Adiós en marzo

Adiós en marzo

Josué Mares

20/03/2021

El verano se fue de un día para otro. Ocurrió antes de tiempo. Por la noche me acosté con la ventana entre abierta, por si se colaba alguna brisa que me ayudara a mitigar los treinta grados de aquella media noche. Tres horas más tarde desperté de frío. Luego llegó la mañana y el sol ya no estaba. En su lugar había un colchón de nubes negras. Lo normal para las primeras semanas de marzo es que los días, aparte de ser eternamente largos, sean calurosos y secos. Lo lógico era pensar que aquel frío no era más que un visitante indeseado, un extranjero, algo tan fugaz como pasajero, de modo que me conforté en la idea de que el sol regresaría al día siguiente. Que lo haría con toda su fuerza. El caso es que el sol no volvió a salir. En su ausencia, las nubes han estado de fiesta, bailando imparables con sus trajes en tonos negros, blancos y grises. Con vestidos blandos en tonos tristes.

Me gusta el verano. Tanto, que siento una gran insatisfacción. Tal vez es un sentimiento extraño e injustificado, pero no estaba preparado para el otoño. Lo digo a sabiendas de que no tengo derecho alguno en esto. Consciente de que hablo desde el egoísmo. De que nunca hubiera estado listo para ese adiós de marzo. No estaba preparado. No alcancé a poner frazadas en la cama, ni a emprender aquel viaje a medio planificar, ni a hacer, en el armario, el cambio de temporada. Ni siquiera me dio tiempo para encontrar alguna excusa que darle a un cuerpo condenado a un período de frío. A un corazón que se ponía un poco más viejo y que se quedaba un poco más vacío.

¿Por qué no te despediste, verano mío? Si me hubieses dado pistas de que planeabas marcharte, me hubiera entregado completamente a tu luz, a tu calor, a tu sonrisa festiva y a tus tardes rojas. Hasta hubiera estado dispuesto a seguirte. Hubiera andado sobre tus pisadas para siempre, solo por vivir en un verano eterno. Solo por vivirte. De verdad te hubiera seguido ¿sabes? ¿lo sabes? Sí, seguro has de saberlo.

Entiendo que no pudieras quedarte. Entiendo que mi invierno es necesario para que tú existas allá, a la vuelta del mundo. Luego te tocará venir y el invierno regresará a aquellos que viven del otro lado. Saberlo no me deja conforme, pero me sirve de consuelo. No puedo ver tu brillo, pero al menos puedo estar seguro de que brillas, allá, donde sea que estés. Otros te verán. Yo no podré.

No a todos les gusta el verano. Encontrarás en tu viaje a muchos que, estando tú en todo tu esplendor, bella como siempre, añorarán el frío del invierno, ese que a mí me es tan indiferente, tan incómodo, tan ajeno. Yo no soy de esos. Yo te prefiero por sobre cualquier otra época del año. 

Estos días he tratado de abrigarme de muchas maneras. He buscado otros refugios. He tratado de olvidar tu dulce calidez, esa que tanto me falta. He tratado de ignorar los recuerdos. He tratado de disfrutar la parte que me toca. Prometo que me he esforzado pero, hasta aquí, lo único que he conseguido es que mi corazón te siga esperando. Miro el cielo nublado, los árboles desnudándose de hojas y el viento barriendo las calles, mas la evidencia no me ayuda. Todavía hay algo dentro de mí que me hace mirar el calendario, que me dice que marzo no ha terminado y que aún me queda tiempo. Que aún podrías volver y pasar conmigo un día más. O dos. O todos. Que esto nunca fue una adiós. Solo un hasta pronto.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS