EL OLOR DEL CRISTAL.

EL OLOR DEL CRISTAL.

Fausto Aybar

03/11/2021

Al parecer todos duermen, la noche anterior les dejo por horas los ojos brutalmente abatidos, intoxicados, esparcidos entre almohadas magulladas de lágrimas. La noche se deslizó infaustamente entre los bolsillos de fantasmas que pedían algunas dádivas en estas calles perpetuamente olvidadas. Venían de todos los rincones de la ciudad; aquí se le olvidaba: si eran puritanos o malditos, solo ese olor a piel, defecando sueños estériles los unía, los envolvía en la magia de un sexo derrotado, plagado de semen. Ebullición  de cruces invisibles y monólogos extraños  entre sus piernas. Y aunque todo esto era el infierno, pensaban que esta puerta era la única entrada al paraíso.

Espanto que no cubre sombra, mariposas noctámbulas acicalando sueños entre luna de mármol. Todavía nadie ha despertado, nadie ha querido regurgitar resaca de tiempos pasados, tan solo han querido sacarse todo ese odio que corre por sus venas, que los llevan al oscuro callejón del delirio o quizás a la conclusión inconclusa de ser inmortal. Está cayendo la noche, como vampiros se asoman a las ventanas, como sonámbulos se quitan las máscaras y empiezan aullar.

Todos en hilera de nuevo llegan a este lugar.

—Algo de tomar señor – dos tragos de wisky mi amor —Gra-goose por favor —no, una cerveza es mejor. —que pierna más hermosa tiene esa chiquita. Mientras, entre las luces, la camarera dejaba una estela de deseos libidinosos al caminar. Quien puede negar que la oscuridad es el escondrijo de camaleones, de vampiros respirando sexo.

Esta música que se va filtrando entre las minifaldas y los tatuajes de color mostaza de aquellas mariposas noctámbulas, que aún no han despertado de la orgía, de la iniquidad de este cometa de carne. Al asomarse la luz, la ruidosa soledad se filtra como carcelero que irrumpe en el destello de las sombras de neón, los cuerpos monolíticamente derrotados se aferran a la danza de los dioses errantes. Y ahora precisamente desde este sillón, no sé si son ánimas que vegetan en la placidez del plasma o en la desobediencia de unas feromonas heridas por la oscuridad del eco. Y todo este alcohol, todo este orgasmo derramado en bandejas de cristal. Esta locura al parecer no tiene fin, porque no tienen fin los sueños en la tierra de nadie. Y Atreyu en la penumbra, mira hacia la distancia, se abraza a la utopía de estas mariposas que derrotan fantasmas, que derrotan los narcisistas de una historia sin fin.

Entre las grietas que ahuyentan virus, copos de nieves, malditos mundos que electrifican nuestros sueños, que llevan nuestra humanidad como parásitos repeliendo bendiciones. Y la música no para, sigue su rutina de sirena marchita, sigue evaporando los últimos reductos de algunas serpientes invisibles que llegaron aquí, solo por curiosidad, para esparcirse como veneno en nuestras lenguas. Al parecer el silencio llega como estruendo de piratas olvidados, como relámpago que limpia sangre, y se van a dormir a sus ataúdes, llenos de glorias y avatares, llenos de óxido y olvido. Para tal vez, volver quizás mañana a este lugar. Y reinventar un paraíso lleno de fuego, una Sodoma y Gomorra que nunca fue ruina, porque aun en trance; ellos, los ángeles, perciben el olor del cristal.

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