Iré de incógnito hasta oír las incomprensibles razones,  que explica la muerte, 

aburrida de mentir.

Parezco frío. Yo de mí, pediría más.
Reaccionaré cuando se aproxime la hora.

Posiblemente encuentre el poema de la muerte

 en la última mañana. 

 Lo imagino pálido, inactivo, con los temporales hundidos de la incipiente calavera,

escuálida desde el principio hasta sus últimos dedos.

Pensé que estaba perdido,

entre las líneas que sean, de esta oración,

y será muy dura la agonía de cada verso.

Mis clamores serán mudos.

Julio se acerca con el 6 que he amado,

y si mal no recuerdo solo 87 años he manoseado tu corazón. 

Yo creo que moriré detrás, sí, es muy probable,

posiblemente con una muerte especial,

donde me verán sonreír, hablar, escribir;

pero estaré repleto de humo claro, que no sabe más que flotar.

Esto sí es tener las manos vacías de verdad.

Te me has ido diluyendo entre los días que he estado vivo.

En la víspera del no morir,

reconstruiré la patria que quieren los amantes de las tardes,

los fanáticos del viento,

los criadores de lágrimas,

los detractores de inverosímiles sueños donde tú no has estado.

Irán descalzos los falsos acontecimientos,

que nos confunden a veces con sus remedios fracasados.

Seré la patria de todos los sufrimientos que vendrán.

Se me va acercando uno, el mismo desde hace tiempo. 

Le arranco la flechas de dentro de sus manos.

Eran de espinas madre,

sacadas de lo más profundo, de lo más lejos de mi carne de por dentro. 

Se clavará la tristeza sobre el paisaje, que tú me calcaste, parecido a ese tuyo.

Cuando tú te hayas marchado,

cuando ya no estés,

cuando no sienta tus rezos, 

cuando no me enseñes las estrellas que supones que no he visto, 

cuando no me quede más remedio que aceptar que te me has muerto,

eso sí será el vacío,

no me lo tendrán que explicar. 

 

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