CARLOTA Y LA PRIMERA VISTA

CARLOTA Y LA PRIMERA VISTA

Luis Madrid

20/02/2018

CARLOTA Y LA PRIMERA VISTA

Es apenas hasta hace bien poco, cuando realmente pude caer en cuenta, de lo desmedidamente inútiles que pueden ser aquellas miradas acuciantes y curiosas: como esas mismas que le dirigía, desde que su rostro con una expresión amena, pudo corresponder a un saludo inesperado, así como también a una conversación improvisada, en donde dos desconocidos evidenciaban sorpresa y quizás algo de desconcierto, ante la sobrevenida cercanía del otro. Esta última favorecida fue sin duda, por las palabras que se hacían circular en pasillos y salones, respecto de una valiosa compañera; así como también, por la desmedida curiosidad de alguien que pasos debía dar, hacia una sala repleta de voces debutantes, al parecer definidas por un entusiasmo inicial: de esos mismos que lamentablemente, solo las fotografías suelen poder inmortalizar, para hacer justicia al ayer: El cual por cierto pese a llamados desesperados, o evocaciones idílicas; oportunidades nuevas no concederá, para hacia su regazo tranquilamente volver.

¡Que loco, que loco fuiste en definitiva menganito! Tus palabras en forma de confesión, haciendo casi un sincero “mea culpa”, son casi para que alguien como yo, que te acompaña y además te tutela, un verdadero poema lirico: por cierto, con más para reír, pero quizás también; con más de un elemento para llorar despues. Lo menos que debería hacer después de oírte, es cagarme y descargarme de risa en tu cara. Eres un caso sin duda, como todos tus colegas de sexo y oficio: Ahora es que vienes a darte cuenta, cuando ya ha transcurrido al menos un lustro de ese momento, cuyo día exacto en el calendario no puedes ubicar, pero cuya sonrisa de ella, entre comedida y amable, aun de manera imborrable puedes precisar; de que tus ojos, con todo y sus potentes formas analíticas, no pudieron notar que, para realmente mirar íntegramente esa silueta femenina que tenías en frente, hacía falta mucho más que esas palabras bien pronunciadas y ese ejercicio retorico sencillo, un pelín adornado, que en más de una ocasión han sacado la cara por ti, como no puede ser de otra manera. ¿Cómo es posible que sea hoy, un día de este diciembre que además ya termina, cuando después de atar cabos; finalmente puedes entender que frente a ti como para con la mayoría, ella solo se ha animado a parar los escudos, las alcabalas, o esa fachada que ha de protegerla del imprevisible mundo exterior? ¿De verdad te ibas a animar a aventurarte a entender esa señorita, a partir de esas parcialidades que te regalaba, en donde sus ojos, con sus lentes y sus formas, son solo una parte más de su estrategia disuasiva? ¡No me jodas con más cuentos y análisis menganito! Bien parece que ya mismo no son exactamente útiles, si calculamos la suma de tiempos transcurridos y de eventos acaecidos.

***

Quizás sea verdad que recordar aquella tarde ya lejana, sea cuestión a día de hoy, más cercana a lo inútil que a lo práctico. Pero sigo pensando que al pasado, con sus lecciones y experiencias, no debe condenársele indebidamente al olvido. Insisto en esta tesis, a día de hoy bastante esquivada, por los efectos de la inmediatez generalizada; a la par que la inteligencia es desdeñada. Al respecto insisto en defender mi posición, aunque claro tenga que algunas de las pistas que suele dar el ayer, para entender el hoy, nos lleven por halos marcados por la ingratitud y las amarguras: ante las que todos en mas o en menos, llegado el día, deberemos desfilar e incluso, sus efectos destructivos y constructivos, pasar a digerir y resistir. Ahora bien: ¿podría alguien pedirme que intencionadamente relegase desdeñosamente, los aun frescos recuerdos del día relativamente reciente, en que la vi por última vez? Aquella tarde de conversaciones, amabilidades y evidencias, ¿también debemos dejarla en un baúl de recuerdos, oculto en la penumbra? ¡Imposible! No podré hacer eso. Menos aun después de haber visto de cerca y sin molestosos testigos, las formas enteras, genuinas y hasta contradictorias de su mirar. El cual preparado parece gracias a una hábil practica o a unas inmensas inseguridades, a cambiar de formas más distendidas, rumbo a otras más herméticas, cuando solo alguna confianza importante, para no decir más bien inusual, durante un momento de fotografía, lo haya de recomendar. Después de todo, fue justo en ese instante, cuando tuve oportunidad de hacer esa imprevista comprobación, cuando comprendí el rol de sus lentes: más relacionado con la seguridad que corresponde, a lo que debe esconderse de las miradas imprudentes y banales; antes que con la claridad presumible, que seguramente también han de poder brindar, a unos ojos necesitados de mayores luces para con mayor precisión dedicarse a la trabajosa tarea de admirar y distinguir.

¡Vamos! ¡Vamos!, por favor continua. ¡Anda! Sigue contándome esos hechos recientes que no puedes olvidar. ¿Acaso me revelaras algún pasaje más interesante de los que ya hayas citado? Cuéntame. Espero que algunas de mis risas imposibles de disimular, no te hayan incomodado más de lo de costumbre. Visto esta que la paciencia, no has de incluirla entre la mayor de tus virtudes. Por eso mismo ahora, tu mirada parece querer pedirme de manera poco educada, que haga silencio. Que me calle a secas. Pero pensándolo bien, después te daré ese gusto. Después de que te diga algunas cosas que tú no puedes decir, porque seguramente tampoco las puedes pensar y mucho menos atreverlas a mirar. Eres hombre: ¡qué le vamos a hacer!…

Podrá saberse señor escritor, de buenas ideas, aunque con algo de miopía crónica encima: ¿Qué pensara hacer usted, con la evidencia que pudo notar en ella, el día en que su mirar, finalmente distendido, comunicaba más que su voz amena o sus palabras disciplinadas? Ya caíste en cuenta que la mirada a primera vista, y las sucesivas tan parecidas a aquella que le has dirigido, han sido siempre limitadas, parciales, simples. Claramente incapaces de dar con una verdad que no se te revela, porque su sola voluntad, hasta ahora ayudada por el tiempo, por las palabras, y quizás hasta por la constancia que ella misma te recordó que sueles abandonar, hasta hace breves instantes había sido otra. Pero ahora ¿Cuan diferente es esa actualidad revelada, respecto al ayer inicial, también marcado por amabilidades e inicios de reciproca confianza? Es verdad, ella no es tan fuerte como podía suponerse. Hasta el valor tuvo de confesarlo en una reciente llamada, en la que ambos compartían ironías e historias del devenir estresante del uno y del otro, en recientes tiempos accidentados y conflictivos. Pero aun así, con todo y esto que no está de más recordar: ¿Ves en ella suficiente solidez, para encarar los prejuicios y cerrazones que la han de limitar? Veo que me premias ahora mismo, con la cara que le pusiste a ella, cuando se animó a cantarte clarito lo que piensa. Eso de que en promedio, ustedes los hombres son unos cobardes y débiles. La aplaudí mientras te dio ese golpecito merecido. Ya sé que dirás que te critico por demás. Pero después de todo, no me negaras que de cuando en vez, te agrada que esta servidora te ponga fielmente a pensar menganito…

***

Fácil es hablar para algunos desde la distancia. Queriendo o sin querer ella no ha cesado, en más de una de nuestras conversaciones de recordármelo, o casi restregármelo. Y respecto a esta práctica, no creo que vaya ella a estas alturas, a cambiar radicalmente de parecer. Aunque el cambio obligado, le terminara tocando la puerta más temprano que tarde. Porque simplemente nosotros los mortales, que saturados estamos de contradicciones y pasiones, también tenemos limites, que imposible se hace enteramente transgredir, cortesía de la biología y las circunstancias eventualmente por considerar. Más aún si toca, no pocas cuestiones pensar, respecto a una vida y quizás hasta de un mundo, que no nos ha de alcanzar, si lo que se tiene en mente es hallar de una vez por todas, la tan deseada camisa del hombre feliz.

Ahora bien, creo que animarme a responderte enteramente, seria caer en más de una provocación que es mejor a día de hoy, evitar. La razón no es exactamente la que ella me achacó de forma injusta, llamándome a lo menos “hombre débil”. Más bien con ello, más que señalarme un defecto, lo que hizo fue pegarme de frente, el antónimo de una de sus fortalezas. La cual por cierto, mirando los días que transcurren, con su cuota de dramatismo y expectación, podría correr claramente el riesgo de trocarse de ventaja claramente reivindicable a anécdota desdeñable e inútil. Así de veloces marchan nuestros días, y de similares finales imprevistos, podrían terminar siendo los próximos por venir. Si te soy sincero a ti que me escuchas y a vos que posiblemente me leas, algo me dice que su mirada, resuelta como la de esa última tarde, posiblemente no vea tan cercana esta opción que a la ligera no se debería desechar: Ni siquiera por parte de aquellos que con toda su firmeza o consecuencia se han animado a creer y trabajar por un ideal. ¿Aja? Esa moneda de cambio con la que me premias, era más que esperable. Tu mirada imperturbable, irónica y hasta sarcástica, ahora mismo puede hacer que te odie, como hasta hace pocos momentos, tu palabra profunda, puede hacer que me plantee obsequiarte, aunque sea a regañadientes, sendas coronas de laurel.

¿Sabes tú realmente cual es mi ventaja a diferencia del ayer, en el que tú, yo, y hasta ella, bien podemos soler enfrascarnos? La respuesta no es tan complicada, aunque tu sugieras que mi retorica ocasionalmente puede serlo. Te cuento:

Tú efectivamente me diste luces que del todo no he podido aprovechar, quizás porque del todo, algunas situaciones no pude prever. Ya sé que soy hombre cobarde y limitado. Dejemos esa ventaja para ti.

Ella si somos objetivos, quizás solo certifico seguramente unas sospechas, para quizás motivar próximas preguntas, cuyas respuestas de seguro con tesón, intentara naturalmente esquivar. No seré yo quien le expié esa ventaja, que le ha de corresponder a la aguerrida y cuidadosa compañera aquella.

Pero yo: el mismo que atento la escuchaba, a la vez que entretenido la miraba. Yo que pese a tus dudas insistentes la acompañe, durante aquella tarde que caía, en la cual el azul claro del cielo, su lugar paulatinamente cedía al gris oscuro y vespertino de esta ciudad. Antes y después de analizarla con sonrisas de por medio: A diferencia de ti, cuando a su lado estaba, en el banco de concreto, bajo el verdor aun abundante y frente al sendero pavimentado, al que cierto fulgor a veces impedía visibilizar: Para tu información, bien de cerca ¡Yo la vi!

Luis Samuel Madrid

Caracas, 26 de diciembre de 2017

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