Un caso paradójico de nuestro tiempo o por qué el marinero no subió al barco

Un caso paradójico de nuestro tiempo o por qué el marinero no subió al barco

Cuando James Lee llegó al puerto lo primero que hizo fue comprarles regalos a su mujer e hijo, era un hábito que había adquirido gracias a la superstición de que, si entregaba ese tributo, la suerte lo acompañaría donde estuviera, como esta vez, que había estado muy cerca de perder las piernas. Había pisado una mina en territorio enemigo y el detonador se había trabado. Luego, un soldado descubrió el explosivo y con cuidado lo desenterró y desmontó. James le dio gracias al cielo por no haber estallado en ese momento. Pensó, por otro lado, que, si alguno de sus subordinados hubiera cometido ese error al enterrar una bomba, le hubiera castigado de forma ejemplar.

Bajó del coche con el juguete a control remoto y los bellos pendientes que había conseguido a buen precio en una joyería de clase. Linda sacó las hermosas joyas y se las puso para la cena, además se arregló como si fuera a salir a una fiesta. Se sentaron a la mesa y esperaron que llegara el pequeño Johnny, pero se estaba retrasando. Bajaron por él y lo sentaron en su sitio. Rosenda, la criada, comenzó a servirles los platos. Una deliciosa ensalada, luego pato al horno y, al final, unas peras en almíbar con dátiles picados.

“Papá—dijo Johnny con su jeep militar en las manos—, de grande quiero ser como tú”. La ocurrencia les causó gracia, pero James le preguntó en qué sentido lo decía. “Pues, un marine como tú”—contestó el niño muy alegre—. James de inmediato comentó que eso no era muy bueno porque tendría que realizar algunas cosas que no todo el mundo puede hacer. “Pero yo podré, papá—contestó alegre y orgulloso el niño— porque tú me enseñarás”. Linda lo cortó diciendo que sería un gran hombre, que tendría una familia preciosa y que sus hijos se sentirían tan orgullosos como él de su padre. Terminaron la conversación y mandaron a Johnny a la cama.

James se sentó de nuevo y comenzó una conversación habitual con su mujer, tenía la intención de irla seduciendo y terminar con los tres meses de espera que había durado su comisión. Linda le preguntó si le dolía la herida del brazo, él negó con la cabeza y se sentó. Empezaron las noticias y salió un reportaje del exitoso trabajo de las fuerzas armadas en el proceso de paz en el Oriente Medio. James notó preocupación en el rostro de su esposa y le preguntó la razón. “No es nada—dijo un poco distraída—, es que no sé qué ropa ponerme mañana para la reunión con mis amigas”.

James le comentó que le preocupaba Johnny porque si seguía influenciándose por la idea de ser soldado, las cosas no irían bien. Ya es demasiado con uno en la casa—increpó con tono agrio—. Linda le dijo que no se preocupara, que ya cambiaría de opinión en el futuro. “Tú no sabes lo que hacemos en campaña—respondió James enfadado—. Esta vez fuimos muy lejos. Entramos en un poblado con la orden de disparar a quien ofreciera resistencia. Un hombre salió con una metralleta y di la señal para disparar. Por desgracia, arrollamos a la población de ese lugar. Buscamos más terroristas en las casas y en los escondites, pero no encontramos a nadie más. Entre los muertos vi a un niño de la edad de nuestro hijo, tenía un coche viejo sin ruedas en la mano…”.

Linda lo interrumpió. Amor, tú sólo haces tu trabajo. Si no fuera así no tendríamos esta casa, no pagaríamos la escuela de Johnny, no tendríamos a la criada y no nos vestiríamos así. Es normal, no te quiebres la cabeza con tonterías. Pero tú no sabes—le reprochó James— lo que se siente matar gente pobre e indefensa. Pues no deberías pensar en eso. Haz tu trabajo y confórmate con las cosas como son. Linda se calló de pronto y el rostro le cambió. Por desgracia, James le hizo un comentario que no le gustó y se ofendió. Tiró el cojín que tenía en las manos, dio media vuelta y se fue a duchar.

James imaginó a Johnny recibiendo las órdenes que él les daba a sus soldados, lo miró acribillando civiles, torturando hombres y se le agrió la boca. Decidió no subir a dormir. Abrió una botella de Whisky y se sirvió un vaso, luego siguió hasta ver el fondo del Walker de etiqueta negra. Estuvo amasando sus ideas hasta el amanecer y se dijo que la próxima vez no subiría al barco.

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