La ciudad había quedado completamente destruida.

No había signos de vida en ningún rincón de todo el lugar.

Tiradxs entre los escombros, agobiadxs y con heridas de batalla se miraron a los ojos.

Ella lloró. -No ha quedado nada, dijo entre sollozos.

-Todavía no pueden destruir el cielo respondió él.

Y mientras se abrazaban, llovía.

Y mientras llovía, el monte reverdecía.

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