-Cuento. Texto completo. Notas de un triste hijo de puta-

Por Rafael Medrano.

Caminaba presurosa, pues iba tarde al trabajo. Pasó por una repostería y se detuvo a comprar un pan y una gaseosa. No había comido nada en todo el día. Cada vez que ella se veía al espejo, se decía que estaba gorda. El privarse de un desayuno y un buen almuerzo era, según Wanda, la forma más eficaz de hacer dieta.

Ya estaba cerca del bar donde trabajaba, tenía que cruzar un previo baldío que era utilizado por los niños de los barrios aledaños como campo de fútbol. Al cruzar distinguió a dos adolescentes hablando entre sí, uno le dijo al otro “¿Qué prefieres, Rafael, tirarte a la Luisa o jugar en primera?”. “¡Espérate, no jodas! Me acabo de acordar que dejé cagado el inodoro. Hoy me pega mi mamá”, dijo el otro. Wanda soltó una carcajada.

Llegó cinco minutos tarde. Marcos la esperaba detrás de la barra, y al verla le soltó un gruñido. Wanda lo vio y se disculpó. “Es mi jefe, pero me está cogiendo; debería tenerme consideración”, se dijo Wanda.

–Llegas tarde, como siempre –le dijo Marcos.

–Ya sé, tengo reloj –contestó Wanda. Luego fue al baño a ponerse el uniforme.

El bar era para poetas y músicos. Llegaban personas de todo tipo, algunos de ellos tenían un gran potencial, otros sólo creían tenerlo.

–Hoy estamos llenos, Wanda. Pero ha venido Karla a trabajar, entonces sólo vas a atender esas tres mesas de la izquierda.

Wanda encendió un cigarrillo a sabiendas que le molestaría a Marcos. Se arregló el cabello, lamió sus dientes y siguió fumando. Calada tras calada, Wanda pensaba en bajar de peso; fumaba dos paquetes diarios porque una amiga le había dicho que el tabaco ayudaría a que redujera algunas tallas. Wanda se sirvió un trago, echó un vistazo a sus tres mesas: en la más grande estaban cuatro hombres; tres jóvenes y un hombre un poco mayor; en la siguiente se encontraba una pareja y en la mesa más pequeña se hallaba un hombre delgado con gafas. Wanda tiró la colilla y se dispuso al trabajo.

Fue a la mesa donde estaban los cuatro hombres, le pidieron cerveza, Wanda fue a la barra y mientras se alejaba uno de ellos le echó un vistazo a su trasero. Llevó la cerveza a la mesa. Luego se dirigió a la mesa de la pareja, le dijeron que estaban bien. Wanda se sintió mareada, fue al baño y vomitó. Al salir, se encontró con Marcos, trató de evitarlo, pero no lo consiguió. “toma –le dijo Marcos extendiéndole un trapo –límpiate la boca. Dale, hay que trabajar”. Wanda se pasó el trapo por los labios, luego se sirvió una cerveza.

–Wandita, Mira que hombre más bello te toca atender – le dijo Karla con un tono burlón –te lo cambio por aquel gordo que tiene la guitarra.

–Sí, es muy guapo –dijo Wanda, vaciando el vaso de cerveza.

Karla se alejó riendo. Wanda volvió a encender un cigarrillo, Marcos se lo arrebató. “El tabaco te va a matar, debes dejarlo. Ahora ve y atiende a ese flacucho”, le dijo. Wanda se alejó y él se fue a su oficina para poder fumar tranquilo.

–¿En qué puedo ayudarle? –preguntó Wanda al hombre delgado.

–Quiero saber si puedo leer mi poesía frente a todos –Dijo él.

Wanda guardó silencio por un momento; miraba fijamente la boca de aquel hombre. “Qué dientes más grades”, pensó Wanda.

–Claro que sí; Para eso es el bar –dijo Wanda.

–¿Usted supone que sí puedo leer, o me conoce? –dijo el hombre dientón.

Wanda no entendió, se limitó a asentir. No apartó su vista de los dientes del hombre, luego se le ocurrió preguntarle qué bebería. “Cerveza, Por favor”, dijo él. Wanda fue a por ella.

Llegó a la barra y sirvió la Cerveza, se dio vuelta y miro a lo lejos al hombrecillo. “Qué dientes tan grandes y amarillos”, se dijo Wanda. Buscó sus cigarrillos en su delantal y al sentirlos notó que Marcos la vigilaba desde la derecha; desistió de fumar en ese instante. “¿cómo se sentirá que ese hombre te bese el coño? Debe ser delicioso”, se dijo. caminó hacia él con lentitud, al llegar a la mesa extendió el vaso y lo puso cerca de los papeles.

–¿va a leer? –preguntó Wanda.

–Claro –dijo el hombre.

Wanda puso su mano derecha en su abdomen, se sintió gorda. El dientón notó cómo el rostro de Wanda cambiaba, dio un trago a la cerveza y la invitó a sentarse.

–¿te pasa algo? –preguntó el hombre.

–Muchas cosas. No puedo con esto, por más que haga no bajo de peso. Mire esta tripa. –dijo Wanda.

–¿De qué mierda estás hablando? Caminas porque tu piel sostiene tus huesos. ¡Por el amor de Dios, mira tus brazos! –dijo el hombre. Wanda veía sus dientes y pensaba en besarle.

–usted tiene una sonrisa hermosa –dijo Wanda.

–Es mi gran atractivo –dijo el hombre. Los otros cuatro de la mesa de al lado se reían de la situación.

Marcos estaba en la barra viento a Wanda y al hombrecillo. Karla se acercó con una bandeja donde Marcos, y le dedicó una sonrisa. “jefe, cuidado se la quitan”, bromeo Karla. “Está bien, es una más”, mintió Marcos.

–Dígame, ¿cómo hace que su dentadura sea tan perfecta? –preguntó Wanda.

–La clave está en lavarse una vez al día los dientes. Ah, sí, lo olvidaba, también hay que fumar mucho.

–yo fumo para bajar de peso.

–No sabía ese dato.

Wanda se levantó para atender la mesa de la pareja. “Ya vuelvo”, le dijo al Dientón. “te espero”, respondió.

Wanda fue a la barra por unos cigarrillos y por unas cervezas. Marcos la estaba esperando. Wanda lo vio y le preguntó si le pasaba algo, él mordió su labio inferior. “¿Qué haces con ése? No quiero que vuelvas a cogerte a uno de aquí”, le dijo Marcos. “sus dientes son preciosos, me gustan mucho. Tiene una suerte”, dijo Wanda. Llevó dos copas a la pareja. Luego, fue a la mesa del dientón.

Wanda se sentó, cruzó las piernas y volvió a tomar su abdomen. Ella veía y veía los dientes de aquel hombre, sacó un cigarrillo y lo encendió.

–Dígame, ¿de dónde le viene esa idea de estar gorda?

–Mi hermano me lo decía todos los días –Respondió Wanda.

–¿se lo decía? –Preguntó el dientón, luego puso un cigarro entre sus dientes. “Qué amarillo más hermoso”, pensó Wanda.

–Sí, me lo decía. Mi hermano murió de un ataque cardiaco, debido a su sobre peso

–Ya veo –dijo el dientón.

Marcos empezó a incomodarse, fue a su oficina y esnifó un poco de coca. Llamó a Karla, ella fue. La oficina era sencilla: un escritorio raído, dos sillas, una computadora vieja y un ventilador. Karla se sentó. Marcos estaba detrás de ella, sacó su pene del pantalón y lo puso en el hombro de Karla; ella giro y empezó a chuparlo. Lo chupaba sin usar las manos. Karla fue detrás del escritorio, sacó una bolsa con cocaína. Tomó un poco del polvo y lo puso encima del glande de Marcos; luego los esnifó. Marcos la subió en el escritorio, abrió sus piernas, colocó a un lado las bragas y metió su pene. Cogieron por quince minutos, luego volvieron a trabajar.

Al salir Marcos vio que ni Wanda ni el dientón estaban. Salió del bar, fue al parqueo, y antes de llegar el previo baldío los vio sentados en unos adoquines. Se escabulló sin que lo vieran. El dientón tenía su boca completamente abierta, Wanda estaba frente a él con una linterna encendida alumbrando los dientes del hombre. “Qué hermosuras”, dijo Wanda. “A las mujeres les gusta que les muerda el coño”, dijo el dientón. “debe ser, debe ser”, contestó Wanda.

–No sé qué mierda pasa, sólo espero que no se la coja –susurró Marcos, mientras fumaba un cigarro y veía el cielo sin estrellas.

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