Mi tía Soledad no estaba en el pueblo ese día porque fue a un mandado al panteón de la ciudad. Yo estaba que reventaba por antojo de chocolate. Ya no podía. ¿Qué podría pasar si decido no esperar y salir a comprarlo? (sí, salir).
Mientras caminaba por el pedregoso camino me torcí una pata,
—¡Ay, no, Daniela, te dije que por estos rumbos no usaras tacones! – me dije a mi misma—. Opté por sentarme en la banqueta mientras mi dolor disminuía. Habían pasado al caso unos dos minutos y estaba ansiosa, no encontraba el momento de salir corriendo, comprar mi chocolate y de inmediato regresar a mi casa. Tenía años que no salía y apenas salgo y me pasa esto. A los cinco minutos pasó cerca de mí un niño de unos 7 años, con los zapatos rotos, la ropa rasgada y el rostro cubierto de mugre;
—pobrecito —pensé — , yo aquí angustiada por no poder ir a comprar mi chocolate y esa criaturita debe estar angustiada por asuntos más fuertes.
El niño se volteó y pude ver en su mano una pequeña barra de chocolate, observó mi pie durante unos segundos.

-¿Qué le pasó?, ¿está bien? —preguntó con mucha amabilidad.
-Todo bien, debería comenzar a utilizar zapatos bajos. Ya pasó, ahora a esperar que el dolor cese.
-Si quiere la acompaño para que no se sienta solita.
-No te preocupes, mejor ve y juega con tus amiguitos.
-No viven por aquí.

    Ya no sabía que decirle, así que solo sonreí.

    -El sábado es mi día favorito de la semana, ¿y el de usted? ­—retomó la conversación mientras se sentaba en la banqueta.
    -No tengo un día favorito.

    -Me gustan los sábados porque son los días que mi hermano me regala un chocolate.

    -¿Sabes?, eso me recuerda que debo regresar a mi casa.

    -¿Se siente mejor?

    -Sí.

      Salí de ahí en retorno a mi casa, caminando de lo más normal, aunque cada paso era un infierno. El dolor no se había ido y ahora había uno más.
      No me gustaba el sábado porque ese Alejandro trabajaba y no podía verle. Me gustaban los días lunes porque él acostumbraba comprar golosinas y venir a comerlas conmigo a mi casa, los días viernes eran especiales para salir a bailar y todos los días restantes no hacíamos algo en especial más que disfrutar mutuamente de nuestra compañía. Alejandro me amaba y yo le amaba a él. No se lo dije al niño, pero ahora mi día favorito es el sábado. Los sábados le encomiendo a tía Soledad que vaya a llevarle flores a Alejandro.
      Qué bueno que no salí por el chocolate porque si no me hubiera lastimado el pie y el corazón también.

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