El viaje que nunca hice

El viaje que nunca hice

Virginia Bello

09/09/2019

Pablo dejó la máquina etiquetadora escondida tras una caja y salió apurado por la puerta de empleados. Chequeó la hora, porque no podía permitirse llegar tarde del corte, y subió corriendo los escalones hasta el comedor. Dio un mordisco al refuerzo que se había preparado esa mañana y apremió impaciente a su portátil mientras se encendía. Engulló otro bocado y dejó el almuerzo a un lado, para centrarse en lo que en realidad le apetecía hacer y para lo que había estado esperando con ansias la pausa del mediodía.

Llevó el cursor a la carpeta ubicada en el centro del escritorio, marcada con una X. Dos clics después, apareció la ventana llena de imágenes y documentos de Word. Pablo esquivó los documentos y examinó las imágenes antes de abrir la titulada ‘‘Días de lluvia’’. Quería memorizar toda la información posible antes de viajar.

La captura de pantalla inundó el monitor, mostrando las actividades recomendadas para hacer en la ciudad si el día estaba lluvioso.

Después de leerla un par de veces, siguió a la siguiente foto, que ilustraba el clima para esa época del año; lluvias recurrentes, algunos días de sol. Pablo sonrió pensando en el abrigo impermeable que había comprado la semana anterior, utilizando el total de su aguinaldo y parte del salario; había merecido la pena. Ese impermeable sería perfecto para el viaje; liviano, no muy abrigado, de un color discreto…es como si estuviera gritando a los cuatro vientos que había sido hecho para Pablo, y para ese viaje en particular. ¡Qué emocionante sería empacarlo! No veía la hora de ponerse a armar la maleta; los libritos guía que había comprado de segunda mano; la cámara de fotos; zapatos deportivos, para todas las caminatas turísticas; algo de dinero para las postales y recuerdos…¿Qué más podía ser necesario en un viaje, si se tenía todo eso?

Echó un vistazo al calendario; la fecha se acercaba a una velocidad alarmante, justo lo que Pablo había estado deseando desde que se confirmó el viaje. Pero ahora, de repente, estaba asustado.

¿Qué si hacía siempre calor y no podía usar el abrigo, que tanto le había costado comprar? ¿Y si la ciudad no era tan hermosa como mostraban las fotos de la guía? Los locales podían ser antipáticos y no recibirlos bien. ¿Y si todo salía mal? No podía permitirse eso. Había trabajado demasiado duro para que este viaje fuera un hecho, y estos meses anteriores habían sido los mejores de su vida. ¿Qué podía haber en el mundo mejor que la ilusión de un viajero, previo a su próxima aventura? Nada, de eso Pablo estaba seguro. Y no iba a dejar que se arruinara por un viaje fallido.

Tenía que cancelarlo. Empezar de cero, planear un viaje nuevo otra vez. Porque eran esos meses de preparación los que le habían impulsado a levantarse todos los días, a etiquetar mercadería que él no podía comprar y aun así sentirse ilusionado con la vida. Era hora de elegir un nuevo destino.

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