontré con ese vestido azul brillante, hecho por manos como las tuyas; rodeada de artesanías, que más que ser artículos a la venta, son tu historia, plagada de colores y texturas.

Mujer enigmática, mujer «Raramurí», rodeada de pinos y abetos, viviendo en una cueva a merced del viento; te arrullan las aves, te curan las flores, te cuidan los ojos del águila real.

Tu cuerpo bendito que ha dado vida, tus manos sagradas que expresan creación, tu lucha incesante por la libertad del pueblo, de una maldición ancestral impuesta por Dios.

Mujer de cuatro almas, y de pies ligeros, que no teme a la muerte y la celebra; pues al morir su carne, su alma trasciende, para ser inmortal.

De rostro cansado, por meses de hambruna, de sueños constantes de un mundo mejor; tu seria mirada denota las penas, que cubren tu pecho de profunda opresión.

Tus ojos benditos, que cruzan la sierra, que ven las estrellas plagadas de luz; la luna tu amiga, te alumbra la noche, y guía tus pasos al ir por ahí.

Mujer del «tesgüino», que elige a su hombre, lanzando piedritas para coquetear; que espera paciente inmersa en el bosque, al hombre valiente, que la llevará al altar.

Tu piel lacerada, por noches constantes, de heladas infames que te hacen sufrir; la nieve te cubre en fríos inviernos y mueres de hambre al no tener maíz.

Los días transcurren sin prisa en la sierra, un tren a lo lejos se puede escuchar, uniendo dos mundos distintos y ajenos, por ese bendito, te pude encontrar.

Mujer del silencio, de porte imponente, de hermosas costumbres, de noble pasión; tu mano sagrada, que toca mi alma, y llega hasta el fondo de mi corazón.

Mi mente plagada de luz y colores, texturas diversas y flores que van, llenando laderas, planicies y bosques, de un fuerte amarillo, que me hace soñar.

De mística cuna proviene tu esencia, tu madre a parirte al bosque se fue; muy sola en penumbras, su grito dio vida, al ser más hermoso que pude observar.

Bendita la tarde que pude encontrarte, recuerdo ese día que tan plena fuí, llenaste mis ojos de blanca energía, tu aura encendida me dio claridad; mujer de la sierra, mujer de mi vida, el tesoro más bello que pude alcanzar, mi lista de anhelos, ocupa tu nombre y espero algún día, volverte a soñar.

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