Y entonces, el mundo se observó a través de una ventana

Y entonces, el mundo se observó a través de una ventana

Un día cualquiera encuentro a mi padre limitado naturalmente a su silla de ruedas, pero en su deleite habitual, su pasatiempo, sus mejores 30 minutos recreo, eso significa para él estar frente a la televisión. Sin esperar ser interrogado y capturado de su atención por unos minutos, tocan a la puerta, era la visita improvista de su hija, cuando le muestro la imagen publicitaria de 30 años atrás, solo suspira y hace una breve mirada a su pasado, en ese instante dibuja en su memoria y comienza a relatar:

“A mis 20 años nunca había visto un televisor a color, fue mucho después”, aquel primer encuentro, ocurrió cayendo la tarde de 1985, lo más sorpresivo de todo, fue observar llegando a su madre encartada con aquella gran caja, aun sin destapar, aun sin explorar, cuadrada y compacta, era transportaba la nueva adquisición de la familia García Gutiérrez ¡¡¡Nada más y nada menos!!! ¡Era el nuevo televisor a color, lo último en guaracha en ese entonces!!! en un barrio popular de Cali.

Agilizando la interpretación del manual para poder encenderlo, no fue una misión imposible la conexión, era un solo cable asomado desde su parte trasera “¡Mamá necesito la antena!!!”, aquella antena receptora de señales, no podría ser peor escenario, maniobras sobrenaturales con las manos, desconecte y vuélvala a conectar, extendiéndola y encogiéndola, mi padre recuerda como si fuera ayer aquel balanceo de derecha a izquierda combinado con los movimientos rotativos de la perilla para sintonizar la mejor imagen (era especial, observar su rostro mientras recordaba).

¡¡¡Y listo, señal gratis, no se pagaba un solo centavo a operadoras privadas de televisión, lástima que se nos acabó la dicha!!!

Mi padre se enmudece por un segundo y levanta la mirada, sus ojos y sonrisa eran anchos y relajados. Interrumpo con una pregunta

– ¿Papá que sentiste al observar los colores por primera vez a través de una pantalla?

Al recobrar el uso de su lengua, “fue sorprendentemente maravilloso apreciar los colores y lo mejor de todo, verlos en sincronismo, las personas, los objetos y los animales”.

Todo un semáforo que marcaba la diferencia entre la precaución y la libertad, arcoíris de siete colores incorporado en una sola imagen, el color tal cual se ve, el sonido tal cual de oye, sobrenatural y sublime experiencia, privilegiada y en un primer plano, la observación de mi padre en su juventud, y su corazón aún da saltos con solo recordar.

Recuerda, que para ese entonces la televisión nacional contaba con tres canales; cadena uno, dos y tres, poco después fueron inaugurados con Teleantioquia, Telepacífico y Telecaribe, los paisitas trasmitían sus documentales favoritos. Explosión de sentimientos, él por primera vez, se sintió plenamente confortable.

Recuerda llegar a casa y aplastarse en su sillón, y como la brisa entrante de la ventana agitaba la cortina y esta inquieta impedía ver la televisión; observar la calle, el ruido, los ojos bandidos, él continuaba concentrado y con sus sentidos puestos, en sus programas de interés.

Resalta que el avance tecnológico le alegró la vida en ese entonces, con algunos canales lluviosos, otros nunca vistos por su defectuosa transmisión, pero la televisión, es su mejor dispersor actual, todos los días se ubica dispuesto a recibir el mejor espectáculo,

“fotografía con vida en una caja de madera, con voz y movimiento propio, nada mejor para ponerse cómodo”

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