Hay un viaje pendiente que podría redefinir toda mi existencia. Lo he postergado por ciclos, ya sea por afanes autoimpuestos, ya por temor a lo desconocido.

Sé que debo cerrar los círculos abiertos, pero este viaje en particular, aunque yo mismo sea adulto, me hace sentir como un niño que clama por los brazos de papá: frágil, expuesto.

No me asusta la jornada en sí, pues no iré solo, sin embargo me produce incertidumbre el cierre final, con quien he de encontrarme luego de toda una vida ausente.

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