Te escribo esta carta, recíbela con la misma sorpresa con la que han llegado a mi cabeza los pensamientos que la forman. Recibe estas cosas dichas aquí, y no las tires por la borda. Yo hace un tiempo he tirado por la borda algunas de mis mejores ideas. Y no se siente nada bien. Sobre todo se siente mucho pesar, cuando pasa el tiempo y se alejan de la superficie del agua. Una vez las sueltas, las pierdes. No te puedes arrojar al agua por ellas. Incluso si consiguieras tal cosa, vendrían de nuevo al mundo con otro aspecto. No hay forma de que regresen, y probablemente lo que consigas es llenarte de penas y de cosas herrumbradas. Hay gente que es feliz con ello, y ven tesoros, realmente tesoros invaluables, en las cosas que han ido a parar al fondo del mar. Yo me cuento entre estas, y sé a lo que me refiero. Pero si tuvieras un minuto en la vida para escuchar estas palabras… si tuvieras ese minuto de silencio, a solas con tu voz y mis palabras. Volvería al mundo una moneda de oro, que arrojé hace un par de años atrás.

No sabía cómo empezar esta carta. Creo que los mejores escritores de cartas nunca fueron famosos más que por las almas donde reposaron sus memorias. A diferencia de todo lo demás que se ha hecho bajo el título de arte, la carta goza de esas dulces contraseñas. Una carta siempre va a ser escrita sin saber cómo, ni cuando, ni dónde… por eso te escribo ahora, aunque no sepa claramente cómo. Verás… hace diez años que todo aquello pasó. Inmediatamente supe que jamás recuperaría la paz, aunque hubiera preferido tener fe en disfrazar mi gran derrota. Yo nunca tuve fe en que hacer las cosas así sería lo correcto. Ahora que escribo para ti esta carta, siento que me fue concedida una cucharada de fe. Sabes, tuve una vida estupenda, y cerca de feliz. Ahora puedo decir que la paz del basto mar se ha concentrado toda en mi pequeño corazón. Oh sí… Suenan los truenos y los estallidos de una guerra dura. Mis compañeros han sido alcanzados por las hostilidades y las balas de los enemigos. Hace una hora, mientras montaba guardia, tuve la impresión de haber visto en el cielo las estrellas bellas. No sé cuántas veces habré visto el cielo en mi vida, pero esta vez fue como si se borraran todas, y aquella fuera la primera vez. Me acordé de ti, estando lejos, “guardando la seguridad de mis camaradas que se hallaban durmiendo para un combate ulterior”. Y allí, mirando la atmósfera blanca de un cielo terrible y hermoso, se me ocurrió la idea de que alguien del otro bando quizá estaba contemplando la misma vista que yo, con los ojos en lagunas, recordando a su perro, o a sus profesores de primaria, o a un ser con el mismo contenido y significado que tienes tú para mí. Casi puedo decirte que escuché un gemido entre la maleza, y me acerqué para dar por terminadas mis especulaciones, mi delirio. Para dar por concluida la rendición de mi alma; un alma que se iba a quedar allí, fuera de combate, incapaz ya de asesinar a un semejante. Me arrastré y vi a uno de mis enemigos que escribía con lágrimas, ya no en los ojos, sino en toda su existencia. Recordé mis años anteriores. Desperdiciados, desaparecidos, extraños a mí. Esos años de derrota y de huida. Huía yo de ti. Tomé vidas, muchas, en noches, días, tardes, o amaneceres. Por mis ojos pasaron hombres enamorados, llenos de energía y salud. Hombres de grandes virtudes y hombres de magníficos temperamentos. Y yo los asesiné, perdido del camino. Porque huía de ti.

El enemigo ha estado dando algunos disparos. Esta guerra ya terminó hace unas dos horas. Perdimos los de este lado de la raya. Disparan cada vez que encuentran un cadáver sospechoso de vivir. Reconozco ese acto, porque también sobre él debo dedicar unas palabras a Dios. Están a un kilómetro a lo mucho. He tomado las ultimas miradas al cielo que pronto tendrá en derredor de su extensión, la brillante luz del sol. Mi corazón se ha arrepentido de los actos que he cometido. El ultimo hombre al que cerré sus ojos hace una hora, mientras escribía, no pudo ver este vibrante y reluciente sol del vencedor. ¿Por qué motivo he tenido que aplicar a esto? Te he sido sincero al mencionar mi huida de ti. Y he sido además muchas otras cosas. El hombre este, moría, agonizaba, y dedicó su ultimo aliento a escribir la carta que llevaría su ultimo pensamiento en la tierra. Y ahora este hombre yace a mi lado, sin ningún rastro ya de aliento, ni de pasión, ni de amor, ni de memorias, ni de arrepentimientos. Su sangre ha coagulado bajo el frío de la muerte. Miro al cielo y encuentro hermosa la vida por fin. Ojalá no vinieran a matarme. No quiero morir. Quiero ir a verte, flor mía. ¡He quitado vidas!, lo sé… vienen por mi, como yo he ido por ellos. Durante diez años he soñado que soy un niño. Corro, y me andan persiguiendo en el sueño para golpearme. Sé que me van a golpear. Solo es en la realidad cuando siento que me persiguen para cortarme de la vida. Yo en el sueño temo que me golpeen, le temo a sentir dolor. Yo me escondo bajo unas escaleras, me acurruco, hace tanto frío allí. Pero siempre sales, me extiendes la mano. Eres tan dulce, y serena. “ven, sal de allí, no tengas miedo”, me halas y entonces siento el calor de tus manos… Tus manitas.. . Te desintegras y despierto. Oh… qué claro es ahora todo para mí. No sabía que estás cosas podrían surgir de mi vacío corazón. Hay que tenerlo vacío para no alzar la mirada y ver esas nubecitas rojizas, o aquellos pajarillos que vuelan, o aquellos grillos que andan saltando… deberías ver este paisaje manchado de sangre, deberías ver cuán feliz estoy ahora, aunque ya no sienta las piernas y haya empezado a delirar… el hombre que está al lado mío reposa con su cara sucia de barro, pero alcanzo a ver la última gran paz que atravesó su cuerpo antes de partir. No está rígido, ni sufriendo, ni pensando en la noche, ni en su amor. Parece más bien que sueña con que lo persiguen y que lo salva un ser que ha tomado el contenido y el significado que has tomado tú para mí. Ahora sé que no perdí la cordura… antes ya he escrito una línea similar. ¿Verdad?, si estuviera… y si estuviera loco… y si yo estuviera realmente loco… no.

Suenan cada vez más cerca los disparos. Están tan cerca que alcanzo a escuchar la voz de los vencedores. Voces de una alegría especial y perecedera. Una de las armas ha dado un chasquido. Se le acabó la munición. Para el hombre en pie todo es tan fácil como tomar un nuevo proveedor y recargar. ¿Pero el hombre en tierra?, si aún vivía y había apartado ese ultimo respiro en pensar en su mujer, o en sus hijos, o en sus gatos, o en el mar o la paz… ese chasquido del arma, ¿le habría arrebatado esa ultima paz de su espíritu y su aceptación hacia el silencio inminente?, ¿le habría desconcentrado de su reposo y le habría llamado a la naturaleza para aferrarse a la esperanza de que ya no le fueran a disparar, de que le habrían perdonado la vida?, y ¿murió así, ya sin paz, ni quietud, ni gloria, ni esperanza? Cuando lleguen a mí, ¿sonará el chasquido? Para que ese chasquido vuelva a sonar, deben antes darse de nuevo 1, 3, 6, 9 detonaciones, quién lo sabe. En tal caso, serían 1, 3, 6, 9 esperanzas rotas para 1, 3, 6 o 9 hombres rotos en fe. Y ahí si, quizá, cuando lleguen a mi, sonará ese chasquido que me otorgue 10 segundos más de vida. Yo quiero tener esos 10 segundos más… en diez segundos me puedo acordar todavía de tantas cosas. Necesito mis diez segundos, para ocuparlos en ti.

Suena ya el aleteo de los pájaros, cuando disparan. Están realmente cerca… ¡se han ido mis ILUSIONES! Se ha ido todo ya… pasó mi vida entera. Debí haberme quedado contigo en paz, haberme perdonado a tiempo, y haber asumido que fue a causa de mis problemas que preferiste a ese tipo… fue un estupendo escritor, leí sus libros. Aunque estaban lejos de explicar el amor. Yo escribo esta carta sin saber cómo debía escribirla. No quiero perder la vida así… ¿te conté que me gustaba dibujar y pintar y acumular botellas o gatos o poemas? No te lo había dicho jamás, pero tenía que decírtelo. Tengo otras cosas más por citar, de estos años turbios de explosiones y delitos… pero debo ser agradecido, se me ha revelado ante los ojos el universo, con lo que ello abarca. Debo además cerrar esta carta que nunca llegará a tus manos. Me destruye esa idea. La carta del hombre a mi lado sí que llegará a su destino. Porque hace parte de los vencedores. Yo me divertía quemando las cartas de aquellos a los que derrotamos en batalla. Uno de esos hombre que viene por mí, hará lo mismo. Juro que conocí grandes temperamentos, grandes hombres, grandes mujeres… dignas del amor de esos valientes hombres que se extinguieron en masa… Y te doy las gracias porque debido a ti ahora puedo dar por terminado mi trabajo en la tierra. Tengo paz… y han tenido la gentileza estos hombres de no darme los diez segundos que me ofrecía el azar. Me han permitido concluir mi carta como cortesía de lo hecho por el hombre que reposa a mi lado y lo que he dicho de él. Sabrá Dios qué he dicho yo de él. Aunque esto, no significará gran cosa para mí… han examinado mis piernas. Moriré de seguro. Han seguido su rumbo hacia alguna parte de la inmensa muerte futura. Y yo… ya sin fuerzas, prefiero solamente mirar el sol que ha salido completo, a diferencia de todo lo que podría aún decir en esta carta para ti. No quiero esto… solo quiero 10 segundos, nada más. Quién sabe cuánto tiempo duraré agonizando, siempre le tuve miedo al dolor físico. Me golpearon demasiado de niño. Quiero soñar que me extiendes la mano. Extiende tu manita tibia. Extiéndela a algún ser que haya sido golpeado. Debes decir estas cosas a tiempo… si lo tuviese yo ahora. Si lo tuviese.. ¡Por fin lo he dicho! ¡MIS ILUSIONES! Se van… se fueron diez años atrás. Diez años… diez segundos…

Con cariño…

M.

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