Los rayos del sol empezaron a salir por el horizonte, la luz llegaba hasta mis ojos cerrados, ojos que quedaron cansados después de llorar toda la noche, llanto que parecía haber limpiado mi alma, a pesar de la tristeza había dormido plácidamente.

Comencé a abrir mis ojos con dificultad, la luz calaba, suspiré profundo, mis pulmones se llenaron de un olor salado, de brisa, humedad, libertad, tranquilidad, paz.

Estaba acostada y veía el techo de una pequeña casa de campaña, mis sentidos comenzaron a despertar, mi oído percibía perfecto el tronar de las olas, el ruido de las hojas de las palmeras moverse de manera lenta, mi cuerpo comenzó a sentir el calor, me estire, algunos huesos se acomodaron, me levante y me quede sentada. Quería recordar cómo había llegado ahí, todo me parecía confuso, como si hubieran robado mis recuerdos y dejaron solo fragmentos.

Salí de la casa, me recibió un viento limpio, los rayos del sol, el tronar de las olas, la brisa, había algunas aves en el cielo y una vista azul impresionante, sin horizonte, sin final. Era solamente yo y ese inmenso mar frente a mí.

Camine hacia la orilla, quería sentir el agua en mis pies mientras la arena fresca me recibía, intentaba recordar lo sucedido la noche anterior, pero por más que lo intentaba mis recuerdos daban vueltas, no había claridad, estaba yo sola, mi auto y esa casa de campaña. Solo recordaba haber llorado toda la noche, un llanto inconsolable, ese llanto que se tiene cuando se rompe el alma, cuando se fragmenta la tranquilidad, cuando se derrumban las esperanzas.

Con el agua tocando mis pies, comencé a despojarme de la ropa, nunca había nadado desnuda, y en ese momento lo desee, no me importo sí había ojos curiosos, aunque lo dudaba, aquel lugar estaba solo, comencé a caminar hacia la profundidad, hasta que llego el punto que fue necesario nadar para no sumergirme, la temperatura del agua era perfecta, solo perfecta para mí.

Nadé hacia la profundidad, mi cuerpo desnudo podía percibir pequeños cambios de temperatura, todo era perfecto, era yo y la naturaleza.

Conduje por un par de horas hasta llegar a un pequeño pueblo, era muy folclórico, lleno de colores, gente caminando por los andadores, niños sonriendo, parecía una postal.

Camine un poco por el lugar, hasta llegar a lo que parecía una cantina, no estaba segura de entrar, pero llamo mi atención esas pequeñas puertas de vaivén que me hacían recordar las películas del oeste.

Entré, había todo tipo de personas, en su mayoría hombres, creí que me echarían del lugar por no pertenecer ahí, pero nadie presto atención, estaban sumergidos en sus diálogos, es sus bebidas, y yo, caminé hacia la barra, hice una seña al cantinero y pedí un tequila, nunca en mi vida había hecho eso, pero había visto muchas películas.

Después de varios tequilas, empecé a recordar, poco a poco las imágenes comenzaban a acomodarse como un rompecabezas.

Él estaba parado, no me podía ver, su mirada era diferente, su sonrisa iluminaba el lugar, su postura relajada, hace mucho que no lo veía así, comencé a caminar hacia él, algo lo hacía muy feliz y no era yo el motivo, estaba a unos metros, cuando ella se acercó y lo beso. Me paré en seco, mi cuerpo pesaba, mi respiración se transformó, comenzó a ser muy agitada, ahora todo tenía sentido, las discusiones, su cambio de actitud, él ya no era feliz conmigo, pero yo no lo aceptaba. En ese momento lo entendí todo.

Sentía que me asfixiaba, corrí a mi auto y es donde comencé mi viaje, jamás me imagine con lo que me encontraría y lo que aprendería.

Las lágrimas rodaron por mi cara, por los recuerdos, pero yo estaba tranquila, ahora lo entendía todo, yo no lo amaba, nunca lo ame, era esta falsa necesidad de estar con alguien, y nunca me permití buscar a quien realmente moviera mi mundo, que mis piernas temblaran con sus besos, que mis sentidos se alteraran con su presencia, solo me conforme.

Y ahora se presentaba mi oportunidad, quería encontrar ese amor del que Neruda hablaba, del que Sabines escribía, encontrarle significado a las canciones.

Viaje por la costa, visitaba los pueblos, y sus cantinas, me empezaba a gustar esa rutina, siempre había personas diferentes, con algunas compartía anécdotas y aprendí que nos encerramos en nuestro mundo, y es sensacional darle oportunidad a que más gente nos conozca y escuchar sus historias, nunca había viajado sola, es realmente sanador, carretera, música, paisajes, gente nueva, despedirse y continuar.

Pedí mi tercer tequila mientras platicaba con el cantinero, un hombre robusto, la barba y el bigote casi cubrían la totalidad de su cara, a pesar de tener una apariencia dura, era realmente simpático. Hablábamos sobre su esposa cuando las puertas se abrieron, él cambio su mirada y saludo a quien entraba, esa persona camino hacia la barra y se sentó a mi lado, saludo al cantinero y yo voltee también para saludar, él hizo lo mismo y nuestras miradas se cruzaron, eran los ojos color miel más hermosos y hacían juego con esa perfecta sonrisa, mi respiración se detuvo por una milésima de segundo y sentí que me sonrojaba, era evidente que lo notaba, me sentía paralizada, todo fue tan rápido, quise disimular, pero mi nerviosismo me delato.

Él, para no darle importancia pidió lo mismo que bebía yo, y pidió uno más para mí.

¿Quién era? ¿Cómo se llamaba? Quería saber todo, comenzamos a platicar, la conexión fue inmediata, su mano rozó la mía y fue como una descarga eléctrica, yo no lo buscaba y me encontró. Entendí que tenemos que hacer que las cosas sucedan, se muere una vez, pero se vive todos los días. Las malas experiencias nos transforman, pero que sean el motor para llegar a lo que realmente queremos y no conformarnos. Ha sido el mejor viaje de mi vida.

Jamás lo imagine.

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