Las puertas de la inmigración

Las puertas de la inmigración

Antonio Fernandez

01/05/2020

He decidido emprender un camino, mi resolución es incuestionable, en esta tierra de pocos gigantes los verdaderamente extraordinarios como yo, son quienes deciden crecer más, mi maleta está terminada, llevo conmigo lo necesario para iniciar mi nueva vida, escuché que la entrada a mi país de destino es particular, pero pensamientos de preocupación no serán parte de mis reflexiones.

Aparte de la de mi ropa, mis maletas son variadas en su contenido, en la primera está mi pasión por el arte representado en los cuadros que por años adquirí, van de la mano con los libros que siempre han sido parte de mi cultura.

La segunda la llené con objetos propios de mi tierra natal, estos, serán el ancla que me recordará de donde vengo por si se me olvida, la tercera, mis títulos universitarios junto a los logros académicos obtenidos, y por ultimo un viejo álbum familiar que veré si la melancolía toca a mi puerta, cuatro maletas que me definen, cuatro maletas que contienen mi existir.

En la estación de mi país hay muchas puertas, yo, como es lógico, salgo por la más grande, la que está reservada solo para gigantes.

El viaje me parece placentero, lejos de sentir nostalgia por lo que dejo atrás, el anhelo de lo nuevo me entusiasma, cada milla me acerca a mi nuevo comienzo, entre gigantes las perspectivas son las mismas.

Llegué a destino, son seis las puertas que se deben cruzar para entrar en este país, la primera me pareció más pequeña que la de salida de mi tierra pero no le dediqué mucha importancia.

La segunda es algo más estrecha, y presenta la primera dificultad, no pude cruzar con todo mi equipaje, lamentablemente tuve que prescindir de mis cuadros y libros, no hay problema, los pienso retomar en algún momento.

En la tercera, se reduce mas el tamaño de la puerta, tuve que agachar la cabeza y sin darme cuenta cayeron mis títulos universitarios y logros académicos, intenté tomarlos de nuevo pero fueron pisoteados sin querer por los funcionarios en el fragor de hacer su trabajo en la estación, no hay caso, me queda el conocimiento, eso no lo pueden aplastar.

He perdido la mitad de mi equipaje pero tomo la resolución de seguir adelante, llego a la cuarta, en esta debo agacharme, los objetos típicos de mi país no pueden pasar por ella, se rompen ante tal estrechez, no importa son solo objetos.

Finalmente llego a la penúltima, la quinta, a ella solo se accede arrodillado y con un solo equipaje, prescindí de los álbumes familiares, llevo los recuerdos en mi mente, eso es imborrable.

Intenté ponerme de pie pero mi tamaño no cambió, ¿en este país son todos gigantes o yo me volví minúsculo?

La entrada al país es custodiada por un gigante, mientras los que queremos entrar, nos agrupamos como rebaño esperando su autorización, por fin, sin decir palabra y ni siquiera vernos a la cara da la señal de que podemos cruzar por la ultima puerta de inmigración.

Un amable nativo se ofrece a llevarme a mi destino, en su lenguaje no hablado me transmite dos palabras que sospecho me acompañarán en mis años en este país:

Dos palabras que careciendo de sonido las escucharé en las olas, en el viento en sus calles, que oleré aunque carezcan de olor en las playas, montañas o la cotidianidad de la ciudad, que probaré aunque carezca de sabor en sus comidas y bebidas, que veré aunque sea inmaterial, en las costumbres e idiosincrasias de sus habitantes, 2 palabras que día tras a tras día arrastraré en esta tierra de gigantes donde soy minúsculo:

No perteneces.

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