Blaze! Capítulo 91

Capítulo 91 – Asedio I.

¡Reina, Reina, Reina! –exclamaban alegremente las ondinas en su propio idioma, después de enseñarle a Hänä el significado de la palabra utilizando dibujos en el piso mojado de la orilla del lago, rodeando su rostro y metiéndose entre su cabello.

Hänä estaba en la orilla del lago donde tiempo atrás había salvado a las ondinas, las cuales le consideraban su líder, enseñándole a la niña todos sus secretos como retribución por su desinteresada ayuda, vitoreándola cada vez que podían.

Algún día seré una reina de verdad, nadie más se atreverá a molestarlas y viviremos todos juntos en un gran castillo con mucha agua… ¡No, mejor que esté hecho de agua! –exclamó la niña, adoptando una pose que ella creía era digna para alguien de la realeza, riéndose de ella misma—. Claro, si logro aprender todo lo que me están enseñando, así seré una reina apta para ustedes, ¡ajajajajaja!

La niña volvió unas horas después junto a su madre, encontrando las carretas ordenadas para salir nuevamente de viaje, ensombreciéndosele el corazón.

Mami, ¿de nuevo…? –consultó la niña con pena, sintiendo como los ojos se le llenaban de lágrimas, dejando sin palabras a su madre por unos segundos.

Hija, sé que te has encariñado mucho con tu amiga Ileana, pero debemos irnos –dijo su madre a Hänä, quien estaba con las lágrimas al borde de sus ojos, haciéndose la valiente con un puchero en el rostro, aguantándose el llanto—. Ve a despedirte, nos iremos esta noche.

Hänä fue donde su amiga, a la que llevaba meses conociendo y queriendo, entreteniéndose las dos todos los días desde que la pequeña niña rubia llegó al pueblo.

No te preocupes, sé que nos volveremos a ver algún día –dijo Ileana, intentando desapegarse de sus sentimientos mientras controlaba un hechizo que su maestro le acababa de enseñar, desvaneciéndose el poder entre sus manos al ver que su amiga se ponía a llorar, conmoviéndose también—. Ya, no seas así, que también me va a dar pena… ¡Te juro que cuando termine mi entrenamiento te iré a buscar y nunca más nos separaremos!

Las niñas pasaron sus últimas horas juntas y Hänä volvió con su madre. Las carretas partieron nuevamente y la niña lloraba desconsolada sobre esta, pero no porque fuera a echar de menos a su amiga, sino porque sabía que sería la última vez que vería a su madre, bajándose de la carreta sin que ella se diera cuenta, viendo como el vehículo se alejaba y se perdía en el oscuro horizonte.

Adiós, mami… –susurró Hänä, corriendo a toda velocidad entre las sombras de la noche, volviendo al pueblo de Ileana, sin mirar atrás para no arrepentirse de su decisión.

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

¿Qué habrá sido de ella? –se preguntó Hänä, recordando a su madre, no sabiendo de su paradero o si le había buscado luego de que se escapara de la carreta, acongojándose y dejando escapar unas lágrimas que terminaron mezclándose con la burbuja de agua que rodeaba su cabeza y le permitía respirar debajo del mar.

Claire siguió los pasos de su reina, zambulléndose con un salto en el agua, mirando en todas direcciones para hallar a Hänä, nadando hacía su posición cuando la encontró. Las ondinas la distinguieron por la burbuja de agua que cubría su cabeza, cuya superficie bullía liberando aire para que la chica respirara, hechizo que Hänä podía mantener sin problemas en cuerpos de agua de poca profundidad, algo que cambiaba completamente en los abismos presentes en el alta mar.

Hänä avanzaba lentamente, buscando alguna pista, algún indicio que le mostrara dónde podía estar oculto el preciado artefacto mágico que deseaba, prestando poca atención a Claire, quién aún tenía urgencia por decirle algo, siguiendo con su pensamiento de no hablarle a su reina mientras estuviera enojada. La maga aprovechó hasta la última luz del sol para buscar, decidiéndose a emerger un rato después de que la oscuridad cubrió la superficie del mar, notando recién en ese momento la cara de indisposición de Claire.

¡¿Qué?! –gritó Hänä dentro de su burbuja de respiración mágica, sabiendo que no se escucharía nada fuera de ella por más que elevara la voz, levantando sus manos y hombros en señal de pregunta.

Claire le indicó que subieran a la superficie, apuntando hacia ella, nadando y saliendo antes que su reina. Hänä salió del mar, obligando al agua a agruparse sobre su cuerpo desnudo para formar un ropaje líquido, secándose su cabello con esto.

¿Por qué tienes esa cara, Claire? –preguntó Hänä, arreglando su cabello, sacándose algunas pequeñas basuras que se enredaron en él mientras estaba sumergida—. No la entiendo.

Yo tengo… –dijo Claire en su idioma nativo, callándose de repente, mostrando conflicto interno con sus palabras y pensamientos—. Tenemos una idea para encontrar el lugar donde está el Abysmal Greed, pero no quería… no queríamos molestarla…

Hänä no prestó mucha atención a la confusión en las palabras de Claire, pensando que tenía problemas al expresarse al intentar llevar sus ideas de un idioma a otro, ni siquiera notando que las ondinas en realidad estaban hablando en su idioma sagrado.

Puedo, podemos contactarnos con las ondinas del mar y preguntarles directamente por el Abysmal Greed, más de alguna puede saber su ubicación. Si no, podemos preguntar por si vieron el camino que Don tomó y seguir esa pista –dijo Claire con menos dificultad, ahora en el idioma de su reina, dejando atrás los bellos trinos que conformaban su lengua madre.

¡¿Por qué no lo dijiste antes?! –exclamó Hänä, sintiéndose tonta por no haberlo pensado, sobresaltando a Claire, arrancándole una cándida sonrisa después de eso—. Con eso listo, lo único que me detiene es el tema de la profundidad y la presión… Dejémoslo por hoy, ya es tarde y estoy cansada, buscaremos ropas de verdad mañana, ya no puedo mantener tanto tiempo este hechizo por culpa de la maldición.

Hänä y Claire fueron al hostal para descansar. Las ondinas cerraron y trabaron la puerta con la silla que se encontraba en la habitación, durmiendo las dos en la única cama, derritiendo Claire sus huesos de hielo para no helar a su reina, desparramándose dentro de los ropajes del lecho.

Los días siguientes fueron de búsqueda incansable, sumergiéndose a las profundidades máximas que Hänä podía tolerar sin problemas, invocando a las ondinas locales para consultarles por el artefacto mágico o por si habían visto a un hombre nadando muy profundo. El hechizo para respirar bajo el agua y los ritos de invocaciones cansaban mucho a la maltrecha maga, sintiendo nuevamente los efectos de la maldición sobre su cuerpo, apresurándose por encontrar el Abysmal Greed, creyendo Hänä que se estaba quedando sin tiempo, desesperándose con facilidad por el desconocimiento de las ondinas marítimas.

Nosotras conocemos un lugar extraño en esa dirección –dijo un grupo de ondinas que revoloteaban en torno a Hänä y Claire, después de varios días de infructuosa búsqueda—. Pero es completamente inaccesible.

Llévennos y comprobaremos su resistencia –dijo Hänä, más emocionada que en mucho tiempo, sintiendo que al fin tenía una pista inequívoca de la cercanía del Abysmal Greed.

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

En torno a una fogata, con la montaña Ílio de fondo, Blaze y Starmancer descansaban bajo una noche estrellada. La muchacha comenzó a gemir entre sueños, girando en el piso mientras sacudía los pies, despertando a su compañero con sus quejidos y sacudidas.

¡Blaze, despierta, otra vez estás soñando con calamidades! –exclamó Starmancer con molestia, pateando a la muchacha en sus pies para hacerla reaccionar, aspirando la chica aire de forma sonora, como si estuviera recuperando la respiración.

¡Mierda! –exclamó Blaze, incorporándose, sentándose frente a la fogata en silencio, comenzando a hablar sin mediar aviso—. Otra vez soñé que Albert estaba muriendo, pero esta vez…

Mhhhhh… –rezongó Starmancer, intentando detener el monólogo de Blaze, girándose para darle la espalda, pero la muchacha no se detuvo—. ¿Por qué a las mujeres siempre les da por tratar sus problemas de noche?

¿Qué problema? Sólo te estoy contando lo que estaba soñando –respondió Blaze, cubriéndose más con su capa, mirando las ardientes y cálidas llamas en movimiento—. Además, tú me despertaste…

A eso me refiero –dijo Starmancer, tapándose completamente, intentando zafarse de la conversación—. Por nada.

No entiendo como Cami te pudo soportar tanto tiempo allá, encerrados –dijo Blaze, lanzándole una rama a Starmancer para molestarlo.

Es que ella me acepta por quien soy, le gusta la gente directa y… –dijo Starmancer mientras se sentaba en el piso, recibiendo una rápida vista de reprimenda, callándose de inmediato.

¿Me vas a escuchar o qué? –preguntó Blaze, conteniendo su ira, desviando su mirada a las llamas para no odiar más al molesto hombre.

Bueno, prosigue. Albert estaba muriendo, ¿cuándo…? –dijo Starmancer, levantando los hombros y moviendo las manos con ademanes interrogativos, dándose por vencido y procediendo irremediablemente a escuchar el relato.

Albert me pedía mi espada para verla y sin querer se cortaba la palma de su mano con esta, envenenándose y muriendo en mis brazos y… y yo… –dijo Blaze, sollozando, tomando su espada con enojo y lanzándola lejos.

Starmancer la miraba en silencio, apoyando su cabeza sobre sus rodillas, tapándose para no perder calor, ya sin sueño en su cuerpo.

Los jóvenes se quedaron callados, despiertos, frente a la fogata hasta que esta consumió toda la madera que tenían apilada. Uno sin saber que decir y el otro sin querer decir nada para no incomodar más. Apenas salió el sol, Blaze se levantó y fue en búsqueda de su espada, Starmancer estaba cabeceando por el indeseado trasnoche.

Voy a deshacerme de esto –dijo Blaze mientras encendía una Explosive Ball en su mano derecha, concentrando su poder para desintegrar con un solo golpe la espada.

No, no, ¿cómo se te ocurre? –preguntó Starmancer, despabilando de su modorra, acercándose rápidamente a la maga y alejando la espada del hechizo—. Esta es una espada única en su tipo.

Debo hacerlo… ¡Suéltame! –exclamó Blaze, soltando la bola de fuego al aire, forcejeando con el alto hombre.

Entiéndelo, es para tu protección… Albert ya se fue, ya no puedes dañarlo con esta arma y él no querría que te pasara nada malo ni que dependieras de otros para poder defenderte, esa no es la Blaze que él conoció –dijo Starmancer mientras forcejeaba con la pequeña mujer, perdiendo esta todo su espíritu de lucha después de escuchar las palabras de su amigo, dejando el forcejeo y soltando la espada.

Starmancer se quedó con la espada de Blaze, avanzando los dos en silencio por horas separados por unos varios metros, caminando el hombre detrás de la mujer. Rodearon la falda de la montaña Ílio hasta que desde lejos se comenzaron a ver las altas paredes de la protegida ciudad que tiempo atrás visitó con su antiguo y querido escudero.

Allí fue donde conocimos a Bhasenomot –susurró Blaze deteniéndose ante la lejana ciudad, rememorando el tiempo que pasaron allá junto a Albert, antes de que Starmancer alcanzara su posición.

¿Por qué te detienes? –preguntó Starmancer, devolviéndole la espada a su dueña, quien la puso colgando en su cintura como acostumbraba a portar sus armas blancas—. ¿Conoces ese lugar?

Sí, allá fue donde estuvimos en una… –dijo Blaze, escuchando como las piedras del piso se comenzaban a agitar, con un estruendo creciente que comenzaba a estremecer el ambiente—. ¿Es un terremoto?

Repentinamente el estruendo se reveló como lo que era en realidad: una estampida humana que venía en dirección de Blaze y Starmancer, gritando desaforadamente un millar de guerreros ansiosos de sangre y muerte, sacudiendo sus espadas y golpeando sus escudos.

¡Mierda, corre! –exclamó Blaze, huyendo antes de que Starmancer pudiese reaccionar, corriendo en dirección a la ciudad de Ílio.

Starmancer sobrepasó a Blaze fácilmente, corriendo con grandes y desordenadas zancadas, moviéndose y extendiéndose su cabello como si fuera una capa ondeando por el viento, agarrándose Blaze de este para aprovechar el impulso de su amigo y así poder avanzar más.

¡Primero me dejas atrás y ahora me quieres dejar calvo! –exclamó Starmancer, extendiendo su mano para que la muchacha lo soltara del cabello, sintiendo cada vez más cerca al ejercito que corría detrás de ellos y escuchando incluso algunas saetas caer cerca de ellos.

Después de un rato llegaron a las puertas de la ciudad, golpeando con todas sus fuerzas para ser escuchados, pidiendo que les abrieran las puertas con mucha desesperación y poco aliento.

¡Por favor, abran! –gritó Blaze, golpeando las puertas, exhausta por la inesperada carrera, sintiendo como la horda de asesinos se detenía detrás de ellos unos segundos después, comenzando a ser rodeados con cautela.

Blaze, ya es tarde –dijo Starmancer, sacando su guadaña de luz de su ojo, poniéndose en posición de combate—. Debemos pelear.

Maldición –respondió la maga, apoyándose en la espalda de su amigo, desenvainando su espada de hueso—. No te separes de mí.

Uno de los guerreros emergió de entre la multitud, apuntando a la dupla de magos con una larga lanza, hablando en una lengua que ninguno de los dos entendía, aunque si comprendiendo la orden que les dio a sus combatientes, siendo rodeados por unos cincuenta hombres armados.

Blaze atacó de inmediato con su espada, recibiendo un espadazo fortísimo que fracturó la hoja con el primer golpe, partiéndola en dos con el segundo ante la risa de los soldados. La muchacha sacudió el arma rota, lanzando veneno sobre varios de sus adversarios, los que cayeron afectados de inmediato, muriendo segundos después, lo que hizo que se le vinieran los demás hombres encima. Starmancer acudió en ayuda de inmediato, sacudiendo la brillante hoja de su guadaña para cercenar a varios hombres. En ese momento aparecieron las afiladas y brillantes lanzas, que comenzaron a acercarse para atravesarlos mientras guardaban la distancia, cerrándose sobre los dos magos como si se tratara de una gran doncella de hierro.

Qué va… –dijo Blaze mientras envainaba su espada rota, agarrando a Starmancer por el cuello de su ropa, encendiéndose una cálida luz que la rodeó antes de que todos los guerreros se le vinieran encima—. Tú me pediste que lo utilizara en una ocasión como esta.

¿Qué cosa? –preguntó Starmancer, olvidando sus propias palabras, viendo como el cuerpo de la maga se iluminaba cada vez más.

De repente, los hombres que rodeaban a los magos comenzaron a saltar por el aire, siendo atropellados por una inmensa fuerza que avanzaba sin control y en línea recta a través de ellos, cayendo e impactando el piso desde gran altura, quedando muertos e inmóviles con señas de haber sido calcinados en zonas específicas, como si hubiesen sido golpeados rápidamente con algo a muy alta temperatura. Los hombres volaron por el aire hasta que una masa ígnea emergió de entre la muchedumbre con Starmancer a cuestas, elevándose a toda velocidad como un proyectil hacia el puesto de vigilancia de la ciudad de Ílio, cayendo al lado del vigilante.

Les pedimos que nos abrieran las malditas puertas –dijo Blaze al vigilante mientras sujetaba de su ropa a un mareado Starmancer, echando humo desde la superficie de su cuerpo como si se hubiera estado quemando, visiblemente cansada—. Llamen a Ephrahim o como sea que se llame, él les dirá quien soy…

Blaze cayó dormida de inmediato por el esfuerzo realizado, siendo rodeados los magos por las lanzas de los soldados de la ciudad cercada. Al mismo tiempo, en un lugar no muy lejano a Ílio…

Ese incremento de energía, se encendió y luego desapareció, debe ser ella –dijo el falso Chained God después de sentir la liberación de todo el poder de Blaze, cambiando de dirección para ir al encuentro de la muchacha y, sin saberlo, de su antiguo amigo Starmancer.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS