Piso fuerte mientras camino, con ganas, alzando a lo alto la cabeza, y mirando al frente, para que sientan en sus casas que aún aquí viven las gentes.

Somos gente de tierra, acompañada de campos desiertos, que necesitan a niños jugando y corriendo, hombres y mujeres que recojan nuestras siembras, que sientan y palpen nuestros cimientos. Al igual que los de otros, mis nietos, no pisarán estas calles, pues un día de verano nuestros hijos marcharon, y aquí quedamos los ancianos, con nuestra soledad y unos cuantos pesares.

¡Ay, tierra de mi vida!, ¡tierra de mis entrañas!, tú que fuiste el suelo en el que nací, te ruego a ti: trae agua para el sediento, y así desde cero volver a partir.

Porque añoro el crujir de las paredes que nos enmarcan, el temblor de los suelos cuando bajaban estas cuestas, y para sus abuelos, inmersos en su reflejo, aquel era su único remedio.

Porque imagino nuestra plaza repleta de gente, que bailen levantando los brazos y cantando en nuestros balcones alguna que otra saeta. Pero no creas que me olvido de aquellos que lean bajo los juncos, porque querido amigo mío, el futuro lo escribimos juntos.

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