Calle Nueva (Borrador)

Calle Nueva (Borrador)

Pepe Benitez

05/02/2018

Céntrica y legendaria, ubicada al oeste de la calle principal. Notablemente nombrada, desde el pregonero, hasta la misma reina de carnaval en el callejero de lo social.

La calle, escaparate en la controversia y motivo de los entendidos al cuestionar y discutir las derivadas económicas y sociopolíticas, lugar legítimo del Carnaval cada vez más acercado a lo institucional, o quizás sea la institución lo que se arrima al carnaval de manera sobreseida. Cierto es, que todo entra en el juego, las cosas de comer se mezclan con las de contar. De cultura es la memoria, la historia perdona pero no olvida, dice el proverbio y la realidad acaricia las verdades cuando la lealtad de lienzo es de prevalecer sobre el desliz en el transcurrir del tiempo.

Se escribe y se cuenta y la realidad paralela habla por sí sola mientras transcurre de por sí, en el mundo de la calle por antología propia.
La información discurre entre los tratados técnicos y de oficios, entre lo más específicos, y especialidad profesional, los prolíficos, informativos y específicos de cada tema y de cada cual, como dijo Juan Manuel-Serrat: El amor propio-Desde mi libertad…..
En la calle Nueva había una mujer que se sentada asiduamente en el escalón de su puerta, tomaba en su regazo el papel impreso, de tono suave y entre aquellas lineas paralelas plasmaba con buena caligrafía a bolígrafo y comenzaba la carta.
Querido tio:
Te escribo estas cuatro letras….Y allí acudía buen número de gentes lléndose ya con su carta escrita, lista para meter en sobre, con sello dispuesta a recorrer la geografía en modo avión o ya fuere terrestre en busca de algún amigo o familiar.
Efectívamente Dolores, Paca Hernández, Ana Marín, María y Manuel Mañez, Maria Mateos, la familia Rojas, Maria Moya, La Coreana, Rafael y Catalina la del Herrero, Juana y Juan el Quinto, Paca la de Bornos, Los Barrenos, Manolo y María Parrado, Estudillos de la sierra, Familia Montesdeoca, Cayetano y la molinera, Perico de la recova, Asunción y Miguel Pavón, El Loco Peña y María Madueño, Paz la Sagrada y Güitito, Garabato, María Zamacuca, Zambullos, Familia de Perico Richa, Barreno, Paca de Bornos, Ana Pino, Guiteria la costurera, Perico el Pescao, Mencía, Manolo el Cantaor, Los Guerra, Catata, La familia Montianos, Los Alforja, La Tetona, Los Carreteros, Concepción Gómez, Anita Marín, La Quetecapa, La Viñita, Los Almenaque, en los años 70 Leopoldo el de las piedras, nombres y apodo conocidos entre los más allegados, eran los verdaderos protagonistas del día a día entre los vecinos cercanías del barrio y la calle Nueva.

La vida de esta calle se vislumbraba y transcurría mucho más dinámica y activa que a día de hoy en el transcurso del tiempo; los cambios, la tecnología, la formación, la solidaridad valores en la convivencia en realidad es que hay grandes diferencias.

Desde niño era todo un espectáculo el latero arreglando lebrillos, el olor de la panadería de mañana, el pito del afilaor, el cántico del calero. El tractor amarillo que Pepe el lebrijano el marido de Paca Hernández (hombre de rostro severo y serio, de tez remarcada), apareciendo con la cigala por toda la calle al anochecer, cuando no era el ciclomotor, entre los primeros de entre el parque de bicicletas. Las primerísima moto honda, la más silenciosa, en contraste con la derbi, Guzzy, mobylete o Torrot en las mocicletas.
La Ossa de Tariero circuló por esta calle hasta hace relativamente poco. El seiscientos de Antonio el molinero, la bultaco de Pinocho entre los de gran cilindrada, sucediéndose en el avance del parque motorizado en aquel tiempo presente. Sobresaliente el taxi de Rancho Vinagre como vehículo público y transporte excepcional en el barrio; saliendo de temprano de viaje en asunto importante o de urgencia en algún nacimiento posterior a los partos caseros.
Paca Hernández y sus cuatro hijos: Paco, Pepe, Carmen e Isabel en el día a día, en la casa donde nos criábamos cuando éramos un poco de casa en casa. En casa de Paca se estrenó el primer bolso de plástico comprado en la tienda María Moya cuando se fueron. Cargaron un camión de muebles y enseres, calle abajo, el rodante desapareció entre los vecinos y chiquillos que la despidieron con pañuelos, entre alguna lágrima en la consecuencia de la emigración hacia zonas más prosperas.
Paca vecina directa y servicial, de personalidad artística, a todo le daba color en el contraste con la indiosicracia de cada cual. Era frecuente verla sentada en el escalón de su portal en acto de solemnidad digno de las mejores estampas escribiendo cartas. En sus dotes de curandera vertía en el vientre de los niños un líquido azulado y verde y pacientemente masajeaba hasta curar los empachos.

Cómo no recordar a la vecina que no daba la pelota cuando se embarcaba, eso sí, al los unos u otros días aparecía el esférico y no era este el caso.

Visto de un otro modo, a modo de los niños, los sermones de Doña Leonor eran apoteósicos…. asomada arriba de la pared como tribuna de balcón de arcos… aparecia su marido aplacando a aquella mujer,.. Nada tenía que envidiar a los capítulos más llamativos del Chavo del Ocho.
Éramos traviesos por derecho propio, y de nobles aquella pandilla comandada por Gabriel, consecuente y mayor, donde se corroboraba la esencia de lo contrario en el sentido de la mala intención que venía de un otro añero barrio.
Destacaba la armonía vecinal, en el ir y venir: un vasito de aceite, un ajito que me falta para el refrito, una cucharaira de azúcar que no tengo. Préstame la escalera y mañana te la traigo. ¿Como está usted? se decía en frente de Santitos, en la tienda y casa de Cayetana y Julian.
Por accidente fue sonado el de Benítez y la Guzzy que estrenaba cuando salió olimpicamente ardiendo. Una tragedia en aquel tiempo que se soluciónó por mediación de Pepe el mecánico.
Famoso los bautizos de Manolo Mañez; entre los invitados, su compadre de Sanlúcar y la presencia de un flamante Dyan 6 como único vehículo aparcado a lo largo y ancho de la calle, la casa emitia fiesta, en los bautizos la alegría rebozaba en la casa del vecino de los hornillos.

Maria Mateos y Antonio Ruiz dezpachaban los mandados en aquella tienda de la esquina entrañable, entre la balanza, esportillas, y comestibles para la vianda, el papel de estraza.
Calle abajo el huerto de Peña y la casa de Paco Treschica, el de los retratos. La casa donde el primer televisor blanco y negro cuando se podía ver, los días que no se metían los moros en la interferencia.

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