​GÉNESIS DE LA BILIS NEGRA

​GÉNESIS DE LA BILIS NEGRA

Se quedaron en la escuela a dormir, ya era tarde, el transporte se había ido, en ese momento la memoria dispara imágenes en la penumbra, se dibuja en el techo una vaca pastando y una casa en llamas, ya no diferencian si sueñan o es un recuerdo que los acompaña para evitar la charla.

La oscuridad pinta el salón, es una caja negra en espera de un hilillo de luz. El pie de Ambrosio golpea la banca del pupitre recordando alguna canción. Su rostro alargado como luna creciente observa la cámara de su compadre, llevan dos días sin dormir, estar en casa ya es un clavo enterrado en la planta de los pies. Rita ya no está. Se recuesta en una banca para apretar sus orejas contra la madera y que el dolor mitigue como el corazón se está muriendo. Juan es apenas un niño y aceptó quedarse con él, estos dos días serán el reflejo de una breve dupla, de cantinas interminables, de esperas en el suelo mirando hacia arriba, de amor incondicional.

Años más tarde su nombre será un susurro en la familia, un discreto eructo que lastima a quien intentar descifrarlo. Se alejó de Juan, su corazón no aguantó, pesaba tanto que lo dejó sin fuerzas. Minutos antes, la despedida fue sencilla, sin eufemismos o melodramas baratos. Años antes Ambrosio enseñaba magia a Juan con un juego de cartas que le había comprado. Segundos antes ríe boca arriba, cantando hacia dentro sus manos van cediendo al suelo, su flaco y alargado cuerpo se integra como hoja otoñal a la calle. Sólo el silencio saborea el frío de un muerto a un costado de la acera.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS