El descuido que lo cambió todo

– Contigo cometería el error de casarme. Raquel, no mires hacia abajo; no hace falta que me respondas igual. Solo sé que te quiero. Y no puedo guardármelo.

Las risas y conversaciones que tengo con Miguel por videollamada me distraen de la situación que hay en las calles. Nadie pasea, no se escuchan pasos ni carcajadas. La cuarentena no es algo sencillo de llevar cuando llevas dos semanas sin salir de casa.

Podría parecer tierno pero, si conocierais a Miguel, veríais con cierta desconfianza todo lo que me acaba de decir. Decidió tirar cuatro años de relación por otra mujer, Denise. Resultó ser esa mujer francesa de la que no me tenía que preocupar. A pesar de sus extravagantes peinados, cualquiera la reconocería por sus tacones de suela roja de Dior.

– ¿Qué tal por Portugal? – El estado de alarma le pilló en casa de su madre, en Oporto.

– Pues no te lo vas a creer…

– ¿Qué ha ocurrido?

– Estoy encerrado, me han castigado sin salir. – Intento contenerme, pero enseguida se me escapa una sonrisa.

En esta vida hay miles de incógnitas. ¿Hasta donde llega el universo? ¿Hay vida después de la muerte? ¿Por qué Miguel descuidó completamente nuestra relación?

– ¿Tu madre cómo está?

– Está en Huelva, con mis hermanos. Espero no volverme loco aquí solo. Me haría muy feliz verte a la vuelta.

Se ha movido algo en mi interior. Y no, no son mariposas, sino recuerdos, lanzados como dardos por mi autoestima. Sin embargo, quiero darle otra oportunidad. Se le ve muy asentado.

– Me encantaría tenerte aquí. – Me es imposible contener algunas lágrimas.

– En cuanto acabe la cuarentena, nos vamos a París. Te lo prometo.

Mi mente no quiere relacionar a Denise con el destino. Trato de ignorar esa sensación, pero dura poco.

– ¿Por qué París?

– Porque me muero por ir a Francia contigo, Raquel. ¿Recuerdas aquella vez… – Mi mente deja de escuchar. En la lejanía de la imagen que me ofrece el ordenador, descubro unos tacones que ya había visto antes.