Hoy me desperté llorando. No entendí por qué, pero la desazón me invadía el cuerpo. Miré alrededor, confundida, intentando reunir los pedazos que explicaran mi desánimo; sabía que no había sido un sueño, siempre recordaba las pesadillas.

La cama no era cómoda, no era donde debía estar. Había un billete en la papelera, mi libro de mapas en el suelo. Entonces lo entendí. Sí había sido un sueño. Había subido a ese avión, y me había marchado. Hasta que me desperté, lo había conseguido.

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