Y de repente, pude notar esa minúscula sombra detrás del cristal. En ella se conjugaban movimientos extraños, mis instintos percibían que se asfixiaba, que una explosión de agonía en ella habitaba. Y yo, sin poder hacer nada, mientras ella, en un grito mudo, clamaba libertad del otro lado del cristal, entonces, el llanto de manera inusual emergió en mí, y en un parpadear del asombro, ella no estaba, partió vuelo hacia otros confines del viento. Y entonces comprendí, que el cautivo, era yo.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS