Era un tal 24 de febrero de 2014, hacía una tarde de frío en Madrid, y muy infernal para Marta, una joven de 25 años que vivía con su novio, Ramón, en un piso en el barrio de Guindalera.

Marta sufría violencia de género día a día, era una de esas pobres mujeres a las que los hijos de puta de sus maridos les zurraban antes de irse al trabajo y al llegar después del trabajo.

-Hola Martita, ya he llegado a casa cómo acabas de ver, ¿me has preparado el guiso de pescado que tanto me gusta?, porque si no es así, ya sabes lo que te espera, ¿o hace falta que te lo diga también? -dijo Ramón.

-No Ramón, ya sé lo que tengo que hacer.

-Pues venga, corre, a qué esperas, a lo mejor es que estás esperando a que te ayude con mi puño -contestó Ramón vacilando.

Marta se dirigió hacia la encimera de la cocina, donde tenía el plato con dos filetes de ternera y patatas fritas para Ramón, ese era su plato preferido.

Ramón estaba sentado en la mesa del comedor haciendo crugir sus dedos, esperando a que Marta le llevara la cena a la mesa.

Cuando Marta se acercó a la mesa, Ramón le miró con cara de odio y de asco, parecía que le quería dar un puñetazo en la cara. Y así fue, nada más dejar el plato encima de la mesa, Ramón le pegó un puñetazo en el labio a Marta, haciendo que cayera en el suelo con el golpe.

Ramón tuvo la cobardía de humillarla, aún así estando ella tirada en el suelo llorando.

-Eso te pasa por ser una zorra muy mala, y a parte inútil, te había pedido para cenar el guiso de pescado que mi madre te enseñó a hacer. ¿Sabes?, no me extraña que en España hayan tantas mujeres que sufran violencia de género, sois todas unas zorras inútiles.

-Ya.. ya… no.. no puedo más. Dios mío… -dijo Marta llorando desconsoladamente.

A la mañana siguiente, Marta fue a una joyería de la Puerta del Sol de Madrid, quería ver un collar de perlas negras que siempre había querido tener, pero no se lo iba a comprar, ni mucho menos, solo quería verlo. Ramón nunca le dejaba comprarse caprichos, aunque fueran baratos.

Al salir de la joyería, Marta se encontró con una de sus amigas, que hacía tiempo que no la veía, ya que Ramón nunca le dejaba salir con nadie, ni relacionarse con nadie, desde hace mucho tiempo.

Claudia, su amiga, era la única que sabía que Marta sufría violencia de género desde hace muchos años. Ella los conocía a ella y a Ramón desde los 18 años, ya que fue en la adolescencia cuando se conocieron.

Claudia notó al instante que la noche anterior Ramón le había pegado a Marta. Se dio cuenta por lo maquillada que iba cerca del labio, que Ramón le había dado un buen golpe la noche anterior.

-Claudia, hola, ¿a dónde vas?, ¿no me habías visto? -preguntó Claudia.

Claudia sabía que Marta se había hecho la disimulada la pasar por al lado suyo. Marta iba con las gafas de sol puestas, y una chaqueta roja, por el frío que hacía.

A Marta se le notaba el miedo al hablar, se notaba el miedo que había pasado la noche anterior.

-Oh, Claudia, lo siento, no te había visto -dijo.

-¿Te ocurre algo?, te veo un poco pálida.

-No. Tranquila, no me pasa nada, será el frío que hace.

Tras esa frase de Marta, Claudia empezó a sospechar de lo que le ocurría, pero no fue ahí donde le preguntó que era lo que le pasaba, y si el motivo era Ramón. Marta le cortó el tema enseguida, sabía que tarde o temprano, si seguía la conversación con ella, en ese mismo momento, le acabaría preguntando si había sido Ramón el responsable de su extraño comportamiento en aquel momento.

-Oye Claudia, tengo prisa, me tengo que ir, hoy quiero hacer lentejas para comer, y el tiempo se pasa volando. Ya hablaremos en otro momento -dijo Marta despidiéndose.

-De acuerdo… cómo quieras… -contestó.

Marta se marchó, y Claudia se le quedó mirando con cara de pena y de preocupación, sabía que algo malo le estaba ocurriendo.

Al caer la noche, Ramón volvió a casa tras su duro día, él era encargado en uma empresa que fabricaba ropa, y tenía qur trabajar bastante para ser uno de los encargados más importantes de la empresa. Cómo no, todo lo que Ramón aguantaba en su trabajo, lo pagaba siempre con Marta.

Entró por la puerta de su casa, y lo primero que hizo fue pegarle un empujón a Marta, que le había abierto la puerta. Le hizo bastante daño, ya que la tiró al suelo del fuerte empujón que le dio.

-¡Has hecho mi cena zorra! -gritó Ramón enfurecido.

-¡Aaaaah!, ¡sí Ramón sí!

-Levántate de una puta vez inútil, si no quieres que te levante yo cogiéndote de los pelos. Sirveme el plato de verduras con pechugas de pollo en la mesa de la cocina. Hoy cenaré ahí, mirando tu bonito culo.

-De… d… de… de acuerdo -contestó asustada.

Ramón se dirigió al cuarto de baño para quitarse la correa que le apretaba bastante, mientras que Marta le ponía el plato de comida en la mesa de la cocina.

Cuando Marta miró hacia el lado donde se encontraba la puerta de la cocina, se asustó al ver que estaba ahí Ramón, con el hombro izquierdo apoyado en el marco de la puerta, mirándole con cara de loco y psicópata.

-Oh, estás ahí, ven, te pondré el plato en la mesa.

-Se supone que el plato debería de estar ya en la mesa, y mucho antes de que yo estuviera aquí observándote, ¿por qué no lo está? -dijo Ramón poniéndose en posición cómo si le fuera a pegar a Marta.

Marta tiró el plato al suelo, cuando comenzó a temblar por la extraña postura que acababa de poner Ramón.

Eso fue lo que acabó sucediendo, lo que Marta estaba imaginándose en aquel momento, que Ramón le soltara una de sus brutales palizas que le soltaba a diario.

-¡Ahora te vas a enterar pedazo de zorra!, ¡ven aquí!

-¡Aaaaaaahhhh! -gritó Marta llorando muerta de miedo.

A la mañana siguiente, Marta se levantó, mucho peor que cómo si estuviera muerta, y se fue al comedor, donde sin más, puso la televisión, y dio la casualidad de que estaban dando en ese momento, en Antena 3, un anuncio en el que salía la canción de: «No puedo vivir sin ti».

Esa canción le hizo a Marta acordarse de cuando se conoció con Ramón en el parque del Retiro de Madrid, y se le ocurrió una idea para hacer que Ramón volviera a ser la buena persona que fue en su día.

Al instante, Claudia llamó a la puerta de su casa, debido a que Marta le había dejado muy preocupada el día anterior.

Marta abrió la puerta sin pensar que podría ser otra persona que no guera Ramón, ya que ella pensaba en que era Ramón el que había llamado a la puerta porque se le habían olvidado las llaves.

A Claudia le impactó ver el morado que tenía Marta en el pómulo derecho.

-¡Oh!, por el amor de Dios, ¿Marta qué te ha hecho ese mal nacido?

-Ven Claudia, pasa. Tengo algo que contarte -dijo.

Claudia se sentó en uno de los sofás del salón, y ese fue el momento en el que Marta le contó la gran idea que tenía en mente a Claudia.

-Claudia, creo que ya sé cómo hacer que Ramón vuelva a ser el de antes. Quiero provocarle y llevarle hasta la Puerta del Sol, y allí poner la canción, con unos grandes altavoces, la canción de: «No puedo vivir sin ti». Quizás con esa canción, él recapacite.

-Marta, ¿te has vuelto loca verdad?, ¿cómo vas a hacer eso con todo lo que te ha hecho ese hijo de puta? Lo que deberíamos hacer las dos es denunciarle para que le metan entre rejas de una maldita vez.

-No. Quiero hacer la prueba.

Claudia se quedó en silencio mirándole durante unos segundos, y dijo:

-Está bien, hagámoslo.

Era un viernes frío, y Ramón vino a casa pegando un portazo. Marta estaba en el salón, acostada en el sofá, y a Ramón eso le sorprendió, aparte de enfurecerle, sobre todo, cuando vio que no tenía el plato de comida puesto en la mesa del salón.

-¿Qué demonios haces ahí?, ¡levántate ya! -grito Ramón dándose la vuelta.

-Eso no va a pasar -contestó Marta.

Ramón se volvió a girar y dijo:

-¿Cómo?, ¿qué has dicho?

-Lo que has oído, no lo pienso hacer.

Ramón se quedó en silencio hasta que empezó a perseguir a Marta, ella consiguió salir de su casa y llevarlo hasta la Puerta del Sol donde la policía nacional le esperaba por si la cosa se ponía muy fea. También colaboró el ayuntamiento de Madrid en esta acción.

Al llegar a la Puerta del Sol, Marta, tras haber estado recibiendo insultos al salor de su casa, y estar andando hasta llegar a la Puerta del Sol, y Ramón, andando detrás de ella, ya que si se pusiera hecho un energumeno en medio de la calle le detendrían, y no tenía otro remedio que seguir a Marta andando tranquilamente.

Al llegar a la Puerta del Sol, había una gran multitud de personas con una vela encendida, eran casi las 22:00h de la noche.

Nada más llegar al centro de la plaza, Marta y Ramón, ella le hizo un gesto a los de los altavoces para que pusieran la canción. La pusieron, y nada más ponerla, todos comenzaron a cantarla.

Ramón estaba callado hasta que dijo con una lágrima deslizándose por su pómulo:

-Marta, ya sé lo que me quieres decir con todo esto. Ven aquí, amor mío. Me has abierto los ojos.

Muchas personas se emocionaron al ver esa escena, incluso algunos policías nacionales.

Marta no solo consiguió hacer cambiar totalmente a Ramón, sino que hizo cambiar a muchos otros hombres maltratadores que estaban viendo esas imágenes por televisión, ya que todo aquello lo estaban televisando en directo por las noticias.

Maltratadores del mundo entero estaban viendo todo aquello, y lo más curioso y bonito de todo, era que Marta consiguió acabar con la violencia de género para siempre, con tan solo cantar una bella canción.

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