Cómo podría olvidarlo…

Tengo una enfermedad, hace mucho tiempo la padezco, no se lo he dicho a ninguna persona aún…

Siento como el viento gélido enfría mi nariz, te volteo a mirar y llevas una chaqueta que solo finge calentar tu cuerpo, pero tu no titubeas.

De pie a orillas de la carretera principal estamos a la espera del autobús. El calor no se hace presente al abordar; sigo titiritando, no hay asientos disponibles y me voy todo el trayecto sin poderme sentar, cierro los ojos e imagino estando aún en mi cama, tibia.

A las seis menos veinte llegamos a nuestro destino y el sol apenas va despertando. Nos despedimos. Tu tomas camino rumbo a tu trabajo y yo al mío, es mi primer día.

Son las diez de la mañana y no puedo controlar el sueño me siento adormilada, exhausta. A las tres mas diez minutos nos reunimos para tomar nuevamente el autobús y regresar a casa. Duermo toda la tarde de ese día.

A las cuatro de la mañana siguiente empieza la rutina, esa rutina que yo solamente tuve que soportar en las vacaciones escolares, pero tu, tu la hiciste por años. Nunca faltaste a tu empleo, nunca oí una queja salir de tu boca.

Ahora soy adulta, y tengo tantos recuerdos. Unos me hacen sentir tristeza, otros felicidad, pero hay tantos que me hacen sentir orgullo y estás tu en ellos.

Tengo una enfermedad, se llama cobardía, de no abrazarte para no sentirme débil ante ti, que tonta, por no decirte que te agradezco todo tu esfuerzo, para que mi vida fuera mejor que la tuya, por no decirte: ¡Te amo mamá!

Dedicado a la mujer mas valiente y generosa: mi mamá.