— ¡Mucho gusto! — fueron las palabras pronunciadas por aquella desconocida, la cual ahora se vuelve para mí una nueva persona en mi lista de conocidos.

Empezamos a conocernos con una gran velocidad y una naturalidad cómo si fuésemos amigos desde hace años atrás.

Los temas de conversación al principio costaban para surgir, pero con el tiempo se volvían frecuentes, tanto que durábamos horas sin parar.

Días tras días, como noches tras otras, ya la palabra “conocidos” se cambia por “amigos” y las risas empiezan hacer más recurrentes.

Viajes con esa amiga, que me abraza junto con sus consejos y me sumerge en un ambiente de armonía durante el traslado. Noches esperando sus respuestas, como ese niño que pide que le lean un cuento, antes de ir a la cama.

Salidas con esa amiga y a la vez compartir ese círculo de amigos donde ellos también se volvieron parte de mí. Grandes aventuras se desatan con ese nuevo grupo y ella sigue ahí con su tiempo incondicional.

Empiezo aferrarme a esa persona sin darme cuenta, entregando mi amistad y todos mis consejos sin esperar que me devuelvan algo a cambio. Pasa el tiempo que a la vez se vuelve testigo palpable de todo lo que está ocurriendo y a la vez como ese protagonista, que sabe muy bien lo que pasará al final.

Un día esa persona te habla de frente y te dice: —“Necesito tiempo”—

—Está bien, puedo darte tiempo pero ¿Seguiremos siendo amigos? — fue lo que le pregunté.

—Solo dame un largo tiempo para pensar las cosas — es lo que ella decidió.

A partir de allí, supe que era el final de nuestra relación. Y ¿Dónde quedan todos nuestros felices recuerdos?, ¿A dónde fue todo aquello que tú y yo inventamos? se hace oscura y vacía la habitación, veo a mi derecha, a mi izquierda y no hay nada, solo estoy yo, arruinado entre mi propia realidad.

Adiós a esa persona que era mi fiel amiga, mi gran compañía, el oxígeno me hace falta, empiezo a temblar por el desespero que hoy me va siguiendo en mis días desde mi interior.

El hecho de aferrarse a alguien es lo peor que puede pasar y más cuando el orgullo de arreglar las cosas no dejan que se solvente la situación, tomo otro rumbo y sigo mi camino hacia adelante siempre recordando el olor de las camelias.

Queda terminal mente ¡Prohibido Aferrarse!.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS